Nicaragua: Debemos de distinguir dos objetivos sociopolíticos distintos
El movimiento social no puede acabar solo con la dictadura, ejercer el poder y comenzar a construir una sociedad democrática a menos que se alcance un nivel de unidad, un nivel de politización y conciencia cualitativamente más alto del que existe actualmente. De hecho, solo a través de la unificación y politización del conjunto de las distintas tendencias existentes de la oposición amplia, más allá de las diferencias de oficios, nivel de conocimiento, sexo, edad, etcétera se podrá derrotar a la dictadura.
La gran mayoría de los miembros de la oposición ampliada han adquirido un nivel de politización, en el más profundo del termino, a través de la experiencia de la unidad en la acción. Las distintas organizaciones políticas no puedan sustituir esa experiencia y tampoco pueden agrupar y centralizar a toda la población sin un programa mínimo que permita unificarlas por encima de su filiación política o creencias religiosas. La política de unificación debe ser, sin lugar a dudas, el objetivo estratégico inmediato de la oposición.
Cuanto más se prolongue la crisis sociopolítica de la dictadura, más aumentan las probabilidades de que ocurra un cisne negro que provoque su caída, razón por la cual hay que estar preparado para esa eventualidad. La cuestión es que el régimen se ha implicado tanto en su estrategia de el poder o la muerte” que no tiene incentivos suficientes para detener su política represiva. Ha apostado demasiado a la represión como para echarse para atrás sin más ni más; sin embargo, la descomposición socioeconómica del país y la pérdida paulatina de su base social lo va a obligar a buscar otra estrategia: las elecciones adelantadas.
Las elecciones adelantadas es una estrategia no descartable que implicaría, también, un cambio de la correlación de fuerzas al interior de la cúpula del poder orteguista, ya que significaría abandonar parcialmente la represión por una salida negociada. Sería el reconocimiento del fracaso de la estrategia represiva para quebrar la resistencia sociopolítica del movimiento social ampliado.
El cambio de estrategia puede ser tan excepcional que las consecuencias son complicadas de prever en su totalidad. El poder de la cúpula en el poder pasaría de dos a tres personas en detrimento de la tendencia que ha apostado, desde el inicio de la crisis de abril, a la estrategia de vamos con todo. En todo caso, aunque nunca hay que descartar por completo nada, es ciertamente poco probable que se mantenga la política represiva indefinidamente sin cambio alguno. De momento, la incertidumbre es lo que caracteriza el futuro político inmediato. No hay que olvidar que el régimen apuesta a permanecer en el poder utilizando cualquier medio.
Es pronto saber si la estrategia negociadora propugnada por Humberto Ortega tendrá el éxito suficiente para imponerse como la ruta política a seguir; lo que sí sabemos es que el régimen no puede mantener el statu quo o el inmovilismo político actual, ya que es obvio que no puede conseguir su objetivo político de ganar tiempo mediante el uso solamente de la represión permanente.
Prever exactamente el futuro político y sus consecuencias es imposible, pero no hay que despreciar el azar de los acontecimientos (cisne negro) ni la capacidad de las termitas que produzca la implosión del régimen dado el alto nivel de descomposición, social, económico, religioso y político de Nicaragua.
¿Cómo podría funcionar normalmente el país si la población vive en un estado de ebullición sociopolítico permanente? Esto nos plantea que la relación entre el elevado nivel de rechazo de la gente a la dictadura y el reto de construir una dirección política que permita derrotarla sea el objetivo estratégico inmediato a alcanzar.
Los que quieren dialogar con Ortega, en las condiciones actuales sin cambio alguno, tienen la esperanza de la mayoría de la población acepte una salida en frío de la crisis actual. Los que quieren negociar con Ortega piensan que pueden obtener el apoyo de la mayoría de la población por la falta de un programa que los aglutine alrededor de una ruta política que permita derrocar a la dictadura.
En cualquier caso, es evidente que hay una diferencia entre una situación en la que el discurso de la protesta se limita a rebelarse en pequeños grupos aislados sin ningún programa de lucha que los coordine, por una parte y la situación en la que pequeñas organizaciones han hecho ya una acumulación de fuerzas con un programa de lucha, incluso si todavía representan una pequeña minoría organizada. En este caso, lucha será más fácil, una vez caída la dictadura.
Por otra parte, la ausencia de un programa de lucha hace que la simple actividad y conciencia anti-dictatorial tenga efectos menos duraderos en la conciencia de la población y permite a los que patrocinan una salida al suave recuperar la hegemonía política, a pesar de la gravedad de la ebullición sociopolítica, debido al hecho que cientos de miles de ciudadanos que antes no habían sido políticamente activos entraron, a partir del 2018, por primera vez a la arena política y, por la falta de un programa mínimo de lucha, se orientaron y se orientan, en principio, hacia las fuerzas que propugnan el aterrizaje al suave como sucedió en el 2018 y 2019.
La dictadura no puede parar el desvanecimiento sociopolítico que vive desde el 2018. Su hegemonía política no la tiene acreditada por mucho tiempo, de allí la necesidad de adelantar las elecciones para ganar tiempo, disminuir su aislamiento internacional y evitar más sanciones.
Existe un error en las presunciones de algunas personas en su creencia de que OrtegaMurillo están más fuertes. A mi juicio no comprenden el desarrollo del proceso de implosión que el régimen está padeciendo. Últimamente Ortega ha demostrado estar huérfano de creatividad, ya no tiene la mejor mano a jugar y posición de ser cabeza de mesa no está garantizada.
La unión de la oposición se puede transformar como el equivalente a cisne negro para el régimen, ya que la unión de las diferentes corrientes de la oposición demostraría que esa unión opositora no aspira únicamente con tener un asiento en la mesa política nacional, sino que ya quiere dirigir la mesa.
El manejo de una relación incrementalmente difícil con la dictadura Ortega-Murillo será la prueba más significativa de los hacedores de la política de la oposición en los meses por venir. La estrategia de la oposición debe ser sumar y sumar a las distintas corrientes opositoras en una sola unión.