Calentándose más la olla
“La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero quizás es igualmente vano esforzarse por comprender el pasado, si no se sabe nada del presente”. Marc Bloch.
Al cerrar el año 2019, la situación social se expresa con más de 300 mil personas que han perdido sus empleos en la industria, la construcción, el comercio minorista, el turismo, el agro, etcétera.
Los jóvenes desempleados, empujados en la desesperanza del no futuro en el país, emigran. Los jubilados siguen recibiendo prestaciones miserables.
La represión aumentó, las cárceles se siguen llenando; cualquier insubordinación social es penada con mano dura. Ortega-Murillo están apostando a quedarse más allá del 2021. No les importa el precio a pagar por la sociedad nicaragüense, su lógica sigue siendo el poder o la muerte.
Entre 2007 y 2019, el régimen Ortega-Murillo se fue desconectando de las bases populares al priorizar las políticas económicas favorables a sus aliados, lejos de las necesidades del pueblo en general.
A finales de 2019, la represión es descarada y evidente. No hay disfraz institucional ni mascaradas blandas. Son acciones virulentas con protagonistas directos de la policía, los paramilitares y los matones, aplicando el manual de las bandas fascistas: secuestran, torturan, humillan, denigran y asesinan a los ciudadanos.
La represión operada por el régimen tiene como objetivo desinflar, con traumas y crispaciones, las demandas de los ciudadanos; honrando, vendiendo la consigna que “todo está normal”.
Al mismo tiempo, el poder soborna a billetazos a los políticos comparsas a cambio que estén de acuerdo con los deseos del dictador de una “salida al suave” y elecciones con él en el poder.
Desde abril de 2018, el régimen Ortega-Murillo no sólo ha perdido la iniciativa política en muchos terrenos, en el nacional y en el internacional. También, ha perdido al estudiantado, a la juventud en general y la capacidad de revertir la crisis sociopolítica.
Las corajudas protestas de los estudiantes en las promociones escolares en diferentes partes del país, no aseguran luchas inmediatas, ni masivas futuras resistencias.
Tampoco presagia una nueva ola de grandes movilizaciones sociales invadiendo las calles. Las protestas sociales persisten, el objetivo es la caída de la dictadura y evitar un cambio cosmético.
Solamente indican que hay una base social con capacidad de reacción, y una acumulación de hastío que, incluso en medio de la represión, rechazan al régimen.
Mientras tanto, crece, al interior de la Alianza Cívica, una orientación componedora para una “salida al suave” de la crisis sociopolítica o elecciones de cualquier manera.
Para implementar la “salida al suave” se está organizando un pacto por “arriba” y creando las condiciones para ser aceptada por “los de abajo”, con el objetivo de atornillar la estabilidad social y económica.
Los políticos tradicionales buscan diluir las exigencias de los ciudadanos. Ensayan un nuevo dique para frenar las movilizaciones sociales en la calle.
Ahora propician elecciones de cualquier manera. Existe un “te doy para que me des” entre el régimen y algunos poderes fácticos más partidos comparsas.
Para los voceros del gran capital es importante “mantener el diálogo” para asegurar una salida al suave. Promueven la búsqueda de un entendimiento a cualquier costo con el régimen, para evitar que se incendie la pradera con un paro nacional.
La cúpula dirigente de la Alianza Cívica funciona como una trituradora de la idea de un paro nacional, como cerrojo a las luchas sociales en las calles y de cualquier horizonte emancipatorio.
La Alianza Cívica sabe que no tiene un cheque en blanco. Sobre todo, en cuestiones democráticas, derechos humanos, derecho a libre expresión y a la manifestación.
Tampoco recibirá una tregua de los familiares de los presos, de los muertos y de los detenidos-desaparecidos en su incansable lucha por la verdad y la justicia.
Los jóvenes en la batalla contra la dictadura son la palanca estratégica a favor del cambio que los políticos tradicionales olvidan.
Sin embargo, la falta de empleos, la recesión económica, la precariedad del salario, las malas condiciones sociales y la represión empuja a los jóvenes más conscientes a emigrar.
Existe un vacío político que no puede llenarlo los partidos tradicionales comparsas. La rebelión de abril 2018 comenzó en forma espontánea y sin liderazgo unificado, pero ya emerge una organización unitaria por abajo.
Pese a todo, pienso que el régimen no está ganando. Es importante saber que las luchas sociales de resistencias y por las libertades democráticas, pese a la represión, están allí de frente a nosotros.
Sin embargo, el régimen ha logrado disminuir el número de protestas de los ciudadanos; dicho reflujo social da el espacio político para que los apaciguadores implementen acuerdos secretos entre los poderes fácticos para implementar un “aterrizaje al suave”.
Es bueno recordar que la reacción del régimen se hace más violenta, justamente cuando sigue perdiendo legitimidad política, económica y social a nivel nacional e internacional. La dictadura Ortega-Murillo es incompatible con la democracia.
Si en el 2020, la protesta popular gana densidad y conducción política, estaremos ciertamente frente al inicio del fin de la dictadura, que exige un balance serio de los avances y limitaciones del momento político, económico y social actual.
Pero representa también grandes desafíos y posibilidades de transformaciones profundas y recuperación de los derechos humanos, de las libertades de expresión y de manifestación.
Para lograr la democracia en Nicaragua, es necesario trabajar en la dirección de la conformación de un Comité Nacional del Paro Ciudadano, única manera de preparar las nuevas batallas políticas en el 2020, teniendo presente que el “gallo ennavajado” se ha convertido en “gallo cojo”.
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