CONFIDENCIAL: La resistencia de la prensa en Nicaragua
Bajo persecución de la dictadura, la resistencia del periodismo mantiene viva la llama la libertad de prensa como reserva de la democracia
El propósito de estas líneas en el Día Nacional del Periodista es relatar cómo se hace periodismo en Nicaragua bajo la dictadura de Daniel Ortega y cuáles son los retos que enfrentamos los periodistas.
Qué tan efectiva ha sido la prensa independiente para fiscalizar el poder y al mismo tiempo preservar nuestra credibilidad en medio de la extrema polarización política que ha provocado la crisis del régimen, es un desafío que intentamos responder todos los días con nuestro trabajo.
Pero antes de hablar de los medios es imperativo llenar el vacío del contexto, ese insondable agujero negro que con frecuencia omitimos los periodistas cuando nos sorprenden las grandes noticias, los estallidos sociales impredecibles como la Rebelión de Abril, que marcó un antes y un después.
El itinerario de la dictadura
Una década antes de la aparición de Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil, Daniel Ortega definió a la prensa independiente como “el enemigo” que debe ser aplastado, y mucho antes de la era de las “fake news” calificó a los periodistas como “hijos de Goebbels”, desatando virulentas campañas de linchamiento en los medios oficiales como respuesta a las denuncias de corrupción y abusos de poder de su Gobierno. Su esposa, la todopoderosa Rosario Murillo, vocera del régimen, inventó el concepto de la “información incontaminada”, para referirse a la información oficial en “estado puro” que llegaría hasta sus partidarios sin pasar por el filtro de las preguntas incómodas, el contraste informativo, y el contrapoder de la presa independiente.
El régimen que entró en crisis el 18 de abril de 2018 es el acumulado de más de doce años de poder autoritario, en que Ortega descarriló la transición democrática iniciada en 1990, y consolidó una dictadura que concentra todos los resortes del poder: el Parlamento, el Poder Judicial, el Consejo Supremo Electoral, la Contraloría, la Fiscalía, la Policía y el Ejército.
Desde su retorno al gobierno en 2007, Ortega alternó la represión con la cooptación política y los fraudes electorales para someter a la oposición y debilitar a la sociedad civil democrática, y a partir de 2009 forjó una alianza corporativista con los grandes empresarios que brindó estabilidad económica y legitimidad política a su régimen autoritario, sin democracia ni transparencia. Con el soporte del flujo millonario de los petrodólares venezolanos y una política social asistencialista, consolidó su base de apoyo y se reeligió de forma inconstitucional, primero en 2011, y después en 2016, tras eliminar al último partido de oposición parlamentaria de la competencia política.
Como parte de su estrategia de control de la prensa, Ortega mantuvo una campaña permanente de intimidación contra medios y periodistas, bloqueando el acceso a la información pública, mientras creaba su propio aparato de propaganda, un consorcio privado de canales de televisión, radioemisoras y productoras audiovisuales, financiado con los recursos del Estado. Sin embargo, toleró la existencia de una prensa crítica de la corrupción y las violaciones a los derechos humanos, en la medida en que no enfrentaba una oposición que amenazara su poder.
En CONFIDENCIAL, por ejemplo, investigamos y documentamos la desviación millonaria de los fondos de la cooperación estatal venezolana hacia los negocios privados controlados por la familia presidencial, así como la megaestafa del proyecto del canal interoceánico. Pero ninguna instancia estatal se atrevió a realizar alguna investigación sobre estos actos de corrupción y las violaciones a la ley y los derechos humanos.
Las investigaciones de la prensa independiente, por lo tanto, no tenían consecuencias inmediatas bajo un régimen autoritario.
El estallido de abril 2018
En 2017, Ortega inició su tercer período de Gobierno consecutivo, sin oposición y con su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta, teniendo el camino despejado para entronizar una dictadura dinástica. Esta aparente fortaleza política se derrumbó el 18 de abril de 2018, cuando estalló sin aviso la insurrección cívica.
La chispa de la protesta fue el decreto de reformas a la Seguridad Social que aumentó las cotizaciones patronales y laborales, gravando las pensiones. El detonante que provocó una rebelión nacional en demanda de libertad, justicia, y elecciones libres, fue el rechazo a la brutalidad de la represión.
A través de marchas masivas, barricadas en las ciudades, y tranques en las carreteras, la insurrección cívica demandó la salida de Ortega y Murillo del poder y la convocatoria a nuevas elecciones libres. Pero en la primera semana de represión, se produjeron más de cincuenta muertos en una orgía de violencia represiva que no se detendría durante al menos 100 días, en el peor baño de sangre de la historia de Nicaragua en tiempos de paz.
A partir de la Rebelión de Abril, una dictadura institucional de corte familiar se convirtió en una dictadura sangrienta, señalada por organismos internacionales de derechos humanos por crímenes de lesa humanidad, el asesinato de más de 300 ciudadanos, miles de heridos y 100 000 exiliados. Un régimen diseñado para gobernar sin oposición, colapsó al perder el monopolio de las calles y se aferró a la violencia policial y paramilitar para mantenerse en el poder.
