Amanda fue obligada a prostituirse en Costa Rica tras ser engañada por una amiga nicaragüense
A sus 22 años, la nicaragüense Amanda, una chica trans nunca imaginó que sería víctima de trata de personas en Costa Rica luego de aceptar la supuesta ayuda de una amiga que encontró en San José.
“Una amiga nicaragüense que me encontré en San José me dijo que iba a ayudarme dándome casa y consiguiéndome trabajo y resultó ser un trabajo ilícito, de trata de personas en donde me obligaban a ejercer la prostitución, bajo amenaza de que me deportarían a Nicaragua”, contó Amanda al proyecto “Soy una persona migrante en Costa Rica y esta es mi historia" del Servicio Jesuita que reunió varios testimonios.
“Pensé que era un trabajo honrado y de pronto me vi en las inmediaciones de la Clínica Bíblica como muchas otras mujeres trans”, relató Amanda, quien fue víctima de trata de personas al encontrarse en Costa Rica, sin familia, sin amigos y con miedo.
La joven salió de Nicaragua por uno de los puntos ciegos de la frontera con Costa Rica ante las constantes amenazas del régimen sandinista por haberse involucrado en las protestas antigubernamentales de 2018.
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Estaba cansada de la violencia ejercida en su contra por ser opositora al gobierno y de las constante discriminación, insultos y burlas por ser una mujer trans “somos pisoteadas, allá no valemos nada”, reprochó Amanda.
“Un militar del ejército nicaragüense nos detuvo cuando estábamos muy cerca de ingresar a Costa Rica, nos exigió dinero y nos insultó y después de quitarnos lo poco que teníamos, nos dejó pasar”, relató la joven.
Discriminada en el extranjero por nicaragüenses
Amanda cuenta que ha sido víctima de discriminación por ser extranjera. “Nos hacen llorar porque nos dicen que nos vayamos, que este no es nuestro país, que estamos contaminando Costa Rica”.
Sin embargo, confiesa que lo que hasta ahora más le ha dolido es que la discriminación ha llegado de sus propios connacionales que envalentonados por estar asentados y tener documentos en Costa Rica a migrantes como ella la ven con odio y la rechazan por su condición de ser LGBTI.
“Estuve en condición de calle y recibí malos tratos de los propios nicaragüenses”, se lamenta Amanda, quien dice haber soportado hambre, frío, maltratos cuando no lograba ganar dinero y vivía con mucho temor y tristeza; todo por desconocer que en Costa Rica existían organizaciones como el Servicio Jesuita y que podían apoyarla por ser una solicitante de refugio.
El caso de Jacob
Jacob es superviviente de abuso sexual. Experiencia que superó gracias al apoyo de la Asociación de Mujeres Jóvenes Luchadoras. Se identifica como una persona afrodescendiente de etnia creole, trans no binarie y activista por los derechos humanos.
Creció en un hogar donde era normalizada la violencia. “He enfrentado muchas dificultades y he logrado llevarlas adelantes al escuchar a mi cuerpa y también admitiendo cuando puedo llegar a necesitar ayuda, por ejemplo, en el caso de atención psicológica”.
Señala que del exilio aprendió que es circular y en este hay una diversidad de la que él mismo ahora es parte, sin embargo aprendió que de su condición puede ayudar a otros migrantes vulnerables.
“Mi casa ya ha servido de canal para acoger por tiempos a las personas, porque ya lo he vivido. Si yo le puedo abrir las puertas a alguien lo voy a hacer. Y siempre mi casa está llena. Es un espacio pequeño donde vivimos varias personas que hemos decidido ser familia, porque yo vine al exilio sole”, concluyó Jacob.|