Daniel Ortega ante el juicio de la historia
1. Entre el 2007 y 2017, Ortega encabezó un período en el que se conjuntaron un crecimiento económico y lo más sórdido de la dictadura; en ese lapso se incrementaron las contradicciones del llamado modelo de “diálogo y consenso con el gran capital”, lo que produjo una fractura que a la postre resultó irreparable y abrió la puerta a la emergencia política de las fuerzas sociales autoconvocadas.
2. Ortega ha llevado el ejercicio del poder a un nivel insospechado de incongruencia y desconexión: mientras, en sus discursos en la plaza pública, se muestra hacia el exterior como abanderado de la lucha con el neoliberalismo, antiimperialista y progresista; en el ámbito interno implementa una política de corte neoliberal, conservador y opera como un implacable represor de las disidencias y de los movimientos sociales.
3. Ante el surgimiento del movimiento de Abril 2018, Ortega ideó una campaña caracterizada por la represión generalizada en el campo y las ciudades, tortura de los detenidos, crímenes de lesa humanidad, venganza contra familiares y castigos contra los autoconvocados.
4. Las consecuencias han sido devastadoras. Por un lado, la represión emprendida por la dictadura desgarró el tejido social y desencadenó el terror y el miedo entre los sectores de la oposición real y en los sectores del activismo social, ecologistas, agrarios, estudiantiles con impactos que persisten hasta la fecha; al mismo tiempo, el país conoció el enriquecimiento acelerado de las elites políticas y empresariales.
5. Ciertamente, buena parte de ese enriquecimiento inexplicable se financió por medio de la corrupción del dinero del erario público, el dinero ilícito del narcotráfico y la suscripción de deuda. En los círculos más estrechos de poder hay abusos, excesos, derroche, soborno, no hay austeridad. Estos factores se convirtieron en un detonador de la crisis de Abril 2018.
6. La represión desatada a partir de Abril 2018 ha dejado una herida que aún no sana. Más aún porque las falsedades que cobijan el operativo sangriento se han desmontado, en particular las que pretendían dotar un carácter conspirativo y de intento de un “golpe de estado” a lo que en realidad fue una movilización social genuinamente de autoconvocados, estudiantiles, campesinos, clase media y sectores populares.
7. La irrupción de los paramilitares mostró las pulsaciones dictatoriales que todavía se mantienen. Ortega ha permitido a lo largo de 15 años la discrecionalidad absoluta del actuar de la policía y el ejército. La utilización de la policía, paramilitares y del sistema judicial con fines ilegales significó el advenimiento de estructuras delincuenciales, criminales y mafiosas dentro del propio Estado. Para el ejército, el daño resultó severo, por su participación, el dejar hacer y su silencio cómplice generando desconfianza que aún persiste.
8. Jueces que violan todos los límites éticos y constitucionales, pues intentan encubrir la represión con fallos judiciales. El fortalecimiento de la “guerra judicial” responde a la voluntad del régimen de perseguir a los opositores, empresarios, periodistas, profesionales, así como dirigentes sociales.
9. A todos, ejército, policía, paramilitares y jueces, les ordenaron enfrentar al movimiento social más allá del marco legal y a cambio les permitieron participar en actividades ilegales. Se montaron áreas de espionaje cuyos objetivos han sido personajes relevantes de la vida política y social. La degradación institucional ha llegado, por ello, a niveles insostenibles.
10. Ortega quiere implementar una Ley de Amnistía, “borrón y cuenta nueva” elaborando un nuevo “memorándum de entendimiento”, la cual no será gratuita, sino una estrategia para procesar las contradicciones políticas que tuvieron una de sus más altas expresiones en Abril 2018 y tratar de legitimar su permanencia en el poder. Sin embargo, muchos temas y litigios persisten en la actualidad porque no se ha resuelto el problema central de la impunidad.
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11. Ortega ha sido condenado en la OEA, por: 1. Violaciones a los Derechos Humanos incluyendo crímenes de Lesa Humanidad. 2. Violaciones a la democracia con elecciones declaradas "ilegítimas". 3. Violaciones al orden mundial contra el terrorismo.
12. Ortega ha apartado deliberadamente a la OEA de las conversaciones de una salida diplomática de la crisis sociopolítica, alegando que prefiere tratar principalmente con EEUU y solicitando un plan pragmático de “seguridad y estabilidad” para aliviar las tensiones. Al mismo tiempo, exige no solo el compromiso que la oposición acepte la legitimidad de la farsa electoral sino también que Washington paralice toda acción diplomática. Es decir, maniobra y aspira mantenerse en el poder.
13. EEUU, mientras tanto, busca a través de las sanciones impulsar la implosión de la dictadura. Por otro lado, EEUU acusa a Ortega de agudizar la crisis al utilizar a los presos políticos como “palanca de presión”, exigiendo la eliminación de las sanciones y manteniendo su inmovilismo político. Por su parte, el reto de la oposición exilio es contribuir a elaborar una estrategia alternativa junto con aliados y socios, así con la oposición y los líderes naturales dentro de Nicaragua y después darla a conocer a la sociedad nicaragüense y a la comunidad internacional para recibir el respectivo apoyo político.
14. La dictadura Ortega-Murillo introdujo en la sociedad nicaragüense la punción de muerte, en donde se conjuga de manera clara las diferentes formas de lo que suele llamarse lo negativo: odio, destrucción, agresión, sadomasoquismo, tortura, represión. La punción de muerte, fuerza que se propone reducir en forma regresiva lo vital a lo inanimado; la muerte como último fin. El régimen quiere presumir con ínfulas de desarrollo, pero desmentidas por las masacres, el hambre, las desigualdades brutales, los marginados, el ecocidio, la corrupción e impunidad y, por último, la sensación de fracaso e impotencia, en suma una repetición de la historia que se repite: de la dictadura somocista a la orteguista.
15. No podemos permitir que la represión nuble nuestra capacidad de reflexión analítica y menos aún que el rencor oscurezca nuestro pensamiento crítico. Quizá lo más duro de aceptar es no haber aprendido de la historia y de la cultura política de Nicaragua. Seguimos dando vueltas en la noria, instalados en la compulsión de la repetición. Los dictadores aniquilan una vez más lo construido, creando un nuevo caos acompañado de una estela de dolor que se convierte en heridas traumáticas que tenderán a repetirse una y otra vez mientras Ortega permanezca en el poder.
16. A Ortega, el juicio de la historia será implacable y se le recordará sobre todo por sus deleznables excesos represivos, los crímenes de lesa humanidad y las gravísimas violaciones de los derechos humanos que no deben repetirse nunca jamás. La estrategia de la unidad de los autoconvocados debe tener en cuenta que juntos somos mayoría, juntos tenemos más fuerza.