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Oscar René Vargas: El caciquismo político clientelar en Nicaragua

Agosto 22, 2020 08:35 AM

A veces, la predicción política se convierte en una trágica verdad; o a veces, tener razón demasiado temprano es lo mismo que equivocarse.

Nicaragua, básicamente, durante mucho tiempo, ha sido un estado de partido único, partido que representa los intereses de la alianza de la nueva oligarquía + la vieja oligarquía + la burguesía tradicional + los partidos zancudos. El país es dirigido esencialmente por esa alianza que tiene una influencia abrumadora en el régimen Ortega-Murillo.

El sector militar y policial es la garantía para imponer la regla de máxima riqueza para el sector corporativo. El poder judicial de arriba abajo se encarga de complementar la represión paramilitar, condenando a la disidencia, con el objetivo de garantizar la enorme concentración de la riqueza y la concentración del poder político en manos del dictador

Nicaragua es un país dirigido esencialmente por un sector social atrasado y mafioso que tiene una influencia abrumadora en las políticas públicas implementadas por el régimen y que expresa los intereses de la alianza del gran capital y la nueva oligarquía, sostenida por la dictadura Ortega-Murillo.

Esa alianza permitió que, en los últimos años, se haya producido una enorme concentración de la riqueza, centralización del poder político y una población empobrecida, estancada y en declive social, factores que han facilitado el fortalecimiento del caciquismo político clientelar.

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El caciquismo político clientelar consiste en favorecer selectivamente desde posiciones de poder a algunos de los que están en niveles sociales bajos, beneficiándoles sobre sus iguales, para garantizar su apoyo, fidelidad e incondicionalidad a través de complicidades y componendas con autoridades municipales y presidencial.

El caciquismo político clientelar se convirtió, en el siglo XIX y XX, en el eje central del sistema político tradicional. En la mayoría de los lugares, sobre todo rurales, las elecciones supuestamente democráticas tenían siempre como vencedor al cacique local, comarcal o municipal, pertenecientes al partido de gobierno controlado por las familias más adineradas, propietarias o a hombres de pajar de estos.

El poder económico y social era y es fuente del poder caciquil que desemboca y refuerza con el poder político. En el sistema político bipartidista del siglo XX, los dos partidos tradicionales, liberal y conservador, actuaron en base a este modelo, colocando en los puestos de la administración municipal a sus respectivos seguidores y clientes cuando ascendían al gobierno central. Y este tipo de organización ha funcionado también en el siglo XXI controlados por una sola persona o integrados por facciones políticas que funcionan caciquilmente.

Con el régimen Ortega-Murillo, algunos oligarcas locales se han fortalecidos como caciques y también pasaron a serlo otros personajes fieles al régimen. Su poder ha llegado a ser fundamental en los municipios y comarcas. Muchos de ellos, los caciques locales, acrecentaron su riqueza o se hicieron ricos desposeyendo a campesinos u otros, o a través de negocios legales e ilegales con el apoyo del poder presidencial.

Desde el 2007, con el regreso de Ortega al poder, se fue construyendo caciquismo político de nuevo tipo, ahora basado en el poder económico, la represión y en el desempeño de cargos públicos, sobre todo municipal. Al mismo tiempo, se implementó el clientelismo político con el dinero proveniente de Venezuela para comprar voluntades, conciencias y votos basado en el sistema de ayuda a los sectores pobres (el zinc, la vaca, el cerdo, etcétera), lo cual ha sido clave para consolidar el caciquismo político clientelar.

Surgió así un nuevo caciquismo clientelar, a la vez personal y de partido, que ha sido uno de los elementos centrales de sostén del régimen Ortega-Murillo. El régimen, también, ha reforzado el caciquismo político clientelar a través de las contrataciones y adjudicaciones de subvenciones, beneficios fiscales, exoneraciones de todo tipo. Es decir, con el régimen Ortega-Murillo no ha desaparecido la lógica caciquil clientelar, más bien la ha fortalecido.

