Nicaragua: La ruta por delante

Casandra es la persona que hace advertencias, que desafían a la narrativa dominante y a las que nadie escucha. Siempre hay una Casandra en la política nacional. En la tragedia griega Casandra es ignorada ya que su destino era ser ignorada.
Oscar René Vargas
Octubre 14, 2021 01:00 PM

Nicaragua no es el país de las maravillas, las “crisis orgánicas” son recurrentes y se transforman en dictaduras de muchos años. La “crisis orgánica” del orteguismo se ha enquistado y pareciera que no le afectan las sanciones individuales de la comunidad internacional. Sin embargo, sus bases socioeconómicas no son muy sólidas, tanto que cualquier reducción de los préstamos internacionales haría trastabillar, tambalear al régimen.

El mayor obstáculo para derrotar a la dictadura Ortega-Murillo reside en la cultura política no democrática predominante en la sociedad nicaragüense compartida por el régimen, por los poderes fácticos económicos y políticos, la oposición zancuda, tradicional y formal en general, todo lo cual se traduce en la falta de una estrategia política. Gran parte de la explicación de la permanencia de Ortega en el poder proviene de los errores políticos groseros protagonizados, entre 2018 y 2021, por el liderazgo de esos años.  

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La oposición real no ha sabido crear las condiciones que permitan ampliar los espacios de participación que lleven al debilitamiento del orteguismo. La oposición formal no ha conectado la lucha en contra la dictadura con las demandas sociales y económicas más sentidas de la población y, por la falta de una estrategia, han entregado la lucha política en manos de los actores externos.

El régimen ha mostrado grietas internas, alimentando su proceso de implosión. Pero estas no sirven de nada si no existe una oposición con una estrategia que le permita capitalizar esas grietas a su favor. Hay una urgente necesidad de resolver la crisis sociopolítica lo antes posible. Con una admisión obvia: no todo estará del todo bien hasta que sea definitiva la derrota de la dictadura.

Para salir de la dictadura la condición primaria es la unidad de la oposición amplia. Sin embargo, hay dos tipos de unidad: la unidad impuesta por una dirigencia autocrática (tipo partido CxL) y la unidad que se forma a través de una comparación de opiniones y propuestas para llegar a una estrategia común. La unidad verdadera se da en la diversidad. La verdadera unidad se hace en torno a objetivos determinados previamente establecidos en una estrategia de corto, mediano y largo plazo.

Para llegar a la unidad tenemos que asumir una estrategia que integre al de enfrente. A comenzar la conversación con un punto de duda sobre tus ideas y sana sospecha sobre tus certezas. Sin perder el pulso de la calle, de la vida cotidiana y de las pequeñas cosas. En política, las grandes palabras deben aterrizar en las pequeñas cosas cotidianas.

Las personas que lideraron la política en contra del régimen, entre 2018 y 2021, son personas que se han equivocado muchas veces por la falta de una estrategia, que han acertado por casualidad, algunas veces. No se planteó la creación de un contrapoder ganándose el apoyo de los dirigentes sociales locales en todos los municipios del país. Por lo tanto, son personas que no pueden seguir siendo los líderes de la nueva unidad de la oposición.

Estamos en un tiempo de bisagra. Hay que darse cuenta que un ciclo político se ha cerrado y tenemos que proponer ideas para otro nuevo. Vivimos en un péndulo político. Hemos pasado de una etapa en que las propuestas de ideas democráticas y progresistas predominaban en el relato de la sociedad y ahora, estamos en el otro lado, en el momento de la ofensiva de la dictadura, reaccionaria, del descreimiento y conservadurismo social. Hay que proponer ideas para el ciclo ascendente que volverá. No podemos estar a la defensiva indefinidamente.

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En abril 2018, creo que nos sobró la prisa, la impaciencia, la necesidad de que lo que creíamos tenía que hacerse ya, para salir del dinosaurio. La lección aprendida es, si quieres transformar el país, lo primero que debes hacer es empaparte más de la cultura política, de la historia, de la realidad económica-social.

Abril 2018 nos mostró que hay muchas Nicaragua. Una quería el cambio político, la salida inmediata del dinosaurio. La otra buscaba, además, más seguridad, más certezas, más empleos, las demandas más sentidas. Y una tercera, minoritaria, quería solamente renegociar el pacto con la dictadura, mantener los privilegios, el statu quo y eran favorables a una salida “gatopardiana” que se traducía en la consigna de la “salida al suave” o “aterrizaje al suave”.

Hay que estar conscientes que vivimos en una situación de tanto descreimiento, de profunda desconfianza hacia los políticos tradicionales como hacia la política sin estrategia. Ahora estamos en el otro lado del péndulo, en un país descreído, cansado, desconfiado y en reflujo social. Necesitamos ideas innovadoras, contundentes, unificadas para remontar la marea sociopolítica descendente.

