Marco Rubio un hijo del exilio con una oportunidad de oro en sus manos
Si hace unos seis meses alguien me hubiera dicho que Marco Rubio sería el nuevo Secretario de Estado de los Estados Unidos, debo admitir que habría dudado, y con razón.
Mi duda estaba más que justificada.
El regreso del presidente electo Donald Trump a la Casa Blanca parecía algo imposible.
Lo veía enfrentándose a múltiples juicios, y los principales analistas en los medios liberales y progresistas se encargaban de descalificarlo al máximo, asegurando que ni siquiera ganaría las primarias republicanas.
Solo un verdadero milagro podría llevar al magnate que estaba a un paso de la cárcel, de vuelta al puesto de mayor poder en el mundo.
Y aún más difícil de imaginar: que, en caso de lograrlo, Trump nombrara como Secretario de Estado a Marco RubioTrump nombrara como Secretario de Estado a Marco Rubio, un antiguo adversario político al que había apodado despectivamente “el pequeño Marco”.
Sabemos que en la política estadounidense no se escatima en golpes bajos. Las disputas suelen ser despiadadas, y en el caso de Rubio contra Trump, no fue diferente.
Se dijeron de todo. Así que la idea de que Trump lo eligiera para ocupar el tercer puesto más importante en el gobierno estadounidense era prácticamente inconcebible.
Pero, como la política es un juego de sorpresas, aquí estamos.
Días después de los rumores, se confirmó el nombramiento de Rubio, y para ser sincero no pude ocultar mi alegría.
El primer latino cubanoamericano en ocupar ese puesto en toda la historia.
Hijo de exiliados cubanos, defensor incansable de las causas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y alguien que entiende en carne propia lo que significa luchar contra dictaduras crueles y criminales.
Mientras nosotros celebrábamos esta histórica designación, estoy seguro de que en los palacios dictatoriales del continente había una mezcla de sorpresa y preocupación.
LEER MÁS: Latinoamérica volverá a estar en la mira de EEUU con Rubio al frente de la diplomacia
Porque, seamos honestos, ¿Quién habría imaginado a un latino con principios democráticos anti dictatoriales al frente del poderoso Departamento de Estado?.
Ahora bien, el nombramiento de Marco Rubio plantea una pregunta crucial:
¿Será suficiente para generar los cambios que muchos anhelamos?. La política exterior de Trump ha estado marcada por señales contradictorias.
Por un lado, el movimiento MAGA, como la nueva corriente política que impera dentro del partido Republicano, con una postura aislacionista, con fronteras cerradas y políticas antiinmigrantes que preocupan a muchos.
Pero, por otro lado, está el compromiso declarado de Rubio con los valores republicanos de libertad, democracia y su oposición frontal a las dictaduras de izquierda en nuestra región.
Las expectativas son altísimas.
Para entenderlo, basta con usar el sentido común. Los principales problemas que amenazan la seguridad de Estados Unidos tienen raíces cercanas:
• El narcotráfico, que se produce y mueve desde América Latina
• La migración masiva y descontrolada, que tiene como origen tres países clave del continente promovidas específicamente por sus dictaduras.
• El terrorismo y la creciente influencia de un bloque hostil encabezado por Rusia, China, Irán y Corea del Norte, con aliados en nuestra región.
La solución para los nuevos gobernantes pasa por una sola vía: poner orden en el vecindario.
Negociar con regímenes autoritarios no ha funcionado. Lo único que puede cortar de raíz estos problemas es apoyar y propiciar un retorno a la democracia en la región.
Si esto se logra, tres de las principales amenazas para la seguridad de los Estados Unidos se reducirían considerablemente.
Con aliados democráticos en América Latina se potenciaría un combate más efectivo contra el narcotráfico y el crimen organizado, mientras que millones de migrantes podrían regresar a sus países de origen sin necesidad de ser perseguidos, capturados y deportados.
En ese contexto, la designación de Marco Rubio como Secretario de Estado cobra todo el sentido. Un defensor de la democracia, un hijo del exilio y, ahora, una figura clave para enfrentar las amenazas del hemisferio.
