Isabel II, eterna enamorada de los caballos
Un poni de raza Shetland regalo de su abuelo, el rey Jorge V, despertó el amor de la reina Isabel II por los caballos a la temprana edad de cuatro años, una pasión que la acompañó durante el resto de su vida.
La soberana fue durante décadas la figura central del certamen ecuestre de Royal Ascot y conquistó algunas de las carreras más prestigiosas con purasangres criados en sus fincas.
Jinete experta, llegó a negociar asuntos de Estado con el presidente de EE.UU. Ronald Reagan en un célebre paseo a caballo en 1982.
Mantuvo ese entusiasmo hasta sus últimos años. El pasado abril, al cumplir 96, la monarca celebró su aniversario publicando una fotografía tomada en los terrenos del castillo de Windsor junto a dos de sus ponies, Bybeck Nightingale and Bybeck Katie, dos ejemplares blancos de las montañas inglesas de Cumbria.
La tradición equina tenía ya además profundas raíces en la familia real británica. La reina Ana fundó en 1711 el circuito de carreras de Ascot, a pocos kilómetros del castillo de Windsor, donde desde entonces se reúne cada año la alta sociedad y la realeza del Reino Unido.
La propia Reina, aficionada a las apuestas, solía competir con caballos de su propiedad.
Estuvo presente sin falta en el circuito todos los años desde su coronación hasta este 2022, cuando sus problemas de salud le impidieron ir.
VICTORIAS HISTÓRICAS
Isabel II hizo historia al convertirse en la primera monarca en el trono que logró ganar con uno de sus purasangres -Estimate- la Gold Cup de Ascot, la carrera de larga distancia más prestigiosa del Reino Unido.
A lo largo de las décadas, sus caballos han ganado cuatro de los cinco eventos más prestigiosos del país -las 1.000 Guineas, las 2.000 Guineas, Epsom Oaks y St Leger Stakes-. Tan solo se le resistió la carrera de Derby.
Entre sus más preciados recuerdos deportivos destaca también la gesta de su caballo Dunfermline en el año 1977, su Jubileo de Plata, que fue montado por el yóquei Willie Carson y conquistó Epsom Oaks y St Leger Stakes.
JINETE EXPERTA
Además de poseer y entrenar purasangres de carreras, Isabel II aprendió a montar desde la infancia. Sus primeras lecciones ecuestres tuvieron lugar en las caballerizas del Palacio de Buckingham siendo todavía una niña.
En junio de 1947, aún como princesa, Isabel dirigió su propia montura, junto a su padre, el rey Jorge VI, en el tradicional desfile anual Trooping de Colour, una de las más solemnes ocasiones en las que la monarquía británica saca a la calle toda su pompa y boato.
Desde entonces, hasta 1986, ya como soberana del Reino Unido, desfiló cada año ante los británicos sobre uno de sus equinos.
Una de sus instantáneas más célebres a caballo es la fotografía de 1982 en la que aparece junto al entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, que abordó con ella el respaldo de Washington a la guerra de las Malvinas, entre otros asuntos, durante un paseo sobre sendas monturas.
ACTIVIDAD GANADERA
Los establos de la finca de Sandringham, en el este de Inglaterra, han sido una de las joyas de la monarca durante sus más de siete décadas en el trono.
Allí ha criado a muchos de sus purasangre, mientras que en la finca escocesa de Balmoral mantenía ponis Shetland y, desde 2007, ponis Highland, raza autóctona escocesa en peligro de extinción.
Dada su pasión por el mundo ecuestre, mandatarios de todo el mundo han agasajado a la reina con caballos desde el principio de su reinado.
El monarca Faysal II de Irak fue el primero, al regalarle un caballo de raza árabe en 1953 para conmemorar su coronación como soberana británica, mientras que el último lo recibió del presidente francés, Emmanuel Macron, que le entregó uno de los ejemplares de su
Guardia Republicana el pasado junio, en ocasión de sus 70 años en el trono.