¿Ha pasado el tiempo de la épica de las protestas? Sí, pero volverá, ahora estamos en la fase de reflujo social. Ahora nos encontramos en una fase más fría, sin protestas y con más represión. La primavera no dura siempre, hay que prepararse para pasar el invierno, acumular fuerzas para la nueva primavera, lo que implica elaborar una estrategia. Cada vez que el movimiento social entra en reflujo, la dictadura dice: bueno, ya está, ya los destruimos. Pero vendrá otra fase, siempre viene otro ciclo de ascenso social y para eso hay que prepararse con una estrategia que nos permita derrotar definitivamente a la dictadura.

Después de la farsa electoral lo más probable es que Ortega convoque a un diálogo o concertación nacional para tratar de legitimar su nuevo período en el poder ejecutivo. No hay que olvidar que la estrategia de Ortega ha sido ir ganando tiempo desde el 2018 a la fecha. Piensa que mientras tengan los “fierros” pueden conservar el poder y marcar el ritmo político. Las debilidades del régimen no se han podido aprovechar por la falta de una estrategia de construir un contrapoder.

A ese diálogo o concertación pueden asistir todos los poderes fácticos internos con excepción de la iglesia católica. El objetivo del diálogo sería obtener el reconocimiento del “orteguismo con Ortega” para el 2022-2026. Hay que tener en cuenta que los poderes fácticos no quieren derrocar a Ortega, quieren negociar cuotas de poder, interesados solamente en las ganancias transformándose, en los hechos, en cómplices del poder dictatorial. Las elites dominantes usan el pacto con la dictadura para evadir al fisco, causando una sangría a las finanzas públicas y Ortega lo usa para legitimarse.

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En el 2022, se espera una situación de incertidumbre política y económica tras la farsa electoral y el régimen se encaminará hacia un mayor aislamiento internacional. Sin embargo, los poderes fácticos de las elites empresariales y financieras, ante la represión indiscriminada, se quedan callados, no hacen nada. No representan al pueblo, sino a los grupos de intereses creados.

Después de noviembre 2021, Ortega va a promover un “diálogo o concertación nacional”, en el desarrollo de dicho diálogo espera que se fusionen lo que diga Ortega y lo que diga el gran capital, hasta el punto de que al final del “diálogo nacional” ya no podremos saber qué es lo dijo el gran capital y lo dicho por Ortega; es decir, lo que diga Ortega lo estarán repitiendo los poderes fácticos económicos y políticos.

A pesar que la deuda interna es más costosa que la externa, la dictadura decidió emitir C$ 700 millones de córdobas en bonos de la República y por lo tanto el déficit global del gasto público se elevará de igual monto. Esa decisión es una golosina que la dictadura ofrece al capital financiero. ¿De qué manera es un caramelo? Los bancos al tener restringido los préstamos y al no incrementar sus inversiones productivas, ambos elementos han tenido como resultado una caída de la tasa de ganancia bancaria; al emitir los bonos de deuda interna el régimen está ofreciendo al capital financiero un nicho para que puedan colocar la liquidez de los bancos en los bonos e incrementar sus ganancias.

Hasta la fecha, a las sanciones internacionales la respuesta de Ortega ha sido permanecer en “sus treces” y no ceder, más bien incrementa la represión, se mantiene en la estrategia “el poder o la muerte”, piensa que a través de la represión obligar a la población a aceptar a comer “gallo pinto” antes de salir del poder. El régimen es como una enfermedad crónica que se agudiza y mata, pero no ha podido terminar de matar la protesta.

Hasta ahora las sanciones internacionales no han hecho mella en el régimen. Muchos opinan que se debe ampliar el marco de las ordenanzas existentes con la Ley Renacer, introducir nuevas medidas específicas contra miembros de la cúpula de poder, empresas e instituciones que contribuyeron a la represión.

Pienso que más que a las sanciones internacionales, la dictadura le teme más al desarrollo de un proceso de implosión interna. ¿Por qué? En primer lugar, porque los vientos no soplan a favor de la dictadura, dado que el crecimiento económico promedio proyectado entre 2022 y 2025 es de 1.8%, lo que indicaría que el deterioro social continuará. En segundo lugar, el proceso de reorganización de las fuerzas populares continúa, a pesar de la represión, con la experiencia y lecciones de las luchas anteriores. En tercer lugar, el mantenimiento del “statu quo” no quiere decir que la dictadura se haya consolidado y que disponga de un cheque en blanco para hacer cuanto se le antoje. En cuarto lugar, la farsa electoral del 2021 no resuelve su “crisis orgánica”, más bien se puede profundizar dependiendo de la estrategia de la oposición ampliada.

Hay que tener presente que la “crisis orgánica” del orteguismo no equivale a una victoria del proyecto político para derrocarlo. Ese divorcio o esa brecha entre crisis orgánica y la falta de un contrapoder es producto de la falta de una estrategia, fundamentalmente por la idea de no quebrantar el entramado político existente o del “statu quo”.  

