Aquel “no” a Daniel Ortega en 1990
Hace 30 años, Violeta Barrios de Chamorro derrotó en las urnas a Daniel Ortega, cerrando una década de guerra, y abriendo el país a la democracia. Hoy la oposición intenta repetir aquella gesta con el mismo rival y en circunstancias similares.
Daniel Ortega al amanecer del 26 de febrero de 1990 compareció en cadena nacional de radio y televisión para anunciar que aceptaba la derrota electoral. El hombre fuerte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) dejó el uniforme militar por un pantalón jeans y una camisa estampada y apareció con el rostro compungido para pronunciar un discurso sensato que certificó su fin al mando de Nicaragua, pero que significó el inicio de una etapa en la historia.
“Quiero expresarle a todos los nicaragüenses y a los pueblos del mundo que el Presidente de Nicaragua, el Gobierno de Nicaragua, va a respetar y va acatar el mandato popular emanado por la votación en estas elecciones”, empezó Ortega su mensaje, acompañado por el entonces vicepresidente Sergio Ramírez y el comandante Bayardo Arce, y flaqueado por decenas de medios nacionales e internacionales que dieron cobertura a las elecciones más observadas de Nicaragua.
El candidato del Frente Sandinista, que apostada con seguridad a una continuidad del proyecto revolucionario que derrotó al dictador Anastasio Somoza en 1979, fue rechazado en las unas por el 54.7% de los electores que prefirió a Violeta Barrios de Chamorro de la Unión Nacional Opositora (UNO). Las elecciones fueron un sí una pregunta a continuar o no con el sandinismo, marcado por la guerra y la pobreza.
El discurso madrugador de Ortega fue el último sorbo de un bebida amarga que Ortega empezó a saborear desde las nueve de la noche del 25 de febrero cuando a boca de urna informaron a la Dirección General del Frente Sandinista, reunida en la Loma de Tiscapa, que el conteo daba la victoria a Chamorro Barrios. A esa hora, la confianza de Ortega se desmoronó, y obtuvo de Luis Carrión un consejo desbastador: “Tenés que reconocer los resultados”.
VENCER EL MIEDO
El 25 de febrero de 1990 más de 1.7 millones de nicaragüenses salieron a votar, bajo un clima de miedo, impuesto por los sandinistas. El proceso fue observado por el Centro Carter, Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, lo que dio confianza a los electores de que se respetaría la voluntad popular, dice Alberto, un ciudadano capitalino que en ese año apenas rozaba los 16 años.
Hoy de 46 años recuerda porqué su padre, de 76 años entonces, votó aquel día: “No quería más Servicio Militar Patriótico, no quería que yo fuera a tirar balas en las montañas, ya habíamos perdido a un hermano en la guerra”. De él nunca tuvieron una tumba a la que llorar, solo saben que fue ultimado por la “contra” en el Norte de Nicaragua, a finales de 1988, dice desde su casa, en el barrio San Antonio, Managua.
Su padre y la familia respaldaron el proceso revolucionario emprendido por los sandinistas en 1979 como una oportunidad de cambio, pero más pronto que tarde chocaron con la decepción. “Hubo una presión porque se votara por el sandinismo, pero la familia venció el miedo y votó por el cambio”, recuerda.
El jefe de campaña de la UNO, el fallecido Antonio Lacayo, rememoró en el documental de Fundación UNO, que sintió una enorme confianza después de una concentración en Juigalpa, Chontales, en la que se invitó a los ciudadanos a marchar: “La gente comenzó a salir de sus casas y sumarse, la gente perdió el miedo cuando vio a doña Violeta caminando”.
La crónica del diario La Prensa al día siguiente de las elecciones narró que el Ejército Sandinista, enterado que el 50% de los campesinos del Caribe Sur (entonces Zelaya) votaría por la UNO, intensificó su patrullaje e impidió el paso a los centros de votación. “Unos 500 campesinos fueron devueltos por el Ejército”, y hasta se les “quitó la tarjeta de votación”, denunció el rotativo.
