Oscar René Vargas: ¿Cómo avanzar en la lucha contra la dictadura?

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Abril 05, 2021 10:49 AM

Entre 2007 y 2017, los poderes fácticos económicos y políticos sellaron sus oídos y cerraron los ojos, aunque era del dominio público que el gobernante era: represor, simulador, inepto, corrupto y mentiroso. No querían escuchar las protestas de los campesinos, ni los ciudadanos de Rancho Grande, tampoco querían ver, no querían saber de las luchas sociales de los trabajadores de la mina La India ni de las protestas de las mujeres de la zona franca. Qué extraña es la memoria. Claro que sabían.

Desde el 2007, el régimen Ortega-Murillo cogobernó con el gran capital bajo la figura de “diálogo y consenso”. Por ejemplo, en el 2013 para reformar la Constitución de 1995 para eliminar la prohibición de la reelección presidencial los grandes empresarios dieron su apoyo a Ortega ya que estaban y siguen embebidos por la codicia del dinero.

Son los mismos empresarios que controlan políticamente la Alianza Cívica y el partido Ciudadanos por la Libertad (CxL) y que están a favor de una salida al suave que implica un “orteguismo con Ortega” con el objetivo de proteger sus bolsillos en la burbuja de la codicia. Es por el amor al dinero que lo hacen actuar de esa manera, porque a las personas codiciosas solo les importa eso.

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A partir de abril de 2018, hasta las voces conspicuas de la corte oligárquica, políticos tradicionales, algunos periodistas y académicos que llevaban años sirviendo al dictador a cambios de prebendas y negocios jugosos, tomaron distancia y se convirtieron de pronto en críticos. Incluso se volvió moda entre quienes, hasta tres meses antes, vivían de quemarle incienso “al comandante y a la compañera”. En ese contexto, de forma inesperada e insólita para muchos, se alza la voz de quienes habían sido su socio del pacto público-privado: el gran capital pidiendo una “salida al suave” de la dictadura.

Desde abril 2018 la pregunta central es: ¿Cómo avanzar en el proyecto de emancipación democrática e igualdad en un escenario político dominado por la derecha política y empresarial? Esa interrogante nos obliga a conocer los debates entre las corrientes democráticas y las favorables a la conservación del sistema político con o sin Ortega en el poder.

El sector que promueve la estrategia del “orteguismo con o sin Ortega” comparte algunas reivindicaciones democráticas sin registrar la inviabilidad de esas metas bajo el régimen político-social vigente. Amoldan su intervención política al marco institucional imperante, minusvalorando el veto de las castas militares, policiales, judiciales, paramilitares y mediáticas a cualquier transformación significativa. Suelen desconsiderar la gravitación de la dictadura y en lugar de confrontarla, exploran vías de conciliación que envalentonan a la cúpula en el poder y desmoralizan a los ciudadanos autoconvocados. Están a favor de preservar la vieja estructura de privilegios y aceptar la continuada primacía de la alianza pública-privada; es decir, los actuales sectores hegemónicos.

Arturo Cruz ha dado los primeros pasos hacia la conformación de un “orteguismo con o sin Ortega” con el tándem CxL/Alianza Cívica, buscando su hegemonía en la derecha política con el apoyo de sectores del gran capital, la embajada norteamericana y con el beneplácito de sectores de la “nueva oligarquía”.

Los nicaragüenses que quieran seguir votando a un partido que no luche contra la corrupción y quiera mantener el sistema autoritario, apoyen a CxL. En la lucha contra la corrupción y los pactos de cúpulas, no podemos olvidar que CxL se ve salpicado por su pasado y por su contubernio, de maneras diferentes, con el régimen entre el 2007 al 2018.

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Por estar a favor del “status quo” los representantes políticos del gran capital han perdido el apoyo de amplios sectores de las clases medias empobrecidas y el sostén de los ciudadanos “de a pie” autoconvocados. Esa erosión se verificó cuando la dictadura comenzó a imponer su control de la calle y ganar tiempo político, mientras que los representantes políticos del gran capital favorecían las negociaciones y desechaban las movilizaciones sociales. El triunfo de la dictadura en ese ámbito confirma que las relaciones de fuerza se dilucidan en el llano y se proyectan, posteriormente, al terreno electoral.

La corriente del “orteguismo con o sin Ortega” omite este balance y analizan el reflujo social solamente como una simple víctima de los artilugios y la represión del régimen. No registran que el abandono de la estrategia del empoderamiento popular significó un sostén pasivo a la dictadura. El “orteguismo con o sin Ortega” recreará y prolongará el estancamiento, la pobreza y la desigualdad en el país.

