Suyén Barahona: El poder de la solidaridad y la generosidad para sanar, a un año del destierro
A un año de mi destierro he sentido con intensidad los mismos sentimientos encontrados de ese 9 de Febrero del 2023. Ha pasado un año, pero a la vez siento que no ha pasado ese tiempo para sanar tantas heridas y duelos acumulados en estos años. He vuelto a sentir la emoción de ver y abrazar a tantos amigos y amigas en ese avión. Fue un alivio el ver entrar a presos y presas de las diversas cárceles, algunos que llevaban mucho más tiempo que yo. Uno de mis temores recurrentes en la cárcel era que sólo un grupo reducido de los que estábamos en el Chipote fuesen liberados. Cuando los vi llegar sentí que habíamos triunfado, que cada momento de dolor había valido la pena, que esa sumatoria de sacrificios de cada uno, había contribuido a que todos y todas saliéramos.
He vuelto a experimentar la felicidad que sentí en ese avión cuando entendí íbamos a Washington y que finalmente podría abrazar y besar a mi esposo y a mi pequeño pollito sol, mi colocho, quien llevaba 606 días añorando estar con su mama.
Entremezclada a esta alegría he sentido la tristeza del despegue, las lágrimas de la mayoría mientras se elevaba el avión, la belleza de nuestra Nicaragüita poco a poco distanciándose y percatándome que estaría separada de mi patria y una parte de mi familia por un tiempo indeterminado.
Me ha golpeado nuevamente el dolor de gritar Eddy Montes, ¡presente, presente, presente! Hugo Tórres ¡presente, presente, presente! Hugo, mi amigo valiente, chistoso y optimista había sido encarcelado el mismo día que yo, pero no logró salir con vida para montarse a ese avión. La última vez que lo vi fue en el Chipote, colapsado sobre una silla de oficina siendo llevado a toda velocidad a la clínica. Su muerte y ausencia es uno de los duelos que aún no logro procesar. Recuerdo haberle escrito antes de ser apresados para preguntarle si no consideraría moverse de lugar, que a su generación le había tocado una lucha dura y que nos tocaba a otras esta etapa. Él tajantemente me respondió que no, que no había considerado trasladarse y que no lo haría.
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Ha sido un año difícil de ajuste y transición para todas las y los que fuimos excarcelados. Por mi cabeza jamás cruzó la posibilidad de ser desterrada y desnacionalizada. En este año hemos experimentado en carne propia las razones por las cuales estos crímenes son considerados de lesa humanidad. El trauma de la cárcel, sumado al desarraigo no han sido fácil de sobrellevar. Se me han sumado la muerte de gente querida como dña Pinita, Mike Healy, Cristian, los más de 350 asesinados y ahora los 100 presos y presas enfrentando las condiciones de tortura que yo misma experimenté.
Frente al dolor quiero visibilizar y rescatar el poder de la solidaridad y la generosidad.
La noche que nos llevaron frente a ese avión, tras quitarnos las esposas, en medio del desconcierto recuerdo los abrazos, empatía y palabras de aliento del personal del Departamento de Estado de Estados Unidos que participaron de ese increíble operativo. A alguno que otro le había conocido anteriormente, la mayoría en mi vida los había visto.
Siempre en mi corazón están el sentimiento de unidad y solidaridad entre todas y todos los que íbamos en el avión gritando a todo pulmón consignas: Que viva Nicaragua libre!! Que viva!! Cantando el himno, Nicaragua mía, Nicaragua, Nicaragüita. Coreando Sí se pudo, Sí se pudo!.
Llegamos a Washington y fue impresionante el despliegue de solidaridad de las autoridades, de parte de las organizaciones de derechos humanos, pero quiero especialmente reconocer el inmenso corazón de la diáspora nicaragüense. En toda su diversidad y con empatía se movilizaron, gestionaron y nos apoyaron para ubicarnos a cada uno de nosotros con familiares o conocidos. Otros donaron ropa, ofrecieron algún apoyo económico y todos nos dieron aliento.
Las y los nicaragüenses dice una amiga somos “un saco de cachos”, un mar de contradicciones, pero yo quiero reconocer y visibilizar nuestra inmensa capacidad de solidaridad y generosidad cuando nos lo proponemos. Es lo que yo he experimentado desde aquel Abril del 2018 y en los tiempos más difíciles que me han tocado transitar. Lo viví intensamente también en la cárcel entre mis hermanas y hermanos presos y presas políticas.
En este año, parte de mi sanación ha sido la solidaridad, la generosidad y el amor. Por supuesto, siempre el amor, el sostén y acompañamiento de mi familia, pero también la solidaridad y generosidad expresada por tanta gente, conocida y desconocida.
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Hoy estamos fuera de las mazmorras gracias a la acción individual y colectiva de las y los nicaragüenses, también gracias a miles de personas alrededor del mundo, que de uno en uno actuaron en la medida de sus posibilidades demandando se nos tratara como seres humanos en las cárceles y demandaron nuestra liberación. Algunos lo hicieron de manera invisible, otros visible, posteando algo en sus redes sociales, escribiendo cartas a diferentes gobiernos, generando campañas, haciéndose presente con alguna pancarta en manifestaciones, orando, acompañando a nuestras familias. En este año he sentido con intensidad y agradecimiento el inmenso poder que cada uno tenemos y lo potente que es la solidaridad para sanar y avanzar en nuestro propósito.
El trato cruel y ambiente de tortura que experimenté en la cárcel tenían la intención de castigarme, silenciarme, desalentarme, quebrar mi espíritu y mis sueños. Yo creo que ha logrado lo contrario. Mi resistencia ha sido la contraria. Estoy procurando vivir y aportar desde el amor, la alegría, la solidaridad, el agradecimiento y la esperanza. No es tarea fácil, frente a tanta barbarie, pero la solidaridad y generosidad que he experimentado en este período realmente me ha ayudado a contrarrestar y proteger mi corazón del odio, el rencor y la desesperanza.
Una de estas noches, mi hijo, ahora de 7 años y cuyo amor ha sido parte de mi sanación me dijo tras nuestro rezo diario: “Mama yo se que vamos a regresar a Nicaragua, claro que vamos a regresar, porque ese fue mi primer hogar”.
Yo estoy absolutamente convencida que así será. Sigamos con esperanza, solidaridad y generosidad usando nuestro poder individual y colectivo para sacar a las y los presos políticos, hasta lograr lo que hemos soñado, abrazar a todas nuestras familias en una Nicaragua en democracia, libertad, paz, justicia y progreso. Sí se pudo, sí se puede! Florecerás Nicaragua!.