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Félix Maradiaga: Cuando la fe es un delito, continúa la represión religiosa en Nicaragua

Esta reforma incluye disposiciones que buscan eliminar los lazos entre la Iglesia Católica en Nicaragua y el Vaticano, bajo el pretexto de que las “organizaciones religiosas deben mantenerse libres de control extranjero”

Diciembre 02, 2024 03:44 PM
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Félix Maradiaga: Cuando la fe es un delito, continúa la represión religiosa en Nicaragua
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Félix Maradiaga

En Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha intensificado su campaña de represión contra la Iglesia Católica y otras expresiones de fe, marcando uno de los capítulos más oscuros en la historia reciente de nuestro país. Los ataques contra la libertad religiosa no solo afectan a los líderes eclesiásticos, sino también a los fieles, quienes encuentran en la fe su principal refugio espiritual frente a la dictadura sandinista.

Desde 2018, más de 5,660 organizaciones de la sociedad civil han sido clausuradas, incluyendo al menos 700 de índole religiosa, tanto católicas como protestantes. Estas organizaciones incluían colegios, hospitales y proyectos humanitarios que servían a los más vulnerables. Según las estimaciones, más de 600,000 nicaragüenses han quedado desprotegidos al ser privados de estos servicios esenciales, que el Estado no tiene la capacidad ni la voluntad de suplir. Esta represión también ha llevado al encarcelamiento injusto y posterior destierro de 63 religiosos, incluidos 43 sacerdotes. Al menos 35 de ellos han sido despojados de su nacionalidad, quedando apátridas en un acto de represalia cruel y deshumanizante.

Nueva Constitución en Nicaragua elimina lazos de iglesia católica con Vaticano

Con la reciente reforma constitucional, Ortega y Murillo se autoproclamaron “copresidentes” y consolidaron un control total sobre el Estado. Esta reforma incluye disposiciones que buscan eliminar los lazos entre la Iglesia Católica en Nicaragua y el Vaticano, bajo el pretexto de que las “organizaciones religiosas deben mantenerse libres de control extranjero”. El Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (GHREN) de la ONU advirtió que estas reformas otorgan al régimen un poder “prácticamente ilimitado” sobre la población, profundizando la persecución contra la Iglesia y marcando el fin del Estado social de derecho. El anuncio de esta nueva constitución de la dictadura bicéfala fue seguido del arresto de más de treinta ciudadanos en los últimos siete días.

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Un ejemplo desgarrador de esta persecución es la prohibición de que sacerdotes ingresen a hospitales para administrar el sacramento de la unción de los enfermos. Según la abogada Martha Patricia Molina, los sacerdotes enfrentan restricciones extremas, obligándolos a vestirse como laicos para ofrecer consuelo espiritual a los moribundos.

En las zonas rurales, donde los sacerdotes son fácilmente reconocidos, las autoridades intensifican esta represión, privando a los enfermos de una despedida espiritual digna. En diócesis como la de Matagalpa, donde la persecución ha sido más intensa, numerosas parroquias ya se han quedado sin sacerdotes.

Ortega y Murillo desprecian la fe cristiana

El régimen ha demostrado su desprecio hacia la fe incluso en actos públicos. Recientemente, el alcalde sandinista de Jinotega, Leónidas Centeno, interrumpió una misa dominical con música a todo volumen frente a la catedral, un acto que Monseñor Carlos Enrique Herrera calificó como sacrilegio. Este tipo de agresiones buscan intimidar a los fieles y humillar públicamente a los líderes religiosos. El reclamo de Monseñor Herrera le valió su expulsión automática del país, sumándose a la lista de religiosos desterrados. A consecuencia de la prohibición de la dictadura para celebrar festividades religiosas en público, la Iglesia parece regresar, poco a poco, a la época de las catacumbas, donde la fe era clandestina.

Líderes religiosos como Monseñor Silvio Báez y Monseñor Rolando Álvarez han alzado sus voces contra las injusticias del régimen, lo que les ha costado el exilio. Su valentía y compromiso con la verdad son un bálsamo para los fieles de la Iglesia perseguida que peregrina en Nicaragua. Sin embargo, es preocupante que, mientras algunos miembros de la Conferencia Episcopal mantienen un silencio prudente para proteger a sus comunidades, otros parecen acomodarse al régimen, lo que socava la misión profética de la Iglesia.

La persecución no es solo contra religiosos que expresan sus opiniones en público, sino también contra órdenes religiosas caracterizadas por la caridad y la oración en silencio. Un caso emblemático de esta persecución es la expulsión de las Hermanas de la Caridad, quienes dedicaron décadas al servicio de los más necesitados en Nicaragua. Su expulsión no solo representa una injusticia hacia estas religiosas, sino también una pérdida irreparable para las comunidades vulnerables que dependían de su labor humanitaria y espiritual.

El pasado julio de 2024, fui invitado a testificar ante la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional, donde expuse estas realidades. Denuncié el cierre de medios religiosos como Radio María, la confiscación de propiedades eclesiásticas, y la vigilancia constante de agentes del régimen durante homilías y servicios religiosos. En mi testimonio, subrayé que esta persecución no solo busca silenciar a la Iglesia Católica, sino fragmentar a toda la comunidad cristiana, utilizando tácticas de "divide y vencerás" contra católicos y evangélicos.

Gratitud con el Papa Francisco

En este sombrío panorama, la reciente carta pastoral de Su Santidad, el Papa Francisco, es un gesto que el pueblo católico nicaragüense recibe con gratitud. Al recordar la importancia del Rosario y la devoción a la Virgen Inmaculada, el Santo Padre reafirma que la fe no puede ser apagada por ninguna dictadura. Su mensaje de cercanía pastoral fortalece al pueblo nicaragüense en su resistencia espiritual.

No obstante, la iglesia perseguida en Nicaragua necesita más que solidaridad. Es urgente que la comunidad internacional actúe con decisión, imponiendo sanciones más severas y garantizando que la represión religiosa no quede impune. Cada sacerdote expulsado, cada religiosa desterrada, y cada templo profanado son un grito que clama al cielo por justicia. La fe desempeña un papel fundamental en la moral y cohesión de la sociedad. La libertad de culto es un pilar esencial de la dignidad humana y la convivencia pacífica. Defender este derecho es fundamental no solo para preservar la esperanza, sino para salir de la dictadura.

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