Daniel Ortega obsesionado con desterrados: Una burla a la Luz del crimen de lesa humanidad

Ortega siempre aprovecha para desacreditar y menospreciar la labor incisiva que hacen los nicaragüenses desnacionalizados para burlarse y amenazar al resto de la población
Flavio Cárdenas
Febrero 24, 2024 03:26 PM
Daniel Ortega en acto del 90 aniversario de muerte de Sandino. • Foto: Consejo de Comunicación y Ciudadanía

Daniel Ortega y Rosario Murillo, han demostrado en repetidas ocasiones su profunda incomodidad y molestia hacia aquellos ciudadanos nicaragüenses a los que ellos mismos han despojado de su nacionalidad de manera arbitraria, en clara violación de la Constitución Política de la República de Nicaragua.

Estos más de 316 expatriados, que incluyen expresos políticos y de conciencia, opositores al régimen y hasta miembros del clero católico, representan una piedra en el zapato para Ortega y su régimen tiránico, pues a pesar de los retos que a nivel personal o familiar les ha significado la expulsión de unos o el exilio al que otros se han visto forzados para huir de la represión de la dictadura, continúan denunciando las injusticias y arbitrariedades del régimen en distintos foros internacionales, medios de comunicación y plataformas digitales.

En un acto público, en noviembre del 2021, Daniel Ortega habría llamado de manera grotesca: "hijos de perra imperialistas" a los opositores que en ese momento se encontraban ilegalmente encarcelados, entre los que se contaban ex candidatos presidenciales, empresarios, periodistas, defensores de derechos humanos, activistas sociales, estudiantes, campesinos y hasta humildes amas de casa.

En esa y otras comparecencias Ortega dijo que afuera podían gritar lo que quisieran, como un anticipo de lo que él y su consorte estaban tramando: eventualmente desterrar a todo ese cúmulo de personas quienes, a pesar de estar secuestradas, resultaban incómodas para su califato, por tantas voces que se alzaban alrededor del mundo pidiendo su liberación.

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Ortega, en un intento de desacreditar y menospreciar la labor incisiva de estos expatriados, no duda en hacer alusiones directas a la condición de “apátridas”, en la que él y Murillo los han colocado. Así ocurrió la noche del recién pasado 21 de febrero del 2024; cuando el dictador trató de burlarse de ellos públicamente, porque según él, ahora estos expatriados son yankees o españoles y hasta ironizó haciendo una ridícula imitación del acento español, afirmando que quienes se han acogido a la generosa oferta del gobierno ibérico para evitar la apatridia, ahora hablan como si fueran españoles. 

Sin embargo, detrás de esta aparente mofa se esconde una profunda frustración por la decidida respuesta solidaria de varios países que ofrecieron su abrigo a los 316 ciudadanos desnacionalizados por el régimen en febrero del 2023. Países como México, Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica entre otros se pronunciaron afirmando que estaban dispuestos a proteger a los apátridas nicaragüenses mediante mecanismos legales que iba desde asilo político hasta la inédita oferta de naturalización del Reino de España, que evitó que estos valientes seres humanos quedaran en el más absoluto limbo jurídico que pretendieron imponerles los Ortega Murillo, como una alevosa expresión de ensañamiento.

Pero más allá de esto, tras la máscara de bufón exhibida por Ortega, se esconde su rabia e impotencia por el impacto que estos individuos siguen teniendo en la denuncia de los abusos de su régimen despótico y en la lucha por la restauración de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Nicaragua.

Es importante destacar que la desnacionalización forzada de ciudadanos nicaragüenses por parte de la dictadura Ortega Murillo constituye un crimen de lesa humanidad, según lo establecido en diversos tratados internacionales de los que Nicaragua es signataria y, por tanto, está obligada a cumplir.

Esta práctica, que viola flagrantemente los derechos fundamentales de los ciudadanos, contenidos en la Constitución Política nicaragüense, ha sido condenada por la comunidad internacional y constituye un acto represivo destinado a silenciar a aquellos que se oponen al régimen.

En definitiva, la obsesión de Daniel Ortega con los expatriados nicaragüenses es un síntoma de su debilidad y miedo ante aquellos que, a pesar de sus múltiples esfuerzos por acallarlos, continúan desafiando su autoridad sostenida por la fuerza de las armas, y denunciando sus abusos.

Los expatriados nicaragüenses han demostrado que no solo son una simple molestia para la dictadura Ortega Murillo, sino que representan una voz valiente y persistente en la lucha por la justicia y la libertad en Nicaragua.

A través de su labor incansable, estos ciudadanos y ciudadanas nicaragüenses, continúan exponiendo las violaciones de derechos humanos, la corrupción y la represión que sufre el pueblo de Nicaragua, así como el encarcelamiento injusto al que están siendo sometidas más de 120 compatriotas, con la estrategia de puerta giratoria implementada por la dictadura desde el año 2018. 

Sin embargo, para que el esfuerzo de estos expatriados por mantener viva la esperanza de un cambio democrático en el país y de la liberación de los actuales presos de conciencia sea efectivo, se requiere indispensablemente del decidido acompañamiento de la comunidad internacional, que debe seguir apoyando y solidarizándose con los expatriados en su búsqueda de un Nicaragua libre y democrática, y exigir que se respeten sus derechos fundamentales, incluido el derecho a la nacionalidad y a regresar a su país de origen sin temor a represalias.

El autor escribe con seudónimo debido a la persecución de la dictadura en Nicaragua. 

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