"Los Secretos de un 222"
Hay quienes me han dicho que mi vida, al menos, no ha sido aburrida. Desde niño, parecía tener una predilección hacia la adrenalina, la rebeldía y la tenacidad, y eso, tarde o temprano, me provocaría problemas. No puedo negar que gran parte de esa misma personalidad irreverente que tengo es lo que me llevó a rebelarme contra la dictadura de Daniel Ortega.
A diferencia de otros excarcelados políticos de los 222 y activistas de derechos humanos, yo, a decir verdad, jamás me involucré en la política o el activismo por los DDHH hasta el 2018. De hecho, tenía muy poca conciencia acerca de todo este tema de la democracia, sus valores, sus instituciones y los estados de derecho. Tengo talentos y estudié para administrar negocios, comprar y revender para hacer dinero. A eso me dediqué antes del 2018 y, como una de esas vueltas irónicas de la vida, a eso me dedico aquí en los Estados Unidos después de la prisión política y el destierro que Daniel Ortega ordenó en mi contra por utilizar las redes sociales para denunciar a su dictadura.
No me considero alguien especial por ser parte de los 222, ni tampoco creo que por eso yo sea merecedor de alguna ventaja política, económica o migratoria en este país. De hecho, algunas personas creen que desde que nos despatriaron a los 222, hemos gozado de alguna clase de asistencia gubernamental especial, que nos dan dinero y nos mantienen. Pero, a decir verdad, nosotros trabajamos y nos esforzamos para sobrevivir como todos los demás migrantes. De hecho, entramos con Parole Humanitario de duración limitada a dos años y, como todos los demás migrantes, tenemos que seguir los procesos migratorios establecidos por la ley para poder obtener el asilo político.
Otros piensan que Ortega negoció algo con la administración Biden para liberarnos. La verdad es que sabemos que nuestra liberación fue un acuerdo a nivel muy alto, pero los detalles de ese acuerdo no son de nuestro conocimiento. Para ser honesto, pienso que el Régimen de Ortega utiliza a los reos políticos como alguna clase de respaldo de emergencia y que cuando siente que las cosas para su Régimen podrían empeorar a causa de su radicalización represiva, concede la liberación de algunos encarcelados políticos para relajar la tensión internacional contra él y así tener la oportunidad de seguir "cubanizando" a Nicaragua, creando así una especie de círculo vicioso perverso y utilización de ciudadanos nicaragüenses como garantías de chantaje internacional.
Hoy en día, a casi un año del aniversario del "Vuelo de La Libertad", aún hay más de 100 reos políticos en Nicaragua y la persecución religiosa a un nivel que jamás habíamos visto en el país o en el continente. Ortega prácticamente encarceló y expulsó del país a todos los sacerdotes que consideraba no alineados a su dictadura.
Hay otros que dicen que los 222 somos un símbolo de esperanza o un grupo especial, pero la verdad es que solo somos personas comunes y corrientes que un día se revelaron contra la tiranía y sufrieron las consecuencias de haberlo hecho. Tuvimos la suerte devenir en un avión, pero no somos mejores ni más importantes que los demás miles de nicaragüenses que han migrado a Estados Unidos u otros países huyendo de la misma dictadura que nos despatrió a nosotros. Por eso, pienso que en este contexto de exilio masivo de nicaragüenses, los nicas deberíamos tratar de construir una comunidad fuerte en el exilio, crecer económicamente y aumentar nuestra influencia a todos los niveles.
Quienes sean buenos negociantes que se dediquen a hacer dinero, quienes tengan talentos para las artes o la música que se conviertan en los mejores artistas, quienes sean buenos en los deportes que se conviertan en los mejores atletas y quienes sean buenos en la política o el activismo que sean los mejores en lo que hacen. Quizá un día, con la reunión de todas esas capacidades y talentos, podamos armarle una buena a la dictadura y tumbarla de una vez y por todas.
Dios los bendiga y los prospere, nicaragüenses, en cualquier parte del mundo donde estén. Yoel Ibzan