Óscar René Vargas: ¿Diálogo, para qué?
El régimen Ortega-Murillo es una confluencia entre ideología oficial, liderazgo personal embriagado de poder, dictadura de partido, supresión del derecho y del pluralismo político, control de los medios de comunicación con fines de propaganda oficial, retroceso social, juicios inquisitoriales, terror y represión por el accionar de la policía, el ejército y los paramilitares. Sin embargo, el carácter irracional y ciego de la violencia ha ido debilitando al régimen.
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En el 2021, Ortega demostró que solamente él define la agenda política. Ni los encarcelados presidenciales, ni las familias de los presos políticos, ni los feminicidios, ni la pandemia, ni los emigrantes, ni las leyes, ni los indígenas de la Costa Caribe o las sanciones internacionales, nada ni nadie lo hace salirse de su estrategia de permanecer en el poder de modo imperial. Preso de la megalomanía, sueña con heredar el poder a su familia.
Incrementa las tensiones
El caso de la donación de Taiwán es aprovechado por Ortega para incrementar las tensiones, para tratar de minar la credibilidad e influencia de la Iglesia católica. Con la confiscación de los bienes de Taiwán demostró, una vez más, que está en guerra con el estado de derecho. Continuamente escala las tensiones, su política es crear crisis, usa cualquier situación para estrangular el espacio político. Nadie puede salirse del guión establecido sin ser penalizado.
Con el fin de asegurar su posición dominante, utiliza a sus “topos o alfiles políticos” en los espacios de la oposición abierta, para crear disputas, divisiones, conflictos y confrontaciones en su interior. Mantiene cierto grado de tensión y caos sin llegar a que se produzca una ruptura total porque desea restablecer el “diálogo” con el gran capital.
Con la estrategia del “diálogo” Ortega prepara una puñalada trapera para hacer trastabillar, tambalearse o descarrilar la concertación de una plataforma unitaria que permita coordinar las tácticas y actividades de la oposición.
El 7 de noviembre
El 7 de noviembre demostró que más del 80% de los ciudadanos están hartos de la dictadura propinándole una derrota política, ha sido una derrota política grave pero no su colapso ni su bancarrota. A veces se confunde la abstención con el inicio de un nuevo ascenso del movimiento social, no es el caso. La combatividad de los autoconvocados es indispensable para derrotar a la dictadura, pero no en esta ocasión.
Si se quiere evaluar honestamente la correlación de fuerzas al interior del país después de la abstención del 7 de noviembre observamos: la abstención no se tradujo en turbulencias sociales ni en una huelga general que pusieran en jaque la autoridad política-militar de Ortega que continúa bajo su control y sigue gozando del apoyo de las fuerzas policiales, paramilitares y del ejército, aunque se haya incrementado su aislamiento internacional y debilitado internamente.
Su estratagema es “arrojar cerillos en leña seca, pero evita que las llamas, en forma deliberada, incendien la pradera” ya que, mientras más tensa la coyuntura, más actores políticos y económicos dependen de manera excesiva de su voluntad. Sigue controlando el tablero político nacional.
La marcha de Ortega no es triunfal, se sabe. Porque una cosa es el discurso oficial y otra los hechos. Y una de las realidades que más evidencia es la migración de jóvenes y el desempleo sigue por los cielos. Igualmente el poderío de las mafias y el narcotráfico es inocultable en el día a día.
“Primero los pobres” porque lo digo YO (Ortega), aunque lo que haga los perjudique. Naufragó al no procurar la debida atención de calidad en salud o más libertades democráticas; falló en generar oportunidades o empleos; fracasó en la lucha contra la corrupción y la impunidad. Prevalece el deseo de un sólo hombre por encima del anhelo de todas y todos.
El truco del diálogo
Existe en amplios sectores de la población una especie de ingenuidad política de creer que el “diálogo”, convocado por Ortega, resolverá la crisis sociopolítica, el desempleo, la represión. Por lo tanto, el movimiento social no puede oponerse al diálogo “por sí mismo” por el peligro de quedar aislado, no sólo por las maniobras de la dictadura, sino por la ilusión de la población y la incapacidad de la oposición de explicar los trucos de Ortega.
Ortega sostiene que las sanciones individuales internacionales han agravado aún más la situación económica del país, miente. No se puede responder con maniobras a las maniobras, con táctica la táctica; no se puede oponer a las trampas con principios abstractos. El “diálogo” será utilizado como una herramienta de control político social.