CONTRA PRONÓSTICO
La noche del 21 de febrero en la Plaza Carlos Fonseca Amador (hoy Plaza la Fe) Daniel Ortega apareció al son de la canción “El gallo ennavajado” y arropado por banderas rojinegras. Ante medio millón de nicaragüenses, que se reunieron ahí para el cierre de la campaña del FSLN, el exguerrillero se mostró listo para hablar con Estados Unidos, su rival ideológico, y, lo más importante para sus bases, prometió que con él “todo será mejor”. Ese manifestación le dio un sabor a victoria.
Y no era para menos. Las encuestas daban una holgada ventaja al Frente Sandinista y todos los líderes revolucionarios, tras constantes baños de masas, estaban convencidos de que triunfarían en las urnas.
Medios norteamericanos de prestigio como la cadena ABC y el diario The Washington Post publicaron un sondeo en el que Ortega obtenía un triunfo con el 48% de intensión de votos y Barrios de Chamorro con el 32%. Pero la encuestas no acertaron, mucho menos las multitudes de campaña de Ortega porque ya entrada la madrugada del 26 de febrero, el presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), Mariano Fiallos, anunció una tendencia sin retorno.
Ese informe de 54,383 votos, el 5.6% de las mesas electorales escrutadas, indicaba que la UNO obtuvo 26,671, mientras que el FSLN 23,016. Horas después, a las 3:00 a.m. Violeta Barrios de Chamorro, tras hablar con Ortega, compareció ante la nación para alzarse como presidenta electa de Nicaragua, y primer mujer latinoamericana en convertirse en mandataria de una nación.
“Todo hemos logrado la primera elección democrática de toda la historia de este país, confieso que me siento muy emocionada en este momento tan importante para Nicaragua y quiero ratificar ahora que haré honor a mi compromiso de lograr la reconciliación nacional porque sólo así podremos tener paz y bienestar económico”, dijo Barrios de Chamorro.
Para el fallecido expresidente del CSE, Mariano Fiallos, en el triunfo de Barrios sobre Ortega se juntaron varios factores. “Entre ellos estaban los problemas del Gobierno Sandinista, los grandes errores de los dirigentes, la intervención de Estados Unidos, la escases y la guerra “contra” que la gente achacó a la enemistad y al propio Gobierno de Estados Unidos”, llegó a decir en el documental “La transición: los años de doña Violeta”.
Ese documental, producido por Fundación UNO para conmemorar el 15 aniversario de las elecciones de 1990 , también recoge las impresiones del expresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez: “Nadie pensaba que por medio de unas elecciones populares una revolución podía a perder el poder, se daba por descontado que una revolución cuenta el voto de los más pobres. La mayoría decidió no continuar con el Frente Sandinista”.
En 1980 el Producto Interno Bruto (PIB) de Nicaragua cayó 12.5% y se acumulada una deuda externa de 12,500 millones de dólares. Eso no era todo, pues el desastre del primer Gobierno sandinista había provocado que la inflación alcanzara 4,709% y que el dólar se cotizara a poco más de 38,000 córdobas.
Pero lo que más tuvo en cuenta el nicaragüense, al momento de ir a las urnas, fue la guerra que dejó una 30,000 muertes, según el Instituto de Búsqueda para la Paz de Olso, Noruega, y el hambre causada por la escasez de alimentos. El “cambio” de Barrios de Chamorro se impuso al “todo será mejor” de Ortega.
A 30 años de la transición a la democracia, Nicaragua enfrenta al mismo adversario político. Daniel Ortega, tras 13 años en la Presidencia, es el responsable de la peor crisis sociopolítica del país, que ha ocasionado la muerte de 325 personas, el exilio de más de 90,000 nicaragüenses y una economía en picada. Ahora la oposición tiene el mismo reto de unirse en una coalición que como en 1990 derrote en la dictadura de Ortega y su mujer, Rosario Murillo.
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