Nicaragua: La élite en el poder
La nueva oligarquía ni los miembros del gran capital no acostumbran hablar de dinero. Nadie conoce con exactitud la dimensión de su imperio económico. La coincidencia de la vieja y la nueva oligarquía de esconder el dinero acumulado en los últimos años en una opaca red de fideicomisos y empresas que operan desde los paraísos fiscales (Dubái, Islas Vírgenes, Gran Caimán, Panamá, Belice, Estados Unidos, y un largo etcétera), lo que demuestra lo podrido de los poderes fácticos nicaragüenses y explica el contubernio del gran capital y la dictadura. Entre ellos tejen las relaciones de poder político y económico del país.
El pacto entre el régimen y el gran capital supuso una transferencia de excedentes de capital de la esfera pública a la privada, que no ha beneficiado a la población más vulnerable ni a los asalariados. Esa ha sido la receta de la política económica implementada por el régimen Ortega-Murillo: entregar al capital privado, al capital internacional y a la nueva oligarquía nacida al amparo del régimen los excedentes generados por los trabajadores del campo y la ciudad. Al empobrecer al pueblo, las élites demuestran que comprenden el concepto de lucha de clases. El envilecimiento de los más pobres, a través de la corrupción política, favorece el mantenimiento de las clases dominantes en el poder.
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Para mantenerse en el poder, Ortega, cuyo gobierno opera como una cleptocracia, reprime a movimientos sociales y a sectores que critican a su gobierno. Cientos de personas “de a pie” diariamente abandonan el país. Sus números incluyen cientos de menores de edad y mujeres que se ven obligados a abandonar Nicaragua, donde el gobierno corrupto y dictatorial, es incapaz de atender las necesidades más básicas que se requiere para la sobrevivencia diaria.
Huyen también de la represión indiscriminada de los paramilitares, estas personas son víctimas de un proyecto económico y militar que les imposibilita permanecer en su propio país y tener una esperanza de mejorar sus condiciones de vida. Sin ayuda internacional y ante la situación de pobreza y violencia, estas personas se ven obligadas a escapar del crimen organizado por los paramilitares o por las fuerzas que tratan de lucrar de su situación precaria.
Por ende, la ola migratoria es producto de los siguientes factores:
1) La concentración de la riqueza, el empobrecimiento de los trabajadores que viven en “pobreza laboral” y la crisis sociopolítica.
2) El impacto emocional y psicológico que produce la incapacidad del régimen en la gestión para hacerle frente correctamente a la pandemia del Covid-19.
3) Los avances de la desigualdad, falta de empleo, de la corrupción, la represión de los paramilitares y sin ninguna medida para minimizar la desigualdad económica de parte de la dictadura.
4) La hipocresía, en su relación con la dictadura, de partes de los políticos liberales, conservadores, socialdemócratas y socialcristianos y un largo etcétera que se traduce en los políticos comparsas.
5) El silencio cómplice de los banqueros y grandes empresarios, que se niegan a ver el origen de la quiebra política y moral del sistema económico y dictatorial que nos rige, permaneciendo callados.
¿A qué temen liberales, conservadores, independientes, grandes empresarios? Temen a lo que, hipócritamente, afirman defender: el estado de derecho, la lucha contra la corrupción e impunidad y las libertades de conciencia, todo lo cual permite votar contra los privilegios de casta y clase. De ahí su rechazo a aliarse con los que combaten, sin claudicación, a la dictadura Ortega-Murillo. Algunos poderes fácticos se hacen pasar por demócratas cuando son lo mismo. Ortega-Murillo no existirían sin la bendición de los poderes fácticos.
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¿Hacia dónde camina Nicaragua tras la farsa electoral de noviembre de 2021? Claramente hacia el partido único, donde además del partido orteguista existe una serie de partidos que adornan el paisaje político, pero que no tienen ninguna incidencia en la elaboración de las políticas públicas ni lucha a favor de la liberación de los presos políticos ni por el regreso seguro de los exiliados.
Los que van a participar con Ortega en esta farsa electoral son partidos fabricados por él mismo, son gente que se prestan a la ópera bufa y a los que les prometen que, a cambio de este ardid, la promesa de recibir uno o dos asientos en la Asamblea Nacional y/o algunos cargos en el aparato del Estado. Ortega seguramente va a obtener alrededor del 70% de los diputados de la Asamblea Nacional, y el resto los va a repartir entre los partidos comparsas. Estamos frente a una dictadura que no tiene límites, que no se pone límites y eso lo llevará a su propio desastre.
Entre el 2018 y 2021, todos han cometido equivocaciones y gran parte han sido producto de errores no forzados, de errores internos, de errores tácticos y estratégicos. Y de estos errores nadie se hace cargo y nadie quiere hablar. Esos errores nos indican que es necesario elaborar una nueva estrategia basada en el análisis de la realidad, tomando en cuenta la nueva coyuntura después de noviembre de 2021. La unidad de los factores de la oposición, la que busca el cambio real, es una variable insustituible para la lucha en contra de la dictadura y su carácter irremplazable aumenta cuando las fuerzas políticas optan por derrocar a la dictadura por la vía pacífica.