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Doña Coquito y doña Flor, entre el silencio y el exilio

Junio 06, 2022 02:30 PM

Miriam del Socorro Matus, mejor conocido como “doña Coquito” es una capitalina que abandonó su puesto de venta el 18 de mayo de 2018 para ofrecer gratis sus bolsas con agua helada a las personas que se encontraban congregadas en las afueras del portón principal del Seminario Interdiocesano Nacional Nuestra Señora de Fátima.

El gesto de esta anciana de 80 años contra los disidentes que protestaban en las afueras del Seminario contra Daniel Ortega que después de tres meses de represión en el país accedía a sentarse con la oposición en el primer Diálogo Nacional, mismo que fue televisado.

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De lo que se habló en el Diálogo, pocos o nadie se acuerda, pero del cariño de doña Coquito repartiendo su agua todos lo tienen presente. Luego se sumó a las marchas y en una ocasión fue detenida algunas horas por oficiales de la policía orteguista que la llevaron a las celdas del Chipote junto a otras mujeres. 

Finalmente la regresaron a su casa bajo sentencia que dejara de andar en esas cosas (marchas) porque ella ya no tenía edad. 

Desde el año pasado, la salud de doña Coquito se ha visto deteriorada, sus propios malestares, limitaciones económicas y la criminalización por criticar han orillado a enfocarse únicamente en su recuperación, Sin embargo, el doctor Alejandro Lagos Espinosa a modo voluntario ha dado seguimiento y en días recientes publicó unas imágenes atendiéndola. “Hoy fue un día especial en la atención a los ancianos desamparados. Atendimos a doña Coquito”, escribió el médico.

Empujada al exilio

Las voces disidentes siguen siendo perseguidas en el país. Es un secreto a voces que la única forma de estar en el país es “en silencio”. 

En mayo pasado, se conoció que doña Flor Ramírez emigró a Estados Unidos huyendo de la percusión estatal. Con 65 años de edad arriesgó su vida en un viaje irregular que en los últimos meses ha cobrado la vida de más de más de veinte nicaragüenses, algunas de las víctimas han perecido en el río Bravo.

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Doña Flor huyó de Nicaragua por el asedio y la constante persecución de simpatizantes sandinistas. Se unió a la masiva ola migratoria que ha marcado cifras récord en los últimos años.

En el mes de abril denunció que había sido amenazada de ser quemada viva dentro de su casa y expresó que temía no solo por su vida, también por su familia. “Seguiré luchando por todos los que están presos en sus propias casas”, expresó Ramírez.

Ella al igual que doña Coquito se volvieron íconos de la rebelión de Abril. Doña Flor también es conocida como “la señora del huipil”, traje folclórico con el acudió a las marchas del 2018. Contó que ella misma se encargó de elaborar esta pieza. 

A doña Flor la movió la solidaridad la primera vez que uso su huipil azul y blanco. Se vistió con el vestido icónico porque días atrás una joven había sido agredida por usar el traje típico. Desde entonces la vestimenta se volvió su distintivo.

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