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Chamarrazos del dictador de Nicaragua

Octubre 11, 2019 10:45 AM

Es evidente que Ortega inventó ese acto dedicado a Benjamín Zeledón como pretexto para enviar un mensaje. Por cierto, hasta hace un tiempo, el dictador tenía por costumbre desaparecer por semanas; últimamente algo le ha agarrado que esta saliendo a cada rato. Obviamente, eso no es casual.

Algo persigue.

Pero vamos al discurso. Antes debo recalcar que cumplo esta tarea ingrata de comentar las peroratas del dictador porque estoy convencido de que no podemos dejarle pasar nada. Su intención, al repetir y repetir, hasta el cansancio, las mismas cantinelas, es sembrar duda y confusión en la población, al menos en los más desprevenidos, provechándose de que cada vez son menos los medios de comunicación independientes.

Ortega repitió su verborrea de siempre. Atacó a los obispos. Siguió con sus embustes sobre el golpe…un embuste que repite y repite a pesar de que solamente creen los borregos que le siguen. Nadie más. Aunque, a decir verdad, como la masacre perpetrada por los esbirros ha sido pública y notoria, ni los mismos seguidores del régimen creen el cuento del golpe. Repiten como loras, pero nada más. El dictador volvió a desempolvar su trasnochada retórica anti imperialista.

Un anti imperialismo de mentira. Habla de imperialismo pero no menciona los beneficios del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, el CAFTA. Habla de imperialismo pero no menciona las remesas, que también vienen de ese país a oxigenar la economía. No menciona los más de cien mil empleos que generan las zonas francas, cuya producción va en su mayor parte al mercado norteamericano. No menciona los créditos del BID y del Banco Mundial, instituciones que tienen como su mayor socio a Estados Unidos. No menciona las inversiones de empresarios norteamericanos a quienes dirige zalamerías para que sigan invirtiendo en Nicaragua.

Y siguió con sus mismas mentiras. Como dice nuestro pueblo, el ladrón juzga por su condición. Así, en el colmo de la desfachatez afirmó, refiriéndose a los dirigentes opositores: “no respetan acuerdo alguno, hablan de diálogo, firman acuerdos, y al final no reconocen los acuerdos“. Eso dijo. Qué cáscara.

El mismo que suscribió acuerdos en dos diálogos que después no cumplió, tiene el desparpajo de hablar de incumplimiento de acuerdos. Además, el mismo personaje que obliga a los trabajadores del Estado a rotondear, a marchar y a firmar documentos, campantemente afirmó que la gente salió a las calles en las marchas azul y blanco porque los empresarios los obligaron bajo la amenaza de correrlos.

Semejante disparate solo puede haberlo dicho en broma, pero lo dijo muy serio. Más allá de esa retórica embustera, a nuestro entender, dos cosas quedaron claras: Primero. La preocupación central de Ortega es la amenaza de sanciones a su familia y a sus allegados.

Le dio vueltas y revueltas al tema de las sanciones repitiendo que dañan a los más pobres, que dañan al pueblo. ¿Qué tienen que ver los pobres con las sanciones al presidente de la Asamblea Nacional y a Roberto Rivas? ¿Qué tienen que ver con los pobres las sanciones al jefe de la policía y al jefe de los servicios de seguridad del régimen? ¿Qué tienen que ver los pobres con las sanciones impuestas a la exministra de salud o al ministro de transporte? Las sanciones se impusieron a jerarcas del régimen porque están señalados de cometer delitos de lesa humanidad y actos de corrupción. Nada tienen que ver los pobres, ni la soberanía nacional con esas sanciones.

Dígame usted, qué tiene que ver el BANCORP, que también fue sancionado por servir como plataforma para el lavado de dinero…qué tiene que ver con los pobres. Los más de 2500 millones de dólares que resguardaba ese banco es parte, solo una parte de la fortuna de la familia gobernante. Qué tienen que ver los pobres con la fortuna de la camarilla gobernante Nada. Los pobres nada tienen que ver. Ni los pobres. Ni la soberanía tienen que ver. Y dijo un disparate más. Que se está preparando para acusar en tribunales internacionales a los que sigue llamando golpistas. Un doble disparate.

Por un lado, todo el mundo sabe, afuera y adentro, que el monarca controla a fiscales, jueces y tribunales para enjuiciar y condenar a quien se le antoje. En segundo lugar, todo el mundo sabe que Nicaragua no ha suscrito el convenio de la Corte Penal Internacional.

Así que no se trata más que de fanfarronerías y chamarrazos. Aquí, quien está señalado de cometer delitos de lesa humanidad por los más prominentes organismos de derechos humanos es el dictador. Pero el mensaje de fondo fue hacia Estados Unidos.

Se llena la boca hablando de vendepatrias cuando en realidad lo que pretendía era decir a los norteamericanos que está dispuesto a arreglarse con ellos, pero con ellos, no con los nicaragüenses. Toda la parafernalia del acto inventado fue con ese propósito. Los adornos retóricos “anti imperialistas” estaban destinados a endulzar los oídos a su clientela. Esto es todo.

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