Mujeres nicaragüenses transforman sus vidas cultivando la tierra
Lissethe Escalante, productora agrícola de Nicaragua, se ha dedicado en los 17 últimos años a esta labor, que tradicionalmente ha sido un oficio para hombres.
La difícil situación en la que vivía Lisseth Escalante, una joven campesina de 30 años, la motivó junto a otras mujeres a organizarse para mejorar las condiciones de vida a través del trabajo que realizan en su humilde comunidad.
La jornada de trabajo de las campesinas nicaragüenses empieza muy temprano en la comunidad San Juan de Las Pencas, ubicada en la ciudad de Chinandega, en el occidente de Nicaragua
“Mi mamá me heredó una manzana de tierra con lo que he logrado pagar mis estudios universitarios y los estudios de mis hijas”, relata Lisseth a la Voz de América, mientras trabaja la tierra.
Lisseth, que hace 17 años cultiva la tierra, explicó que cuando decidió dedicarse a la labor agrícola debió enfrentar varios obstáculos, entre ellos la falta de experiencia en este trabajo, que tradicionalmente en Nicaragua lo realizan fundamentalmente los hombres.
“Cuando yo entré a la cooperativa era una joven muy tímida y con problemas de autoestima”, recuerda. Venció sus miedos, -dice-, y hoy lidera la Cooperativa Mujeres en Acción, que aglutina a más de 40 mujeres de su comunidad.
María Teresa Fernández, dirigente de la Organización no Gubernamental Coordinadora de la Mujer Rural, dijo a la VOA que los obstáculos que existen en la vida laboral de Lisseth son comunes en Nicaragua, donde las mujeres han tenido pocas oportunidades para trabajar en el campo.
Fernández dijo que si bien el Estado aprobó la Ley Creadora del Fondo para Compra de Tierras con Equidad de Género en el año 2010, no destina recursos del presupuesto del país para implementar la legislación que beneficiaría a miles de mujeres campesinas.
“El gobierno no destina fondos del presupuesto de la República porque sencillamente las mujeres campesinas no son prioridad para este gobierno por su modelo económico neoliberal”, señala Fernández.
Así y todo, el trabajo agrícola ha cambiado drásticamente la vida de Lisseth, encargada hasta ahora del sustento de sus dos hijas y hasta logró costear su carrera de ingeniera agronóma.
Otras mujeres jóvenes como Massiel Aróstegui han seguido el ejemplo de Lisseth y se han integrado a la cooperativa para mejorar sus condiciones económicas y las de sus familias.
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