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Báez: La familia de Jesús como las de hoy fue reprimida por los tiranos de turno

El obispo auxiliar de Managua Silvio Báez, recordó que la familia de Jesús fue una familia como muchas de las familias de nuestros países, que padecen la represión de los tiranos de turno

Diciembre 31, 2023 12:34 PM
monsenor baez homilia sagrada familia

Queridos hermanos y hermanas: Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. La fiesta de hoy nos recuerda que Jesús, como todos los niños, tuvo necesidad de una familia. Su camino de crecimiento humano y de madurez espiritual lo realizó en el seno de una familia y en el ambiente social y religioso de su pueblo.  La familia de Jesús fue una familia como tantas otras en Nazaret. En ella no hubo cosas extraordinarias ni milagros sorprendentes. Como todas las familias, tuvieron problemas y tristezas, gozos y esperanzas.

María era una joven creyente que gustosamente dialogaba con Dios, lo escuchaba con el corazón y con gran alegría hacía siempre su voluntad. Aunque no siempre lograba comprender todo, siempre conservaba amorosamente sus palabras y recuerdos en el corazón. Acompañó a su hijo Jesús con humildad, muchas veces oculta entre la gente, y al pie de la cruz compartió su dolor con fortaleza y esperanza en Dios. 

José era un hombre justo, cumplidor fiel de la ley del Señor, aunque para él la compasión era más importante que el mandamiento. Enamorado de su esposa, la cuidó y amó con gran respeto y delicadeza. Amó a Jesús y cuidó de él como padre tierno y responsable. No era de muchas palabras. De él no conocemos una sola palabra en el evangelio, pero estaba siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. En su pequeño taller de carpintería educó a Jesús en el valor del trabajo según la Ley del Señor.

El evangelio de hoy nos recuerda sobre todo que la familia de Jesús era una familia judía profundamente religiosa. A los cuarenta días de nacido el niño, María y José, obedientes a lo que prescribía la Ley de Moisés, lo llevaron al templo de Jerusalén “para presentarlo al Señor” (Lc 2,22). Aquel niño, que había nacido por obra del Espíritu Santo, era también hijo de María, que lo había engendrado en su seno, y de José, que lo había adoptado y le había dado nombre y apellido. Como judíos piadosos, María y José, llevan al niño al Templo. Quizás sin comprenderlo del todo, al introducir a Jesús en el Templo como hacían los judíos con todos sus niños primogénitos, estaban dando inicio a la renovación del viejo Templo de Jerusalén, pues Jesús es la verdadera morada de Dios con los hombres, el verdadero templo en el cual Dios y lo seres humanos se encontrarán para siempre (cf. Jn 2,18-22).

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María y José se preocuparon desde el inicio por introducir al niño Jesús en la vivencia de la fe de su pueblo. En nuestra sociedad, dominada por el relativismo ético, se hace aún más necesario que la familia sea un ambiente propicio que ayude a crecer en la fe. Las nuevas generaciones deben ser educadas en los valores del evangelio, no solo a través del catecismo para recibir los sacramentos, sino a través del testimonio de vida de los padres. Es misión de los padres de familia entusiasmar a sus hijos con el ejemplo para que conozcan personalmente a Jesús, se familiaricen con él en la oración y sigan sus pasos con alegría y confianza dentro de la fe de la Iglesia, que es la gran familia de Dios.

El día que José y María llevan al niño al templo, “un hombre justo y piadoso”, llamado Simeón, tomó al niño en sus brazos y le dijo a María: “Mira, este niño será como un signo de contradicción, que provocará enfrentamientos (…), y a ti, una espada te traspasará el alma” (Lc 2,34). La familia de Nazaret no solo tuvo que afrontar problemas domésticos, sino que desde el inicio se vio amenazada por la arrogancia y la violencia de gobernantes como Herodes, que mandó a matar a los niños de Belén. Jesús, María y José, se vieron forzados al exilio. Tuvieron que irse a Egipto, a una tierra extranjera, con todas las dificultades que esto comporta. Allí tuvieron necesidad de comer, de encontrar una casa, de tener un trabajo.

La familia de Jesús fue una familia como muchas de las familias de nuestros países, que padecen la represión de los tiranos de turno o pasan grandes necesidades económicas. Muchas veces nuestras familias, como la de Jesús, también se ven obligadas a emigrar, arriesgando sus vidas para poder sobrevivir y trabajar duramente para salir adelante. La familia de Nazaret, con su ternura y su intercesión, acompañan a nuestras sufridas familias que en el exilio padecen el dolor de estar lejos de su tierra, el cansancio de trabajar con dureza y la angustia de un futuro incierto. El corazón materno de María y el corazón atento de José, conservaron siempre la confianza en que Dios nunca les abandonaría. Que por su intercesión, esta misma certeza esté arraigada en el corazón de nuestras familias emigrantes que viven lejos de su patria en medio de muchas dificultades.

Al final, el evangelio de hoy nos introduce en la vida silenciosa y discreta de la Sagrada Familia en Nazaret: “Después de haber cumplido todo lo ordenado por la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su pueblo de Nazaret” (Lc 2,39). Dejan el grandioso templo de Jerusalén y en Nazaret llevan una vida ordinaria como la de las otras familias de aquel pequeño pueblo. En Nazaret, junto a María y José, “el niño crecía, se fortalecía y se iba llenando de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él” (Lc 2,40). En la calidez de su hogar María y José colmarán a Jesús de amor y de cuidado. Le ayudarán a crecer como persona y a madurar como creyente, le enseñarán a amar y a rezar.

Por intercesión de Jesús, María y José, pidamos hoy a Dios que bendiga a nuestras familias para que sean siempre, a imagen de la familia de Nazaret, espacios de ternura y de reconciliación, de respeto y de humanidad. Que sean también escuelas de libertad y de responsabilidad, en donde los más jóvenes se contagien y se entusiasmen por los grandes valores humanos de la verdad, la compasión, la justicia y el bien.

Que con la gracia de Dios nuestras familias sean sobre todo escuelas de fe en donde se aprenda a rezar, a confiar en la bondad de Dios, a seguir a Jesús con entusiasmo y a soñar y comprometerse en la construcción de un mundo más digno, justo y amable para todos.

Silvio José Báez.

Obispo Auxiliar de Managua.

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