A juzgar por el estilo de Ortega, después de la farsa electoral, intentará conciliar las cuotas de poder para que el gran capital no quede descontento, especialmente aquellos que lo auparon, lo ensalzaron, lo encumbraron en el período entre 2007 y 2017, tiempo que fue aprovechado por Ortega para construir el régimen dictatorial.

Ortega sabe que en el corto y mediano plazo no puede superar la “crisis orgánica”, apuesta a que la población, los poderes fácticos y la comunidad internacional encontrarán la manera de habituarse a su dictadura. En el fondo el miedo de las elites al cambio es un miedo a negociar con lo desconocido a la caída de la dictadura que, en una sociedad como la nicaragüense, es más fuerte que el miedo a seguir negociando con la dictadura. Y varios de ellos parecen dispuestos a defender sus privilegios e intereses a cualquier costo, incluso aceptando el “orteguismo con Ortega”.

Para completar un análisis de la realidad nicaragüense siempre hay que tener presente que la política exterior de los Estados Unidos está determinada por la combinación de las influencias del Departamento de Estado más el Pentágono más los organismos de Inteligencia.

Hasta la fecha, la estrategia de las sanciones internacionales ha fallado estrepitosamente para forzar a Ortega a realizar un cambio en su política represiva y autoritaria. Ahora, tengo la sensación que Estados Unidos busca caminos para replegar sus demandas.

Los Estados Unidos son los que marcan el ritmo de las acciones en la Organización de Estados Americanos (OEA), por lo tanto no podemos esperar una iniciativa de ilegitimidad de la OEA sin el acuerdo norteamericano.

Por su lado, la Unión Europea (UE) ha apoyado y secundado la política de Estados Unidos hacia Nicaragua. La Unión Europea no tiene la fuerza suficiente para descarrilar a la dictadura. El Consejo Europeo de la UE ha decidido prorrogar las sanciones individuales por un año más hasta octubre de 2022.

Las sanciones de la Unión Europea (UE), actualmente aplicadas a 14 personas, están diseñadas para no dañar a la población nicaragüense ni a la economía del país. Quienes aparecen en la lista están sujetos a una congelación de activos y una prohibición de viajar a la Unión Europea; además, las personas y entidades de la Unión Europea tienen prohibido poner fondos a la disposición del régimen.

Todo indica que los Estados Unidos y la Unión Europea son favorables a una salida negociada con Ortega, siguiendo el ejemplo de Venezuela en las negociaciones en México entre el régimen de Maduro y la oposición. Incluso la Unión Europea ha declarado querer ser observador en las próximas elecciones venezolanas.

Por su parte, los Estados Unidos declaró estar en disposición de negociar con los Talibanes (negocian con los tienen el poder), siguiendo la lógica negociadora en Venezuela y Afganistán, es posible una negociación posterior al 7 de noviembre 2021 con el que tiene el poder (Ortega) a falta de un contrapoder.

Hasta la fecha, los Estados Unidos ha creído que las sanciones y presión internacional pueden provocar una fragmentación entre los miembros de la cúpula del poder o del ejército tomen distancia de Ortega, efecto que no se ha producido.

Si se aprueba la Ley Renacer se cambia el juego político y encender las alarmas, ya que tiene implicaciones en lo económico, en la política, en la seguridad y pudiera descarrilar a la dictadura profundizando la crisis orgánica, lo cual la obligaría a buscar una negociación en condiciones menos favorables. Es decir, la Ley Renacer limita la posibilidad de Ortega de seguir ganando tiempo. Con la Ley Renacer se eleva la apuesta en el juego de póker, al pasar de US$ 10 dólares la mano a unos US$ 10 mil dólares, lo cual limitaría considerablemente el rejuego, ardid, truco o trampa política de Ortega.

La transición política del poder no es lineal. Hay tendencias generales de corto y de largo aliento, declinación de la dictadura por la “crisis orgánica” y la posibilidad de un nuevo tsunami social. También hay movidas que pueden alterar el tablero político nacional, como la unidad de acción de la oposición o la implosión del régimen. Cid-Gallup reportó en su más reciente encuesta (septiembre/octubre 2021) que el 69 por ciento de la población nicaragüense desaprueba la gestión del régimen Ortega-Murillo. Nada está totalmente definido. Nuevas tensiones y disputas se dibujan en el horizonte.

En estos momentos la sociedad nicaragüense es como un campo de zacate seco, donde la dictadura camina con un fósforo encendido en la mano, dispuesto a defender sus intereses a cualquier costo, aunque eso signifique que puede tropezar e incendiar nuevamente la pradera.

Tengo la sensación que la dictadura sobrevive colgada de la tela de una araña, balanceándose. ¿Hasta cuándo? No lo sabemos. Por todo lo anterior cabe preguntarse ¿Viene otra crisis? ¿la grande? Al menos en teoría, no se puede descartar que la eclosión de tensiones internas sugiere una posible implosión del régimen. Hoy por hoy, sin embargo, no nos hallamos en ese escenario. Aunque no debemos descartar.

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