El ataque contra la prensa
Desde el instante en que el movimiento autoconvocado amenazó el poder de la dictadura, los periodistas se convirtieron en uno de los principales blancos de ataque del régimen, que intentaba callar a la prensa para matar la verdad. A diferencia de otras crisis más prolongadas como la de Venezuela, en Nicaragua, en menos de dos años se han concentrado todos los crímenes contra la prensa con marcada intensidad. Según el monitoreo de la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, en este período se registran más de 2100 actos de agresión contra periodistas y medios de comunicación que incluyen:
- El asalto paramilitar que destruyó las instalaciones de radio Darío, en León, el 20 de abril 2018;
- El asesinato del periodista Ángel Gahona, en Bluefields, el 21 de abril de 2018, que se mantiene en impunidad;
- Agresiones físicas, asaltos, amenazas, espionaje, e intimidación contra los reporteros, por parte de policías y paramilitares;
- El exilio de forzado de más de 70 periodistas en Costa Rica, Estados Unidos, España, y otros países;
- La exclusión sistemática de los medios independientes en el acceso a la información pública;
- El bloqueo aduanero contra los periódicos durante 500 días, para impedirles acceso a papel e insumos;
- El robo y la ocupación policial de las redacciones de CONFIDENCIAL y 100% Noticias, desde diciembre 2018;
- La censura en el sistema de cable y la televisión abierta contra 100% Noticias, Esta Semana y Esta Noche;
- La criminalización del ejercicio del periodismo, el juicio político y el encarcelamiento de los periodistas Miguel Mora y Lucía Pineda durante seis meses.
En consecuencia, en Nicaragua hoy se hace periodismo bajo el riesgo de la agresión física, el asalto, y el asedio de policías y paramilitares, en condiciones de censura. Durante más de un año y diez meses, la resistencia de la prensa ha descansado en el coraje de los reporteros y su compromiso profesional, ético y político, con el apego a la verdad a cualquier costo.
La batalla por la verdad
Durante la Rebelión de Abril, el periodismo se unió en torno al compromiso con la verdad en la cobertura de la represión y la protesta, y la negativa a aceptar la censura o la autocensura.
La presión de los reporteros fue decisiva para que medios de gran alcance nacional, que mantenían una posición complaciente con el régimen, se sumaran a la cobertura crítica de la prensa independiente.
Nombrar a las víctimas
Nuestra primera tarea fue nombrar a las víctimas de la represión y contar las historias de los asesinados que hasta hoy siguen siendo negadas y ocultadas por el Estado.
Así surgió una estrecha colaboración entre el periodismo y las organizaciones de derechos humanos que hoy continúa a través de las Madres de Abril, el movimiento de los familiares de las víctimas que reclaman verdad y justicia sin impunidad.
En efecto, los periodistas tomamos partido al lado de las víctimas de la masacre. Por eso mantenemos una agenda de verdad, memoria, justicia y no repetición, como un compromiso ético con la reconstrucción democrática del país.
Empoderamiento ciudadano
En abril 2018, se hermanó la libertad de expresión de los ciudadadanos con la libertad de los periodistas para difundir noticias e información confiable. El empoderamiento de la gente en la protesta y el uso intensivo de los teléfonos celulares y las redes sociales, generó un torrente de información e imágenes sin el cual no habría sido posible cubrir la insurrección cívica en su dimensión nacional.
Los periodistas y medios de comunicación realizamos, primordialmente, una labor de curaduría profesional para verificar y contextualizar las imágenes e informaciones de las redes sociales. Casi dos años después, las redes sociales son un espejo de la polarización nacional en las que predomina más la opinión que la información, lo cual reclama una labor profesional aún más rigurosa de parte del periodismo.
Periodismo colaborativo
Sometidos al ataque frontal de la dictadura, periodistas y medios independientes respondimos creando una red de solidaridad que desembocó en una práctica de periodismo colaborativo. Primero nació el Foro de la Prensa Independiente, y después Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN).
En la práctica, el periodismo colaborativo nace de la necesidad de autoprotección de los reporteros a través de la acción colectiva frente al asedio y agresiones de policías y paramilitares. El siguiente paso fue compartir fuentes e incluso primicias informativas, para lograr mayor difusión, hasta llegar a reproducir en las plataformas digitales y radiales los contenidos de medios que se encuentran censurados en el cable y la televisión abierta como CONFIDENCIAL y 100% Noticias.
Periodismo de calidad
El mayor desafío ha sido seguir haciendo periodismo investigativo y narrativo de calidad, bajo un clima de amenazas y polarización política extrema. Las investigaciones periodísticas sobre ejecuciones extrajudiciales, violaciones de derechos humanos, y la corrupción del régimen, premiadas en certámenes nacionales e internacionales, ofrecen una muestra irrefutable de la calidad del trabajo del periodismo nicaragüense.