A partir de abril de 2018, el caciquismo clientelar comenzó un proceso de descomposición, desarreglo y desintegración, afectando de esa manera uno de los pilares de sustentación del régimen autoritario, lo cual ha coadyubado a desarrollar un proceso de implosión de la dictadura.

Este proceso de implosión interna se acelera por el miedo de los cuadros intermedios del “orteguismo” frente a la posibilidad de perder el poder, miedo a enfrentar la justicia, miedo a perder el dinero acumulado por medios ilícitos, miedo a perder prebendas, miedo a perder el empleo para el que no están calificados, miedo a perder la impunidad que los cobija.

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La crisis del caciquismo político clientelar se expresa en diferentes niveles; ya sea en el congelamiento salarial a los maestros, a los trabajadores de la salud, el despido de funcionarios de las alcaldías y del gobierno central que incrementa el descontento de su base social; ya sea en la exteriorización de los altercados y contradicciones que se producen entre las diferentes tendencias del aparato sindical “orteguista”.

La crisis del caciquismo político clientelar se manifiesta en el incremento del desempleo y por la incapacidad de la dictadura de mantener las dádivas a su base clientelar y la profundización de la crisis económica.

Igualmente, la crisis del caciquismo político clientelar se manifiesta por la combinación y ampliación de las cinco crisis: económica-financiera, social, política, sanitaria e internacional, a lo que se le ha sumado la reciente crisis/confrontación del régimen con la iglesia católica, obispos y feligreses.

Bajo las circunstancias de la crisis sanitaria por la pandemia y el agravamiento de la situación económica, la población económicamente activa entra en riesgo de empobrecimiento que afecta a los sectores populares y la clase media. Además, el empobrecimiento de la base social del orteguismo que no cuenta con un salario fijo incrementa las fisuras que el caciquismo político clientelar.

La pérdida de ingreso de la base social del orteguismo no sólo es un tema monetario y de la capacidad adquisitiva, es también la imposibilidad del régimen de mantener el clientelismo político en una coyuntura de gravedad sociopolítica, crisis económica interna y sanitaria que durarán varios meses más.

El gran problema es la oposición política formal es que le da el tiempo político a Ortega para administrar sus conflictos internos por su incapacidad de presentar una estrategia de poder por medio de un programa y un frente unificado opositor. A mi criterio, la oposición debe "potenciar" esos conflictos internos con una estrategia para la toma del poder que incluya la problemática rural siempre descuidada por los políticos tradicionales.

Se necesita un plan estratégico para golpear los puntos débiles de la dictadura, evitando convertirse en blanco fácil de la represión. Eso exige otro tipo de lucha que siga minando la crisis del caciquismo político clientelar. Crisis que contribuye a derruir el pedestal que viene construyendo la dictadura para perpetuarse en el poder.

Estamos frente a una panorámica en cinco claves de la coyuntura. 1) Objetivo único del régimen: consolidar el proyecto autoritario a través de la represión y la mentira, confundir a la población con mentiras y falacias puede ser un bumerang contraproducente para el régimen. 2) el capital no termina de romper con su alianza con la dictadura. 3) oposición sin poder, sin relato y sin estrategia han perdido la brújula. 4) el corto plazo no hay perspectivas de cambio, solamente se visualiza la profundización de las crisis. 5) se acelera el proceso de implosión interna del régimen como consecuencia de la combinación y profundización de las cinco crisis, lo que afecta directamente al caciquismo político clientelar a través de las pugnas entre las diferentes tendencias existentes al interior del “orteguismo”.

Para finalizar concluyo diciendo que sigue corriendo el agua del río que es la protesta social. Todo pasa, pero el cauce y el río mismo permanecen. Es necesario que haya cauce y la estrategia de lucha es el cauce. El cauce es tan necesario al río, que sin él no habría río sino pantano. El Grito de Abril de 2018, es el agua fresca del río que camina y camina en el cauce, y que borrará el pantano en que se ha vuelto el régimen Ortega-Murillo para Nicaragua.

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