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Óscar René Vargas: La estupidez y el poder autoritario

“La ignorancia puede ser curada, pero la estupidez es eterna”. Maquiavelo

Julio 22, 2024 04:56 PM
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Óscar René Vargas: La estupidez y el poder autoritario
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Oscar René Vargas

El ejercicio del poder requiere sabiduría, abundante racionalidad, dominio de los peores instintos y reflexión suficiente para no caer en la tentación autoritaria. En la etapa de auge económico el poder autoritario luce interminable. En la fase de recesión, estancamiento y desaceleración económica, la fuerza del poder dictatorial se va evaporando lentamente, escapa de las manos de quien lo ha ejercido y florecen las estupideces del poder.

Poco a poco, el régimen se va quedando solo. La sinrazón suplanta el buen juicio y la lógica desaparece. En la fase de debilitamiento y declive producto del proceso de implosión interna y el aislamiento internacional, el dictador sabe que al salirse del poder sería un pez sin agua, un pez a punto de ser pescado. Sabe que se está quedando solo. Entonces, comienza a cometer muchas estupideces y la sinrazón se hace evidente.

Uno de los misterios más insondables de la mente humana es la estupidez. Todos podemos actuar estúpidamente, en algún momento de nuestra vida, pero uno de sus rasgos más graves reside en el empecinamiento del desatino y la torpeza; el estúpido no da su brazo a torcer con facilidad, si lo hiciera dejaría de serlo. La estupidez puede ser constitutiva, o, dicho en términos clínicos, incurable. La víctima central de la estupidez es la verdad.

La vanidad y la soberbia son abono de los estúpidos, que tienen la perturbadora inclinación a dar por estúpidos a los demás. Los estúpidos pueden ser muy listos, incluso inteligentes. La estupidez es un estado, no una condición. Convengamos en que no es una falta de la inteligencia, sino su fracaso. La estupidez puede suplantar a la inteligencia, parecer eficiente sin serlo a la larga. La estupidez opera como una poderosa bomba de racimo que destruye la racionalidad.

Igual ocurre con las supersticiones, la estupidez prevalece, no importa si los hechos las contradicen una y otra vez. Los componentes básicos de la estupidez son la proclividad al insulto, la denigración del otro y la crueldad. El poder autoritario suele actuar como si fuese una droga, los envuelve una nebulosa, dejan de percibir la realidad y terminan actuando con estupidez favoreciendo el proceso de implosión.

El miedo a perder el poder ha llevado al poder autoritario a blandir el cetro de la motosierra de represión para despedazar cualquier atisbo de disidencia social y/o política. El cerebro reptiliano está para programado establecer una guerra cultural que promete como castigo, a sus adversarios: el destierro, el encarcelamiento, el exilio, etcétera; creyendo, estúpidamente, que de esa manera se logra contrarrestar el proceso de implosión en desarrollo.

Los motivos que explican el proceso de implosión o declive de la dictadura se pueden sintetizar en tres dimensiones: En primer lugar, el estancamiento y/o desaceleración económica que aumentan las desigualdades y tensionan las demandas básicas de la población. En segundo término, la deficiencia del régimen en producir bienes políticos como la igualdad ante la ley, la justicia, la dignidad y la justa distribución de la riqueza. En tercer lugar, la falta de capacidad para responder a las demandas de las políticas públicas. Estos factores explican en buena medida el malestar social, la sensación de los ciudadanos de ser maltratados y explican que se haya vuelto vivencia colectiva de muchos.

El fracaso del régimen por su incapacidad para contribuir a encontrar mecanismos de modulación entre la política económica, la economía política y la política social; los excesos en el ejercicio del poder; la ceguera de las elites para limitar privilegios e impunidades han sido, y son, entre otros, los factores que el accionar y el discurso político de los anillos de poder sea visualizado como una actividad de cínicos y mentirosos promoviendo sus propios intereses. Todo ello es producto no sólo por la miopía de los círculos concéntricos del poder, sino por esa opacidad nefasta que nos han impuesto y por la estupidez que ha contribuido a hacer una sociedad rota jalonada por mayores vulnerabilidades.

La dictadura quiere seguir gobernando basado en una política que fanatice y no dude; que no explique, sino que impone; que decida y no delibere porque está en juego su supervivencia en el poder. Trata de establecer una plataforma, a través de los medios de comunicación oficiales, que actúe como el corazón que bombea la mentira y el miedo para inmovilizar a los ciudadanos “de a pie”. La represión indiscriminada ha sido la motosierra que intenta cortar la cabeza de la implosión, mientras padece de una hostilidad creciente en la mayoría de la población. Por lo tanto, la represión se muestra como un artificio caduco, anti-intuitivo, ineficiente y estúpido para sus propios intereses.

Las mentiras y las estupideces no son una salida a los problemas, son más bien una forma sinuosa de entrar en la senda del ocaso del poder. Ortega-Murillo ya no son los poderosos de antes, se han convertido en prisioneros de las mentiras, de sus errores políticos y de sus estupideces. Ironías y burlas de la historia. La realidad siempre termina derrotando a los estúpidos.

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