Paz a través de la fuerza
Al nombrarlo, Trump destacó a Rubio como “un incansable defensor de nuestra nación, un aliado leal de nuestros amigos y un valiente luchador que jamás se rinde ante nuestros adversarios”.
¿Y quiénes son esos adversarios? Más allá de China e Irán, Rubio ha centrado su trayectoria en enfrentar a las dictaduras del continente, especialmente en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Como descendiente de inmigrantes cubanos, su dedicación a la libertad de Cuba es parte esencial de su identidad. Ahora, desde su puesto como secretario de Estado, tiene en sus manos la oportunidad de marcar un capítulo histórico.
SEGUIR LEYENDO: Opositores nicaragüenses ven en Rubio aliado clave para enfrentar a Daniel Ortega
Tendrá una plataforma única para ejercer mayor influencia y continuar luchando por lo que ha sido una de sus principales causas: la libertad de Cuba. Como congresista, Rubio se destacó como uno de los críticos más férreos del régimen cubano.
Cuando el presidente Barack Obama anunció en 2014 el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, Rubio prometió hacer todo lo que estuviera en sus manos desde el Congreso para bloquear ese acercamiento. En ese momento, expresó con firmeza:
“La decisión del presidente de recompensar al régimen castrista y comenzar un camino hacia la normalización de relaciones con Cuba es inexplicable. Cuba, al igual que Siria, Sudán e Irán, sigue siendo un Estado patrocinador del terrorismo. Apaciguar a los castristas solo logrará que otros tiranos, desde Caracas hasta Teherán, vean que pueden aprovecharse de la ingenuidad del presidente Obama.
Estados Unidos será menos seguro como resultado de este cambio de política.”
Rubio no solo criticó estas políticas, sino que calificó como “terrible” la decisión de Obama de eliminar a Cuba de la lista de Estados que patrocinan el terrorismo.
Además, condenó su histórica visita a La Habana, donde se reunió con Raúl Castro.
Cuando Joe Biden asumió la presidencia, Rubio fue igual de contundente, advirtiéndole que no repitiera lo que él llamó “las concesiones de Obama”.
En un artículo publicado en el Miami Herald, Rubio subrayó:
“Si Biden volviera a comprometerse con las mismas políticas de la era Obama, sabemos que quienes sufrirán serán los valientes cubanos que luchan por una Cuba libre y democrática: disidentes, presos políticos, artistas y activistas. En lugar de darles la espalda, es fundamental que los líderes estadounidenses apoyen a esos héroes que enfrentan a un régimen comunista brutal.”
Al repasar las declaraciones y escritos de Marco Rubio sobre Cuba, queda claro que su papel como jefe de la diplomacia estadounidense podría marcar un cambio significativo en la presión contra el régimen castrista, así como contra otros regímenes autoritarios que ha denunciado reiteradamente, como los de Venezuela y Nicaragua.
Ahora, desde esta posición clave, Rubio tiene una oportunidad histórica para transformar sus palabras en acciones y liderar una estrategia que defienda la democracia y los derechos humanos en el hemisferio occidental.
El reto es monumental, pero también lo es la oportunidad.
¿Será este el inicio de un cambio real en la política exterior de Estados Unidos hacia nuestra región? Todos estamos a la expectativa.
Para Rubio, el enemigo está identificado y la estrategia definida: si la dictadura venezolana cae, Cuba perderá una de sus principales fuentes de financiamiento, y el siguiente eslabón más débil será la dictadura sandinista en Nicaragua.
El régimen sandinista ha sido objeto de críticas y denuncias internacionales, pero hasta ahora, desde Washington, no se le ha asestado un golpe significativo, a pesar de las constantes provocaciones y ofensas del dictador Ortega contra el pueblo y el gobierno de Estados Unidos.
“Máxima presión” ¿será la consigna que sustituya la política de convivencia, acuerdos tibios y negociaciones incumplidas por parte de los dictadores?.
