Monseñor Báez: la iglesia debe ser clara, sin miedo a “descontentar a los poderosos”
En el segundo domingo de Adviento, monseñor Silvio José Báez invita al pueblo católico a tomar como ejemplo la rebeldía de Juan el Bautista y asegura que la iglesia debe ser profética si en realidad quiere servir al mesías y no “una institución temerosa de descontentar a los poderosos”.
“La predicación de Juan Bautista no era diplomática ni temerosa, sino profética y clara. Como debería ser también hoy la predicación de la Iglesia, si quiere ser servidora del Mesías y no una institución temerosa de descontentar a los poderosos de hoy”, insiste.
La homilía de monseñor Báez se centró en la figura de Juan Bautista y lo tomó como referente, porque “no pertenecía a la clase sacerdotal que desde el templo se imponía sobre el pueblo, ni era tampoco un predicador preocupado por no descontentar al temido Herodes Antipas, ni mucho menos un cobarde aliado del sanguinario procurador romano Poncio Pilatos”.
Para el obispo, Juan es un símbolo de libertad y la iglesia debe ser como él, que “era un rebelde frente a la religión acomodada de Jerusalén y un crítico de la sociedad desigual e injusta de Judea”.
Se necesita rebeldía en la iglesia y en la sociedad de hoy
Monseñor Silvio Báez también hizo énfasis en que es necesario ser rebeldes y tener un espíritu crítico para enfrentar los sistemas dominantes y denunciar los crímenes de los opresores.
“Hoy necesitamos la rebeldía de Juan Bautista. Necesitamos rebeldía intelectual, para atrevernos a pensar con libertad y con espíritu crítico frente al sistema dominante. Necesitamos rebeldía social para no aceptar como normal, regímenes de terror que quieren obligarnos a ser indiferentes y silenciosos. Necesitamos rebeldía profética para alzar la voz en nombre de Dios y denunciar los crímenes de los opresores, animar a los decaídos, iluminar a los confundidos, cuidar de los pobres y defender a las víctimas”, insiste el obispo auxiliar de Managua.
Monseñor Báez también considera que basta una sola voz que se atreva a hablar en nombre de Dios para dar esperanza a los decaídos y decir la verdad con valentía, pues tiene una fuerza asombrosa, aunque sea solo una voz en el desierto.
“Una sola voz serena pero firme que haga renacer la esperanza y no se deje intimidar por nadie, produce un efecto sorprendente. ¡Qué necesarias son las voces que gritan sin temor en nombre de Dios la verdad e invitan sin desfallecer a tener esperanza!