Anexa Alfred, una vida de lucha por los pueblos indígenas
Nacida en el territorio indígena Tawira de la Costa Caribe de Nicaragua, tuvo que abrirse paso para poder estudiar, rompiendo barreras y tabúes
La abogada Anexa Alfred Cunningham es indígena mískitu. Tiene 45 años y se ha dedicado por entero a la defensa de los derechos humanos.
El pasado 8 de julio en Ginebra, Suiza, fue nombrada vicepresidenta del Mecanismo sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (MEDPI) de las Naciones Unidas por América Latina, que se dedica a brindar asistencia especializada tanto a los Estados como los pueblos indígenas y demás actores en el tema.
“Mi trabajo por los derechos humanos no nació como una decisión sino como un compromiso, por el hecho de pertenecer a un pueblo indígena, el pueblo mískitu”, afirma en entrevista con 100% Noticias.
Nacida en el territorio indígena Tawira de la Costa Caribe de Nicaragua, tuvo que abrirse paso para poder estudiar, rompiendo barreras y tabúes. Su papá se oponía a que cursara una carrera profesional, pues “decía que las mujeres teníamos que casarnos, tener hijos y dedicarnos a la vida comunitaria. Lo más cercano a una profesión, para una mujer, era ser profesora o enfermera…”.
Su mamá, sin embargo, la respaldó en todo momento y en todo lo que a Anexa se le ocurría hacer, y con esa fuerza a su lado siguió adelante hasta que consiguió una beca para cursar la carrera de Derecho en la Universidad Centroamericana (UCA), en Managua.
“Ingresar a la UCA fue un primer reto, pues soy la primera persona de mi familia en tener una educación superior. Ese era el reto: demostrar que se puede llegar un poco más”.
La memoria está en las raíces
Ya en la universidad, Anexa se dio cuenta de que nadie hablaba de la situación de los pueblos indígenas. Era un tema desconocido para la mayoría, pero al estudiar el Derecho constitucional, encontró un par de menciones a los derechos de los pueblos indígenas. “Por esa razón me dediqué a hacer mi tesis sobre Derechos Colectivos de los Pueblos Indígenas”, relata.
La tarea la llevó a investigar a fondo, hurgando en sus propias raíces. “Empecé a hablar con mis abuelos y con líderes indígenas como Stedman Fagot, Hazel Lau y Brooklyn Rivera”, diputado de la organización Yatama que fue detenido hace un año por la policía y hoy está en desaparición forzada.
Los tres habían sufrido represión y habían vivido la guerra contra el gobierno sandinista de los años 80, que dejó miles de indígenas desplazados. “Es una historia que mucha gente desconoce. Realmente no se ha hablado de todo lo que han sufrido nuestros pueblos”, reflexiona Alfred.
La abogada siguió su camino. Una pasantía en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA le permitió entender que a nivel de las Américas los pueblos indígenas viven diversas realidades y enfrentan dramas similares.
“Comprendí que la defensa de los pueblos indígenas tenía que ser en el marco de los derechos humanos. Y por ahí fui definiendo mi labor, que como he dicho es más una obligación”.
“Nosotros queremos un desarrollo propio con identidad, no un desarrollo con visión colonialista y centralista, que no se corresponde con los derechos de las comunidades, que son derechos colectivos: a la educación, a la cultura y la salud, a la tierra y sus recursos naturales”, dice al resumir el propósito de su lucha.
De Arizona a Ginebra
Posteriormente, otra beca le permitiría cursar una maestría en Derechos y Políticas Indígenas de la Universidad de Arizona, a lo que siguieron otros estudios en instituciones educativas de Europa y América Latina.
Fue entonces cuando la Secretaría ejecutiva de la CIDH la contrató como abogada. “Soy la primera abogada indígena contratada por la Secretaría, y la primera abogada nicaragüense que ha trabajado para la CIDH”, expresa con orgullo.
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Desde entonces ha desarrollado cursos, capacitaciones, seminarios y ha dictado conferencias sobre derechos humanos y pueblos indígenas en países de América y Europa. También fue nombrada Senior Indigenas Fellow en la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (OACNUDH) en Ginebra, Suiza.
Alfred brinda asesoría a diferentes organizaciones y comunidades indígenas y afrodescendientes. También es asesora e integrante de la organización política Yatama, además de miembro fundadora de la Plataforma de Pueblos Indígenas y Afrodescendientes de Nicaragua.
Por su experiencia en el tema, la nombraron viceintendente de la Propiedad para la Costa Caribe de Nicaragua. Desde ese cargo, coordinó el proceso de demarcación y titulación de los territorios indígenas y afrodescendientes (2006-2010).
Destacada por la revista Forbes
En junio pasado, la revista Forbes eligió a Anexa Alfred Cunningham como una de las 100 mujeres más poderosas de Centroamérica. “Con su talento, su hacer cotidiano y su influencia, las 100 mujeres poderosas de este año allanan el camino a otras mujeres y aceleran la disminución de la brecha de género”, destacó la publicación.
“Me tomó por sorpresa la noticia”, escribió la defensora en sus redes sociales. Ella comparte el reconocimiento con otras seis mujeres nicaragüenses, a quienes les une “la pasión, el amor y el compromiso por lo que hacemos”.
En la lista figuran, entre otras, la joven Sheynnis Palacios, Miss Universo 2023, las defensoras de derechos humanos Haydeé Castillo y Bianca Jagger, y la ingeniera espacial Sheila Morales, criada en Puerto Cabezas y a quien Anexa considera “un ejemplo y un orgullo para la juventud costeña”.
La dictadura tomó represalias
A raíz de la rebelión social de 2018, Anexa integró la Coalición Nacional en representación de los pueblos indígenas y afrodescendientes, reafirmando su compromiso con la defensa de los derechos humanos, que estaban siendo violentados por la dictadura.
En julio de 2022, el régimen Ortega Murillo le impidió el ingreso a Nicaragua, a pesar de contar con inmunidad por ser una experta de la ONU. Desde entonces reside en Suiza, forzada al destierro.
Como a los más de 6.000 nicaragüenses a quienes se les ha negado el ingreso a su país, el destierro le provocó un gran impacto emocional. "El primer sentimiento que uno tiene es como cuando un árbol es arrancado de la tierra”, ha dicho Anexa en otra entrevista.
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El exilio también le impidió despedirse de su papá, que falleció el 30 de mayo del año pasado. “Mi amado padre se fue sin que yo pudiera darle un abrazo ni un beso”, se lamenta.
“Las represalias que yo he sufrido son parte de un esfuerzo del régimen sandinista por quebrantar el último bastión de resistencia en Nicaragua: los pueblos indígenas”, afirma. Por esa razón, no dejará de luchar.
“Yo no me veo haciendo otra cosa más que lo que hago”, dice con una sonrisa.
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