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Sacerdotes entre las balas de la represión en Nicaragua

Agosto 22, 2018 04:35 PM

Cuando empezó el ataque, el padre Raúl no dudó en tomar una camioneta para ir a socorrer a los estudiantes que habían quedado atrapados bajo el fuego de los paramilitares durante una ofensiva gubernamental contra las protestas en Nicaragua.

“Estaban en una zona de la universidad de muy difícil acceso, tomamos la camioneta de la parroquia y nos fuimos a buscar a los muchachos entre las balas”, cuenta a la AFP Raúl Zamora, párroco de la iglesia Jesús de la Divina Misericordia de Managua.

Con gestos como ésos, los sacerdotes se han convertido en protectores de los manifestantes durante las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega, quedando en la mira de grupos oficialistas y sufriendo amenazas, ataques o el destierro.

Poco después de ayudar a los manifestantes, la parroquia del padre Raúl, en la que se habían refugiado más de un centenar de estudiantes, también fue atacada a balazos durante más de 15 horas por paramilitares.

Dos jóvenes murieron baleados frente a sus compañeros, quienes, al igual que el prelado, creyeron que no sobrevivirían y se despidieron de sus seres queridos por teléfono.

El cardenal Leopoldo Brenes y el nuncio Stanislaw Waldemar llegaron al día siguiente a rescatarlos con una comitiva, tras mediar con el gobierno.

El episodio fue a mediados de julio, en uno de los momentos más crueles de la represión que vivió Nicaragua durante las protestas de estudiantes contra el gobierno de Ortega. Los enfrentamientos han dejado más de 300 muertos desde abril.

En medio de la crisis, en la que obispos han tratado de mediar promoviendo un diálogo, las iglesias abrieron sus puertas para atender a los heridos y proteger a los perseguidos.

Intentaron detener violentos ataques a ciudades tomadas por manifestantes que se defendían con piedras, ondas y morteros caseros.

“Nosotros nos ponemos del lado del que está sufriendo”, explica el padre Raúl.

Han hecho una labor “extraordinariamente fabulosa, se han portado realmente como cristianos”, afirma a la AFP la poetisa y teóloga nicaragüense Michelle Najis acerca de los sacerdotes.

Pero para Ortega, el ex guerrillero sandinista que gobierna desde hace 11 años, los manifestantes son “terroristas y golpistas” y los obispos parte de esa “conspiración”.

El argumento del presidente: que los obispos le propusieran adelantar las elecciones de 2021 a 2019 en el marco del diálogo que busca solucionar la crisis.

“Diablos con sotana” 

Desde entonces, muchos religiosos han sido amenazados de muerte, han dejado de dormir en las parroquias por temor a ser agredidos o han emigrado como miles de nicaragüenses que huyen de la persecución.

“Desgraciadamente algunos catequistas, delegados de la palabra han tenido que salir fuera del país”, admitió el cardenal Brenes, arzobispo de Managua y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN).

“Hay obispos amenazados, hay sacerdotes señalados de complicidad de golpistas, de terroristas”, pero “nosotros no tenemos nada que ver” con eso, afirmó a la AFP el padre Leonel Alfaro tras presidir una misa en Catedral.

El lunes, hombres armados secuestraron a Carlos Cárdenas, ex asesor legal de la CEN en el diálogo, cuando salía de su casa.

Seguidores del gobierno asediaron el domingo al sacerdote Eduardo Carrillo del puerto de Corinto, y le gritaron “golpistas, asesinos y diablos con sotanas”.

El padre Edwin Román, quien cobijó a manifestantes heridos y ayudó a excarcelar a detenidos en las protestas en la sureña ciudad de Masaya, fue intimidado por sujetos armados la semana pasada.

“Me siguieron, me amenazaron y me lanzaron insultos”, dijo el sacerdote.

El padre Pedro Méndez de Masaya fue golpeado en julio por encapuchados.

Ese mismo mes, paramilitares irrumpieron en una basílica de Diriamba y agredieron a los obispos que llegaron a esa ciudad, entre ellos al arzobispo auxiliar de Managua, Silvio Báez.

Mientras que el obispo de Estelí, Abelardo Mata, salió ileso el mes pasado de un atentado cuando se movilizaba en su vehículo, entre otros hechos.

“Los ataques no tienen perdón, han profanado los templos católicos, eso es un pecado”, dice a la AFP Orlando Rivera, de 40 años.

Para muchos nicaragüenses, la Iglesia católica, la de mayor influencia en el país, ayudó a salvar vidas.

“Si la Iglesia no hubiera abierto sus puertas, hubiera muerto mucha más gente”, comenta a la AFP la joven Rosa Talavera al salir de misa.

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