Farsa electoral y el gran capital
La estrategia de Ortega de eliminar las elecciones democráticas y el encarcelamiento de los principales representantes políticos que aspiraban a la candidatura presidencial de oposición, nos permite decir que se ejecutó que el régimen “un golpe de estado” con la intención de permanecer el poder indefinidamente a través de la farsa electoral del 7 de noviembre de 2021. Algunos políticos tradicionales y miembros de las elites han tomado conciencia que la estrategia orteguista es permanecer el poder por cualquier medio, es la estrategia de “el poder o la muerte”.
Como resultado de la farsa electoral se va profundizar la crisis migratoria de más nicaragüenses que salen hacia Estados Unidos, Costa Rica, España, Panamá, México y hacia el resto de los países centroamericanos. Producto de la combinación del estrés económico, la falta de oportunidades, la permanencia de la dictadura en el poder y la persecución política, lo que provocará la salida de unas 100,000 personas.
También la farsa electoral puede aislar más al régimen, alejando más la inversión privada local e internacional, y obstaculizando el acceso a los préstamos de los organismos multilaterales, lo que permite prever que Nicaragua tendrá un estancamiento económico con un crecimiento del 1.8% en el período 2022-2026.
Los eventos en Nicaragua podrían tener una repercusión desestabilizadora en la región centroamericana por el proceso de empobrecimiento y la inseguridad alimentaria que se pueden desarrollar por el estancamiento económico previsto entre el 2022-2026. Otros políticos centroamericanos podrían querer seguir los pasos de Ortega de permanecer en el poder indefinidamente.
Desde el pacto público-privado (Ortega + Gran capital), pacto que se logró gracias a las complicidades en los negocios y permitir el desvío de fondos estatales para beneficiar a las élites económicas, se impuso el mercado como el mantra económico a seguir, rayando a lo religioso. El tal mercado fue el terreno que donde florecieron las prebendas asequibles. Para los agentes privados ese referente ha sido el campo que también que permitió amasar fortunas inexplicables.
En el proceso emprendido recibieron el beneplácito de la mayoría de la opinocracia mediática que se expresaba en los diarios y los canales de TV, todos ellos favorables al “populismo responsable”. Creyeron, con inquebrantable fe, que se estaba favoreciendo la modernización de Nicaragua. Hoy en día, la mayoría de esos adalides del pasado sufren la represión por parte de su antiguo aliado.
Estados Unidos avaló la alianza del capital con el orteguismo, luego apadrinó la “salida al suave” para apuntalar sus intereses y evitar la rebelión de abril derrocará a la dictadura. La neutralización política del liderazgo nacido de las protestas de abril apuntaba a sepultar la estrategia de la caída del dictador.
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Las reglas del mercado implican, idealmente, un juego de prioridades regidas por la eficiencia. Al menos en su concepción teórica pero, en la realidad, es dejar hacer a los que deseen participar en algún tipo de negocio, iniciarse con ventajas adicionales a sus propios méritos y capacidades. Y si el gobierno les da un empujón, quedan agradecidos y hasta comparten sus utilidades; todo ello a cambio de su silencio y aval político.
Ese es el caso de la mayoría de las iniciativas emprendidas por las élites entre el 2007 a la fecha (2021), período donde se alcanzaron alturas de corrupción y exoneraciones soñadas. Las exoneraciones que se hicieron durante esos años a empresas privadas, locales, centroamericanas e internacionales, fueron más allá de lo debido, lo legítimo y hasta lo legal. Se utilizaron figuras extralegales que eludían el debido pago de impuestos fiscales.
A esas artimañas se unieron otras más desvergonzadas que incluía incorporar, como socios, a miembros de la nueva clase para recibir los beneficios del poder y obtener utilidades por cientos de millones de córdobas. Esos trasiegos, durante años, significó evadir miles de millones de córdobas los cuales se repartieron entre la nueva y la vieja oligarquía.
Entre el 2007 al 2017, el gran capital mostró una inquebrantable fidelidad subordinada al poder dictatorial. Ahora, voceros de la dictadura anuncian un “diálogo o concertación”, luego de la farsa electoral del 7 de noviembre y han comunicado que “si el gran capital se les quiere unir, bienvenidos sean”. Paralelamente, voraces empresarios, con experiencia en los pactos con el poder de turno, aconsejan seguir la misma ruta pactista en el 2022 en adelante.
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El objetivo del “diálogo o concertación” es tratar de legitimar la farsa electoral, dividir y acentuar las diferencias de la oposición, mantener las leyes represivas y hacer algunas concesiones insignificantes para que los participantes tengan alguna justificación de su participación.