Con la aplastante victoria electoral en Venezuela liderada por María Corina Machado, y la elección de Edmundo Gonzálezelección de Edmundo González como presidente, garantizar el respeto a la voluntad soberana del pueblo venezolano se convierte en una prioridad innegociable.
¿Y que pasara con Nicaragua?
Mientras grupos de activistas siguen luchando desde el exilio y la oposición interna se mantienen clandestina, la administración Trump tiene la oportunidad de impulsar una política decisiva para forzar una transición democrática sostenible.
Nicaragua atraviesa una crisis humanitaria grave, con violaciones sistemáticas de derechos humanos y una migración forzada masiva que desangra al país.
Una transición democrática no es solo una solución política, es una necesidad humanitaria. Esta permitiría atender las causas profundas de la emigración, promoviendo el retorno de los migrantes a un país con estabilidad y oportunidades.
El régimen Ortega-Murillo, ilegítimo tras el fraude electoral de 2021, es además responsable de fomentar la migración ilegal, facilitando vuelos desde Asia, África, Cuba y Haití, y contribuyendo al crimen organizado, incluyendo el narcotráfico hacia Estados Unidos.
También ha consolidado alianzas con Irán, China y Rusia, al permitir bases de seguridad rusas en su territorio y ser un punto de apoyo para grupos terroristas como Hamás y HezboláHamás y Hezbolá. Se ha declarado enemigo a muerte del Estado y pueblo de Israel.
El impacto negativo de la dictadura Ortega-Murillo no se limita a Nicaragua; su influencia desestabiliza a toda Centroamérica. Con un modelo autoritario inspirado en el régimen cubano, pero incluso más extremo, la pareja en el poder busca perpetuarse a través de una sucesión dinástica.
Esta ambición despierta rechazo no solo en la comunidad internacional, sino incluso entre algunos de sus aliados más cercanos.
LEER MÁS: Dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua en riesgo con Trump, según Mario Diaz-Balart
Los sandinistas se preparan ante lo que les puede venir, según sus analistas esperan que se implemente plenamente la NICA Act y la Ley RENACERLey RENACER.
En estos días Daniel Ortega ordeno a todo el Estado nicaragüense que solo se compre tecnología china además volvió a ofrecerle al gigante asiático todo el territorio nacional para la construcción de un fantasmal canal interoceánico, sin lugar a dudas se prepara para un bloqueo norteamericano pero también denota su intención de nunca entregar el poder por las buenas.
Saben de inminente aplicación de sanciones comerciales mas contundentes.
El dictador teme que se active la cláusula de seguridad nacional en el CAFTA para revocar beneficios comerciales. Que le significan a Nicaragua la exportación anual por el orden de más de tres mil millones de dólares.
Además, cree que se investigara a sectores claves como el trafico y la exportación de oro y espera las sanciones a los fondos de Pensiones del Ministerio de Defensa. Golpe directo a los militares que lo sostienen en el poder.
De entrada Trump ya anuncio un arancel del 10% para las importaciones de todos los países. Incluido Nicaragua.
Si los temores de la dictadura se concretan esas medidas desestabilizaran las bases económicas dictatoriales y reafirmarían el compromiso de Estados Unidos con la democracia y los derechos humanos en Nicaragua, presionando para que el dictador pare de una vez la represión e inicie una etapa de transición democrática.
Lo único sorpresivo de estas altas expectativas con una nueva administración del Presidente Trump y el accionar de Marco Rubio como Secretario de Estado seria que no sucediera absolutamente nada de lo que se espera, y que las cosas sigan a como hasta hoy garantizando con esto que los problemas para EEUU se mantengan como hasta ahora están.
Ósea aplicar “la política de no hacer política”.
Lo bueno es que falta muy poco para ver cómo se desenvuelven en la concreta estos y otros acontecimientos.
Aunque el efecto Trump ya se hace sentir con el nombramiento de su gabinete y la aprobación de leyes en el Congreso como la Ley Bolívar que manda un mensaje claros y directos a los dictadores: “Ya no habrá más contemplaciones.”
Que Dios le bendiga y que Dios bendiga a Nicaragua.