Madre relata muerte de sus dos hijas menores de edad, una por femicidio y otra por rara enfermedad

Con fotografías en mano, esta mujer recorrió la capital y visitó los distintos medios de comunicación para dar con el paradero de su hija Diana Raquel Gutiérrez Hernández.
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Febrero 18, 2022 08:00 AM
Crédito: Óscar Navarrete • Foto: None

A sus 33 años, Ivette Gutiérrez perdió a sus dos únicas hijas. Una le fue asesinada en 2018 y otra falleció en 2020 de una rara enfermedad.

“Lloro cuando veo y escucho noticias de una niña desaparecida. Yo sufro porque conozco ese dolor y quisiera hacer algo para que a ninguna niña le pase como a mi Diana que me la mataron y le quitaron todos sus sueños, eso es lo más terrible para una madre”, narró Ivette a Vidas Inocentes.

Con fotografías en mano, esta mujer recorrió la capital y visitó los distintos medios de comunicación para dar con el paradero de su hija Diana Raquel Gutiérrez Hernández.

El 23 de mayo de 2018, la pequeña Diana desapareció sin dejar rastro. Su familia habitaba en el barrio La Primavera de Managua. 

“Era una niña de 12 años, alegre. Todo era risa. Le gustaba hacerle cosquilla a uno”, así la recuerda su madre. Quien hasta el día de hoy se sigue cuestionando porqué se la mataron.

De acuerdo con la Policía, Ivette debía esperar 48 horas para denunciar formalmente la desaparición de su hija menor y así lo hizo, sin embargo, desde el mismo día que descubrió su ausencia empezó su búsqueda. Dice que su familia y los vecinos se unieron para dar con la pequeña. 

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Génesis era la primogénita de Ivette, solo un año mayor que Diana. Ambas hermanas eran inseparable y su desaparición la afectó demasiado.

Esta madre recuerda que su hija solía repetir “cuando vuelva la Diana ahí van a estar su ropa y sus zapatos”.

Diana no volvió 

El 23 de mayo de 2019, las autoridades localizaron su cuerpo en una letrina a pocas cuadras de su casa. En realidad, Diana nunca abandonó el barrio La Primavera.

“Cuando a mí me avisan que encontraron a mi hija, yo corrí y creí que la habían encontrado viva. Jamás imaginé que la habían asesinado de manera tan cruel. Con tanta maldad”, dice la entristecida madre.

En el lugar del hallazgo, Ivette reconoció la chinela, la blusa rosada y el pantalón que vestía cuando desapareció. No había vuelta atrás era Diana. La hija que había buscado incansablemente por un año.

“Solo Dios sabe que sentí que morí en ese momento”.

Pero este trago amargo era solo el primero de los golpes que le esperaban a esta madre soltera.

Según el Instituto de Medicina Legal, la menor falleció a consecuencia de hemorragia cerebral, fractura de la base del cráneo y trauma craneoencefálico.

“Mi hermosa estrella, hermoso ángel que me cuida desde arriba con papá Dios”, escribió Génesis en un sentido mensaje para su hermana tras enterarse que había sido asesinada.

El femicida de Diana resultó ser un vecino de nombre Víctor Moisés Ortiz de 23 años, a quien las autoridades condenaron a 25 años de prisión.

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Un año más tarde de ser localizada Diana, Ivette se enfrentaría nuevamente a la muerte de su hija mayor, Génesis.

Cuenta que de forma repentina le aparecieron dolores en el cuerpo, fiebre y vómito tras ser diagnosticada con artrosis infantil, misma enfermedad que padecía Diana desde sus primeros años.

El 25 de octubre de 2020, Ivette Gutiérrez se despidió para siempre de Génesis. Su vida no ha vuelto a ser la misma desde que perdió a sus dos hijas y dice que ya no le queda nada. 

“Por una parte pienso que están juntas y que desde el cielo me cuidan, pero por otra ya no tengo hijas”, lamenta con profunda tristeza.

Este mismo sentimiento, Ivette lo comparte con su madre, quien quedaba a cargo de las menores cuando ella debía salir por las mañanas a lavar ropa ajena o por las tardes a ofrecer cosméticos y reunir para comprar los alimentos. Su vida de madre soltera estaba entregada a sus hijas, hoy vive con el temor de que en cualquier momento el asesino de Diana abandone la cárcel y reciba el perdón presidencial.