La otra cara de la moneda consiste en fiscalizar la dinámica del proceso de cambio político, que nació como un movimiento autoconvocado sin líderes ni organización, y en la medida en que se ha institucionalizado, proyecta una competencia de agendas e intereses, que requieren la vigilancia de la prensa. Mantener la separación entre el periodismo independiente y el activismo, y la distancia con los nuevos actores políticos, es imprescindible para hacer buen periodismo y fiscalizar el poder.
El fracaso de la narrativa oficial
Bajo condiciones de asedio y persecución, el periodismo está ganando la batalla por la verdad frente a la maquinaria de propaganda y desinformación de los medios oficiales. Las historias, testimonios, e investigaciones de la prensa independiente sobre el poder y la masacre, son más convincentes que el inverosímil monólogo oficial cada mediodía de la vicepresidenta Rosario Murillo y su discurso de odio para justificar la violencia represiva.
A mediados de 2018, Ortega intentó sin éxito implantar la narrativa del supuesto golpe de Estado que habría intentado derrocar a su Gobierno, y llegó al extremo de negar la existencia de las bandas paramilitares del FSLN. Pero la supuesta “normalidad” oficial ha sucumbido frente a la aplastante realidad de un estado policial, que anuló los derechos de reunión y movilización, llegando a asaltar iglesias, procesiones religiosas, y centros comerciales.
Al imponerse la censura televisiva, las audiencias de los medios independientes crecieron de forma exponencial en las plataformas digitales y en las redes sociales. Así surgieron nuevas audiencias, engrosadas por jóvenes anteriormente distantes del debate público, e incluso por numerosos partidarios del régimen que recurren a los medios independientes como única alternativa para acceder a información confiable.
La resistencia en la cárcel
El asalto policial y la ocupación de las redacciones de CONFIDENCIAL y 100% Noticias en diciembre de 2018, extendió la resistencia de la prensa al exilio y a la cárcel.
La criminalización del ejercicio del periodismo le impuso seis meses de cárcel a los periodistas Miguel Mora y Lucía Pineda Ubau, director y jefa de prensa de 100% Noticias, respectivamente, quienes fueron sometidos a un juicio político por presuntos delitos penales de “conspiración”, “terrorismo” e “incitación al odio”, Desde la cárcel, Miguel Mora y Lucía Pineda se convirtieron en un símbolo de resistencia del periodismo nicaragüense y continental, reivindicando que hacer periodismo no constituye delito.
El periodismo en el exilio
Entre 2018 y 2019, más de 70 periodistas se vieron obligados a salir al exilio, como resultado de la persecución, el asedio a sus casas, y amenazas de muerte.
En el exilio en Costa Rica, España y Estados Unidos, la prensa nicaragüense se reinventó en plataformas digitales, en las que nacieron nuevos medios como Nicaragua Investiga, Nicaragua Actual, Despacho 505, República 18, Actualidad con Dino Andino, y renacieron otros como 100% Noticias, Esta Semana y Esta Noche, Café con Voz, Jaime Arellano en La Nación, Radio Darío y Voces en Libertad.
No a la censura televisiva
A pesar de la suspensión del bloqueo aduanero a las importaciones de papel e insumos del diario La Prensa en febrero de este año, el régimen mantiene la censura televisiva contra 100% Noticias y los programas Esta Semana y Esta Noche, cuyas redacciones siguen ilegalmente ocupadas por la Policía desde diciembre de 2018.
La demanda de cero tolerancia contra cualquier agresión verbal, física, y actos de intimidación contra los periodistas, la devolución de los medios ocupados a CONFIDENCIAL y 100% Noticias, el retorno seguro de los periodistas exiliados, y el levantamiento de la censura televisiva, forman parte del reclamo nacional para lograr la plena restitución de la libertad de prensa. Es el primer paso para avanzar hacia la reforma política que permita una elección libre, para terminar con la dictadura Ortega-Murillo e iniciar la reconstrucción nacional.
Sobrevivencia y sostenibilidad
El periodismo también enfrenta el desafío supremo de lograr su sobrevivencia económica, y sostenibilidad. En 2020 se ha iniciado el tercer año consecutivo de recesión económica en el país, con una drástica reducción de los presupuestos publicitarios.
A la crisis que enfrentan los medios en todas partes, provocada por los cambios tecnológicos en la industria y la revolución digital, se agregan los problemas adicionales de un mercado nacional en crisis y en dictadura. La búsqueda de nuevos modelos económicos de gestión para financiar la independencia de los medios, a través de la monetización comercial, donaciones internacionales, y los aportes de la audiencia, reclama una atención que va más allá del interés profesional de los periodistas. También los empresarios deben entender la sobrevivencia de la prensa independiente como un imperativo democrático de toda sociedad.
El radar internacional
Por último, y no menos importante, en un período de gran convulsión y crisis regional, enfrentamos la responsabilidad compartida de colocar de vuelta al país en el interés de la opinión pública internacional.
El desafío que asumimos los periodistas es contar las historias relevantes del poder, en el cambio de una dictadura de forma pacífica. Historias que enciendan una luz en el radar de la prensa internacional para llamar su atención sobre los días de dolor y esperanza que vive Nicaragua.
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