El triunfo de la libertad y el fracaso histórico del chavismo
A mis panas venezolanos y los demócratas de América
Marco Aurelio Peña
¡Hoy es un día decisivo para América Latina! Los venezolanos celebran en tiempo real una jornada americana en nombre de la vida, la libertad y la democracia.
Más de 21 millones de venezolanos se convocaron para ejercer su derecho al sufragio universal a pesar de las irregularidades y arbitrariedades del poder establecido. Estos comicios, más que cualquiera de los anteriores, plantea altas probabilidades de la derrota electoral del oficialismo y el salto adelante hacia una transición democrática.
La potente ola libertadora llevará al triunfo no sólo a la oposición política venezolana, sino a la ciudadanía de bien que tiene sueños de redención y recuperación tras 25 años de chavismo o de “revolución bolivariana” que condujo a la ruina económica y a una distopía política al país suramericano, el cual, con sus problemas cotidianos, se preciaba de una pujante clase media y de una reputación democrática en el continente.
Desde 2015 la hiperinflación ha torturado económicamente a los venezolanos (el peor caso de hiperinflación que se ha registrado en América Latina) que alcanzó su máximo en 2018 al ser +65,000.00%. No es insólito conocer casos de un docente universitario en la cúspide del escalafón académico que gane el equivalente a US$30.00 mensuales o una educadora de la tercera edad que reciba una pensión global de retiro equivalente a US$4.00.
El aparato económico depende absolutamente de la monoproducción del petróleo (un caso evidente de «enfermedad holandesa») y el país ha llegado a importar bienes básicos de consumo que perfectamente podría proveerse así mismo en condiciones sanas de mercado. La producción petrolera se ha vuelto ineficiente, como el funcionamiento del Estado en su conjunto, pues la capacidad técnico-profesional fue suplantada por la fidelidad político-partidaria.
El desabastecimiento de bienes y servicios básicos en distintos puntos del país, apagones energéticos frecuentes y una inseguridad ciudadana en escalada son el pan nuestro de cada día para los habitantes del país mientras la capital Caracas, centro del poder político, presenta una cosmética urbana que contrasta por completo con el resto del país.
La delincuencia organizada que tomó el poder en 1999 ha sido altamente efectiva en privatizar el poder político, socializar el fracaso de su gestión y redistribuir equitativamente pobreza. Los estamentos político, burocrático y militar se han enriquecido exponencialmente sangrando los fondos públicos y haciendo negocios con el narcotráfico y el crimen organizado inclusive. El servicio público en el Estado fue metamorfoseado en servilismo político hacia el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Transparencia Internacional cataloga a Venezuela, con el gobierno chavista, como el país más corrupto de América Latina y uno de los más corruptos del mundo.
El estatismo, el populismo y el neo-patrimonialismo es la mezcla nociva de la psicopatología por el poder de los socialistas y déspotas del siglo XXI, la tendencia “pobrecista” de la política latinoamericana.
Este régimen que atenta contra la civilización occidental procura postergar su caída al alinearse incondicionalmente con los imperios chino y ruso. Todo este estado de cosas ha provocado un éxodo contemporáneo de +6 millones de venezolanos que da constancia y testimonio del fracaso histórico del chavismo.
El desaparecido Hugo Chávez, militar golpista y converso al castrismo, no verá la estruendosa caída del régimen que encabezó como profeta de plástico. Personajes de la tragedia humana como Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez o Diosdado Cabello, lo mismo que sus clanes de poder, dejarán de parasitar el tesoro y serán nombres de una época de oscurantismo cuyas víctimas demandan justicia restaurativa tras centenares de presos políticos, violaciones a los derechos humanos y persecución política al pensamiento crítico.
La potente ola libertadora que lleva de candidato presidencial a Edmundo González y el liderazgo transformador de María Corina Machado tienen las aptitudes para inaugurar una fase de desarrollo histórico que anuncie el triunfo de un movimiento regional por la libertad que está llamado a reconducir a nuestros países por el camino de la democracia, la equidad y la prosperidad compartida. La transición no será para nada un proceso fácil y la des-madurización de las estructuras estatales será un colosal desafío colectivo. Está por verse si el Consejo Nacional Electoral (CNE) cumplirá o no con su mandato institucional por el interés nacional del país.
El mundo tiene los ojos puestos en Venezuela a pesar que el régimen autoritario niegue el ingreso a observadores electorales, defensores de DD.HH, personalidades políticas y a todas aquellas personas non gratas.
El voto masivo y la movilización social es determinante para detener un fraude electoral y capitalizar el triunfo vía sufragio de una avasalladora mayoría venezolana que desea espiritualmente un cambio desde dentro y desde fuera del país. Los defensores de la democracia tenemos la gran expectativa que Venezuela cause un «efecto dominó» en Nicaragua y Cuba, sin dejar de considerar las particularidades de la realidad de cada país.
Los activistas, los intelectuales, los académicos, los estudiantes universitarios y las universidades tienen que sumarse a esta ola libertadora para salir de una vez por todas de una pesadilla política regional y pasar a una fase de libertad, equidad y prosperidad. Un eventual fraude electoral desencadenaría más hechos de violencia y obligaría a replantear por completo la estrategia de los actores democráticos.
En pleno desarrollo de esta jornada electoral toda América somos una sola mente y un sólo corazón por el triunfo de la libertad en Venezuela.
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