Las niñas de Mulukuku

Entre el 2017 y 2020, unas 37 niñas y adolescentes fueron víctimas de femicidio de acuerdo con los datos arrojados por el Observatorio de Católicas por el Derecho a Decidir.

Entre estas 37 víctimas están dos menores de 10 y 12 años que el 12 de septiembre de 2020. Ambas eran hermanas y fueron asesinadas en la comunidad Lisawes a unos doce kilómetros de Mulukuku, municipio del Caribe Norte del país. 

La madre soltera, Carmen Rodríguez Dávila, relató que ella acudió a bañarse a unos 400 metros de la vivienda junto a sus hijas menores, sin embargo, decidió adelantarse mientras las niñas se quedaron en el rio recolectando cangrejos que los consumirían en sopa.

Rodríguez Dávila se sorprendió al esperar el regreso de sus hijas y ver que no aparecían por lo que decidió salir a buscarla y de acuerdo con su testimonio encontró a la niña mayor degollada con signos de violación y la menor, también fue macheteada.

La madre de las víctimas denunció a Rosario Soza Centeno de 33 años como el autor del doble femicidio. Asimismo, señaló que su hija mayor fue abusada sexualmente en dos ocasiones cuando tenía seis y ocho años, pero las autoridades habían ignorado sus denuncias.

Aunque Rosario Soza Centeno fue sentenciado a 106 años de cárcel, durante el juicio la madre de las niñas exigió justicia y reclamó a las autoridades no haberla escuchado antes del incidente de las menores.

“A mis hijas no las volveré a ver. No me quiero dar cuenta que jamás ni nunca que, ese hombre está vivo o anda libre”.

Agresor quiso simular que ella se suicidó

El pasado 13 de febrero, una adolescente de 16 años fue encontrada con signos de violencia en la comunidad Umbila, municipio de Rosita en el Caribe Norte. 

Familiares presumen que la menor también fue atacada sexualmente y responsabilizan a Henry Javier Molina García del crimen ya que su cuerpo presentaba signos de violencia. 

El suceso movilizó a los pobladores quienes se dieron a la tarea de localizar a Molina García y luego lo entregaron a las autoridades. 

Los familiares de la adolescente denunciaron que Molina constantemente acosaba a la víctima y en su afán de salirse con la suya simuló que la joven se había suicidado, no obstante, esta versión fue desmentida por las autoridades.

A través de examen médico forense se verificó que la causa de muerte de la jovencita fue asfixia mecánica por la vía del ahorcamiento y las autoridades policiales presentaron un trozo de mecate como evidencia ocupada.

 “Este horror no debe continuar. Urge Un plan con acciones efectivas para enfrentar la violencia desmedida que arrebata las vidas de niñas y mujeres en nuestro país. Si un hombre adulto acosa a una adolescente es importante denunciarlo y armar un plan de seguridad que proteja a la chavala”, demandó el grupo Venancia.

Camino a la autoprotección

Por su parte, la psicóloga y feminista Maryce Mejía planteó que la problemática de femicidio y violencia sexual son efectos de crisis de derechos humanos que existe dentro y fuera de Nicaragua.

“Con la pandemia del Covid-19, los conflictos sociales que se han despertado en América Latina y vemos como la pobreza, los femicidios, la violencia sexual, la emigración, el poco acceso de la justicia afecta directamente a las mujeres y a las niñas porque es el sector que más sufre las consecuencias y los efectos de esta problemática”.

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En este sentido, Mejía explica que no se puede hablar de una reducción de femicidios o de violencia machista, ni tampoco se perciben los niveles eficaces.

“Los niveles de atrocidades siguen siendo los mismos, sin embargo, ahora son más visibles porque se le está dando la importancia que amerita esta problemática”.

La especialista asegura que la saña contra las mujeres en Nicaragua siempre ha existido y por lo tanto urge la necesidad de crear una cultura de prevención, acceso a la justicia, cero impunidades y que las instituciones del estado simplemente cumplan su rol como garantes de derechos.

“La mirada está en otros lados, menos en salvar la vida de las mujeres y las niñas en nuestro país y en toda la región. Es lamentable como Nicaragua queda prácticamente acéfala sin ningún tipo de acompañamiento porque las organizaciones están cerrando”.

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