La naturaleza variable del movimiento orteguista y sus facetas cambiantes del régimen que oscila entre los atropellos/represión y su política social para preservar una base social a través del clientelismo político. Comprender esa plasticidad pendular de la dictadura es un requisito insoslayable para poder favorecer el despunte del movimiento social alternativo. Si se desconoce esa dualidad con simples aprobaciones o miope sectarismo resultará imposible construir un proyecto democrático de contrapoder a la dictadura.

El movimiento social emergió con gran entusiasmo en la rebelión de abril de 2018. Mostró el alcance antidictatorial de las protestas populares y en contra del proyecto basado en la estrategia de la alianza de Ortega con el gran capital. Estrategia que permitió el enriquecimiento inexplicable de muchos, producto del saqueo de los bienes nacionales. Desde esa óptica se equipará al régimen Ortega-Murillo con la dictadura somocista. Ambas dictaduras son dos variantes de la misma dominación de los poderes fácticos.

La experiencia histórica nos enseña que cuando un aspirante a presidente no tiene proposiciones nacionales viables, porque su propuesta depende de las concesiones de la dictadura y no de la lucha del pueblo, tampoco debate los temas principales y más sentidos de la población, es estratégicamente un candidato a zancudo, aunque sea un zancudo elegante.

La experiencia desde 2018 a la fecha ha demostrado la ineficacia de cualquier estrategia de transformación social que renuncie a la lucha por alcanzar el poder por medio de la movilización popular. Ese instrumento es insoslayable para conseguir mejoras sociales, ampliar el radio de ejercicio de la democracia y permite, en un largo proceso, la erradicación del orteguismo y la restauración de los derechos humanos. En el marco de una movilización popular las elecciones 2021 constituyen un momento relevante de esa batalla.

En el proceso electoral que se avecina vamos a conocer a nuevos políticos mutantes. Los ejemplos más conocidos son el de Wilfredo Navarro y Byron Jerez que han sido actores mutantes de la política nacional en los últimos 50 años: ha sido somocista, virgilista, alemanista, orteguista. La mayoría de la población considera que los mutantes políticos son: oportunistas, soberbios, aduladores, arribistas, corruptos y trepadores. Ellos, han usado la política y los cargos públicos para su enriquecimiento inexplicable.

La gente “de a pie” está harta de políticos sin escrúpulos, demagogos de poca vergüenza, zancudos por un plato de lentejas, corruptos con acta de diputados, tránsfugas a sueldo del dictador.

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El diagnóstico del escenario político intenta caracterizar al régimen para facilitar la intervención política de la gente para avanzar hacia un objetivo transformador. También, busca promover la construcción de una sociedad democrática, señalando caminos para resistir el avasallamiento de la dictadura, erradicar el pacto público-privado y apoyar la lucha por una sociedad democrática.

El diagnóstico permite mostrar las fantasías de capitalismo de amiguetes, excluyente y desigual que propagan los líderes del gran capital. También cuestiona el mito de que existe una gestión armonizadora del Estado autoritario y nos enseña cómo la sociedad se encuentra desgarrada por la desigualdad y la explotación.

Se necesitan tácticas, estrategias y proyectos adecuados a la época actual. La política a favor de la democracia no define con antelación el rumbo que adoptará la batalla por una nueva sociedad. No hay nada que asuste más los poderes fácticos que una manifestación en los espacios abiertos. La calle, la rotonda y la plaza son los lugares donde se hace visible lo invisible. No es posible presagiar qué tipo de lucha o su combinación enlazará un nuevo tsunami social.

Las calles, las rotondas y las plazas son espacios que reflejan lo que pasa en la sociedad; son espacios en que manifiestan las contradicciones de la sociedad, en definitiva, son un teatro de los conflictos políticos sociales. La represión busca hacer invisibles las demandas de los excluidos.

                                                  

La mejor forma de integrar ambas dimensiones transita por la construcción de hegemonías políticas y acciones para construir el contrapoder. Para recuperar la democracia y concebir proyectos alternativos hay que forjar un bloque político de contención a la dictadura.

La lucha democrática necesita caracterizaciones y programas, pero ningún escrito resolverá los enigmas de la experiencia militante. La voluntad de lucha es el principal ingrediente de esa disposición de lucha, en abierta contraposición con el escepticismo, la resignación o el contubernio con la dictadura.

Recientemente, simpatizantes del partido político regional Yatama, junto con su candidato, salieron a la calle para presionar por la unidad de la oposición, por reformas electorales y por el respeto de los derechos humanos. Ese es el camino para superar que el juego, las reglas y las fichas no sean controladas por la dictadura.

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