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¿Cuál ha sido la práctica del gran capital cuando teme perder su influencia en la política? La experiencia intergeneracional nos indica que agacha la cabeza, se achica, se esconde, esperan que los nublados se aclaren para establecer un nuevo pacto, aunque sea desventajoso. En la colaboración del gran capital hay grados de compromiso político y moral, así como oportunismo. Mientras unos están convencidos en cooperar, otros simpatizan sin más. Demandar el respeto de los derechos humanos es muy peligroso para sus intereses. Prefieren callar ante la barbarie. Más adelante, durante el “diálogo”, conoceremos las maquinaciones de algunos empresarios para justificar su acuerdo con la dictadura.
La denuncia de que el “diálogo” es una maniobra de la dictadura no se resuelve con una simple denuncia, no es suficiente, en absoluto. La maniobra del “diálogo” es comprensible sólo para una minoría, hace falta que esa conciencia sobre la treta del “diálogo” penetre en una capa más amplia, y eso es una tarea difícil, pero necesaria. Todavía en la oposición amplia hay muchas voces y poca claridad en la estrategia y tácticas a seguir.
Tenemos que mostrar que el verdadero objetivo del “diálogo” no contempla la liberación de todos los presos políticos ni el regreso seguro de los exiliados ni el retorno de los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos, sino la permanencia en el poder de la familia. Desnudar las sucesivas maniobras requiere de una tarea estratégica y de táctica política que se ejecuta poco a poco, no se resuelve de la noche a la mañana. Hay que quitarle la careta al “diálogo”.
Otros trucos
Aparte de la maniobra del “diálogo”, la dictadura utiliza otros trucos para engañar y desmovilizar a la población. El primero, el truco clásico de la intervención extranjera. En Nicaragua existe, en el subconsciente colectivo, por la experiencia histórica, un rechazo a la intervención foránea. La narrativa orteguista es aterrorizar a la población del peligro de una intervención militar y presentarse como el único capaz de impedirla.
Por otro lado, de un plumazo suspende todos los procedimientos y leyes, desdeñando instituciones y organismos defensores de los derechos humanos. Es decir, deja a la ciudadanía a oscuras en términos de derechos humanos y constitucionales. El carácter irracional y ciego de la violencia ha ido debilitando, poco a poco, al régimen.
El Estado dictatorial está sostenido por un grupo de hombres armados. En el marco de las cinco crisis esto es aún más evidente que en una situación de calma sociopolítica. El ejército ejerce un apoyo fundamental a la dictadura. Sin embargo, por sus errores el régimen renquea, lo que nos demuestra que su experticia política se ha atrofiado.
Otro ardid utilizado es hacer creer que la recuperación económica rebote del 2021 continuará en el 2022, propagando que dispondrá de un préstamo de US$ 382.6 millones de dólares facilitado por el BCIE, lo que ayudará a ofrecer nichos de ganancias al empresariado. Sin embargo, más del 70% de la población, según CID-Gallup, tiene la impresión que la economía marcha mal ya que hay: más desempleo, más pobreza, más desigualdad, más desnutrición, más corrupción, más enriquecimiento inexplicable de la clase dominante, etcétera.
Conclusiones
Diálogo, préstamos, inversión extranjera es la trilogía que ofrece el régimen al gran capital, algunos poderes fácticos y a sectores de la comunidad internacional acepte su estratagema de “evitar el incendio de la pradera” con la promesa de una recuperación económica y nuevas elecciones. Todo indica que está dispuesto a negociar y conciliar posiciones con la burguesía para preservar el poder.
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El orteguismo sigue siendo una minoría que se sostiene, al igual que una telaraña, en unos cuántos débiles hilos, por eso es necesario que para que caiga el dictador hay que cortar los hilos que lo soporta para acelerar el proceso de implosión del sistema.
Para derrotar a la dictadura es necesario prepararnos metódicamente para el momento político con una organización robusta que nos permita evaluar permanentemente las condiciones de la coyuntura y los tiempos políticos. No podemos olvidar que la rebelión social o la implosión no responden a ninguna agenda predeterminada, llegan siempre de forma inesperada moviendo todas las piezas del tablero político. Hay que estar preparados para ese momento político.
El próximo artículo se titula: ¿Cómo concertar una plataforma política?