Vilma, una nicaragüense supervisora de obras de construcción en Costa Rica
Cuando la nicaragüense Vilma Grijalba López dejó Chontales tenía cinco años de edad. Sus padres se vieron forzados a dejar NicaraguaNicaragua junto a sus siete hijos por razones políticas. Hoy, Vilma es una mujer de 34 años con un extenso currículum profesional y es madre soltera. También es una mujer en construcción que aprendió a abrirse camino en un campo reservado para varones.
A veces acude a la escuela de su hijo Andrew portando botas y chalecos que es parte necesaria de su uniforme para la empresa que labora desde hace seis años como supervisora en la construcción del viaducto Circunvalación Norte de Costa Rica, el más largo del país y el que pretende cambiar la movilidad en la gran área metropolitana.
Su presencia causa sorpresa entre los compañeros y orgullo entre su hijo, pues es poco común que una madre de familia acuda a reuniones escolares vestida para la construcción.
“Sus compañeros le preguntan en qué trabaja su mamá y él con mucho orgullo dice en Salud Ocupacional”, relata Vilma a “Soy una persona migrante en Costa Rica y esta es mi historia", libro del Servicio Jesuita de Migrantes en Costa Rica que reúne las valiosas vivencias de nicaragüenses y otras nacionalidades.
La niñez de su hijo Andrew es muy distinta a la que vivió Vilma. Pocos saben en Costa Rica que ella nació en Nicaragua. Y otros por el acento tico creen que miente incluso ella misma ha llegado a dudar pues visitó Chontales por primera vez hace dos años, aunque siempre había querido conocer. “Es bastante bonito ir a donde una nació, conocer su país y su familia”, continúa su relato.
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Recuerda que cuando su familia llegó a Costa Rica se instalaron en Grecia hasta el momento que la vivienda en la que habitaban se quemó por completo y se mudaron a San José a casa de amistades que les permitieron vivir un tiempo.
Mientras su madre vendía comida su padre se dedicaba a trabajar en la construcción, los ingresos a duras penas ajustaban para los gastos domésticos y desde temprana edad Vilma empezó a trabajar en la limpieza de una empresa constructora para aliviar la carga familiar.
Estando en la empresa sus compañeros y jefes la animaban a estudiar, pero Vilma no sabía a qué dedicarse todavía y mientras decidía qué profesión elegir estudió varios cursos técnicos como secretariado, electricidad y cableado estructurado.
Hasta que un día alguien que vio en ella sus cualidades le recomendaron estudiar Salud Ocupacional y así lo hizo. “Iba tres días a la semana a la Universidad. Por la noche llegaba súper muerta y cansada. En esta época, mi mamá me ayudaba porque era muy complicado ser mamá soltera, trabajar y estudiar”, resalta Vilma.
Supervisar a hombres
Los esfuerzos de Vilma dieron sus frutos poco a poco, recuerda que para 2017 ella no tenía experiencia en obras horizontales, pero deseaba tener una oportunidad en el proyecto de Circunvalación Norte, uno de los más grandes a la que cualquier profesional de su rama aspira participar y llegó su primer reto cuando la contrataron para supervisar a varones “y a muchos no les gustaba”, pero lo superó.
Después se enfrentó a las comunidades cercanas que se oponían a la construcción de la nueva carretera. Le tocó llenarse de barro y recorrer el perímetro porque intentaban instalar un asentamiento en la zona.
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Hasta el momento, Vilma niega que en el campo laboral haya sufrido discriminación.
“Todo el mundo busca mejores oportunidades. Yo considero que no es ninguna limitante ser extranjero para superarse, al menos en mi caso, yo considero que una lo hace como para demostrar: bueno, yo no soy de este país, pero yo hago esto, esto y esto y lo hago bien”, dice.
Orgullosa de ser nicaragüense
Vilma reflexiona que la etapa más difícil en Costa Rica fue durante la primera infancia. Lloró muchas veces y conforme pasaban los años asimilaba mejor su condición de extranjera.
Se siente orgullosa de ser nicaragüense, orgullosa por ser mujer y por ser “muy carga” lo que viene siendo igual a “pilas puestas” y es así como ella desea ser recordada el día que falte.
Pero esta seguridad y confianza en sí misma no siempre fue así, se la dieron los años y la vida como su mejor escuela de aprendizaje.
Vilma todavía se emociona al recordar que “cuando estaba en la escuela también sufrí mucho. A veces los niños pueden ser muy crueles, me decían ‘nica a 50 pesos’” dando entender que tenía poco valor.