Harley Morales: El movimiento estudiantil de abril entre AUN y la CUDJ

Articulo de opinión, Para que los movimientos estudiantiles se "pongan de acuerdo" no bastará con "encerronas" que los aproximen físicamente, deben negociar con madurez
Harley Morales
Marzo 07, 2020 08:54 AM

Aunque la insurrección de abril acercó a distintos sectores en la conformación de la llamada Alianza Cívica, las distancias objetivas y subjetivas entre los integrantes de dicha confluencia se expresan en una especie de desentendimiento que, en muchos casos, les ha impedido conformar acuerdos. Lo mismo ha pasado con el estudiantado organizado en las distintas expresiones estudiantiles que se han sumergido en las confluencias o coaliciones que se han conformado hasta ahora.

En primer lugar, se pueden identificar ciertas condiciones objetivas diferenciadas que le han impuesto a los jóvenes diferentes experiencias y situaciones que podrían haber influido en la configuración de sus variadas prácticas y representaciones subjetivas, tales como: 1. posición ocupada en el espacio social global y trayectoria social, ampliamente determinada por el volumen de capital económico, cultural, social o simbólico que el joven detenta; 2. trayectoria educativa y laboral influyendo en la acumulación de cierto capital cultural técnico; 3. trayectoria política – militante influyendo en sus representaciones y prácticas en torno a la política; 4. posición ocupada en el seno del movimiento, la cual le permite entablar relaciones de manera directa o indirecta con actores de otros sectores. De igual forma, la manera en que cristalizan las luchas discursivas o simbólicas, influyendo en el movimiento estudiantil, sus miembros y la colectividad social; 5. Y posición ocupada en el campo político, ampliamente determinada por el volumen de capital político detentado.

En segundo lugar, se podrían identificar diferentes maneras en cómo la diversidad del estudiantado organizado ha percibido, apreciado y enmarcado la realidad social en términos políticos, siguiendo al investigador Chihu Aquiles, a través de las cuales han definido “los problemas por los que luchan, las causas que los originaron y las soluciones y estrategias adecuadas para enfrentarlos”. De esta manera, el proceso de enmarcado se ha diferenciado en la construcción de dos discursos diferentes.

Por un lado, organizaciones como la Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN), cuyos liderazgos estaban conformados por jóvenes estudiantes en su mayoría provenientes de la Universidad Centroamericana (UCA), de carreras de Comunicación y Sociología y, en algunos casos, optando por segundas carreras y laborando como docentes, construyeron un discurso según el cual la crisis partía de la violación de Derechos Humanos por parte del régimen de Ortega y Murillo que se expresaba en el uso de la fuerza armada contra jóvenes desarmados. Dicha crisis era producto de la cooptación de todas las instituciones del Estado por parte del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). De esta forma, tal como lo percibían y apreciaban, era fundamental la alianza de todos los actores para derrotar a la dictadura, incluso una alianza fuerte y duradera con el sector privado organizado en COSEP y AMCHAM, y el diálogo y la negociación como la vía para la resolución a la crisis sociopolítica.

Dicha narrativa construida se tradujo en estrategias que el mismo movimiento ha nombrado a través de sus redes como “juventud activa y en movimiento” o, más recientemente a través de las declaraciones de su vocero Lesther Alemán, “no dejar la silla vacía”. Según AUN, desde una actitud pragmática, es fundamental sumergirse en la política “dura” o institucional, es decir, a esa política que está próxima a los partidos políticos o instituciones estatales, horizonte de futuro que han construido desde la Alianza Cívica, y disputar dichos espacios a través de un trabajo activo y propositivo. Dicho de otra manera, y tal y como ha afirmado Max Jerez en ciertas ocasiones, haciendo referencia a la capacidad del sector privado y de los adultos de cooptar las confluencias, para dicho movimiento estudiantil y juvenil, los espacios no se otorgan, se disputan, ahí que la “silla” no puede ser otorgada, sino defendida.

Esta estrategia por parte de AUN ha sido ampliamente criticada por sus pares estudiantiles de la Coordinadora Universitaria por la Justicia y la Democracia (CUJD). Estos los han definido como una juventud subordinada al sector privado, dada su amplia relación de colaboración con los sectores de la Alianza Cívica.

Por otro lado, organizaciones como la CUJD, el Movimiento Estudiantil 19 de Abril (ME19A), Movimiento Universitario 19 de Abril (MU19A), y Movimiento Estudiantil 19 de Abril – Universidad Nacional Agraria (ME19A-UNA), cuyos liderazgos pertenecían a universidades tales como la UCA, la Universidad Politécnica de Nicaragua (UPOLI), la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y la Universidad Nacional Agraria (UNA), estas últimas tres de carácter público; de estudiantes de diversas carreras tales como Ciencias Políticas y Medicina, incluso algunos provenientes de departamentos fuera de Managua, construyeron al principio un discurso según el cual la crisis era la expresión de la violación de Derechos Humanos por parte del régimen de Ortega y Murillo hacia la población desarmada, sobre todo al estudiantado atrincherado en los distintos recintos universitarios tomados. Estas expresiones estudiantiles enmarcaban la crisis como consecuencia de la cooptación de las instituciones públicas por parte del FSLN, haciendo un énfasis fundamental en la cooptación de los espacios universitarios por parte de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN). Sin embargo, a diferencia de AUN, concebían una responsabilidad amplia del sector privado en la configuración de la dictadura, dado el modelo de Alianza, Diálogo y Consenso que se construyó por casi diez años entre el COSEP y el régimen de Ortega y Murillo. De esta manera, tal como rezaba la consigna “solo el Pueblo, salva al Pueblo'”, concebían una plena capacidad del pueblo autoconvocado e insurreccionado en las calles para hacer renunciar a Ortega y Murillo a través de la fuerza, por lo que exigían al sector privado que diera pasos necesarios hacia esa dirección, convocando a paro nacional indefinido.

Dicha narrativa se tradujo en una estrategia que exaltaba la noción de “autonomía” por los distintos movimientos estudiantiles. Tal como afirma los investigadores Pablo Vommaro y Melina Vásquez, la noción política de autonomía hace referencia a una forma de construir lo político de modo “independiente de los partidos políticos, los sindicatos, la Iglesia y el Estado”.

De esta manera, aunque pertenecientes a la Alianza Cívica y al Diálogo Nacional mediado por la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), estos movimientos estudiantiles, primeramente, construyeron una práctica política desde la toma de los recintos universitarios como manera de ejercer presión al régimen político de Daniel Ortega en pro de su salida a través de la fuerza y, segundo, han tratado de incidir en la defensa del estudiantado universitario expulsado de manera injusta por la administración de las mencionadas universidades del Estado, ampliamente cooptadas por el FSLN.

De igual forma, y sobre todo la CUDJ, a través de su consigna “Coalición sin corruptos” o “Coalición con jóvenes”, ha sido el movimiento que se ha opuesto a la incorporación de partidos políticos, percibidos como colaboracionistas a la llamada Coalición Nacional.

Dada las prácticas políticas construidas por estos movimientos, de manera paradigmática por la CUDJ, estos han sido clasificados, tantos por sus pares estudiantiles de AUN como por actores del sector privado, como “radicales” o “progres”, connotación negativa que los posiciona a la izquierda del espectro político, situs ampliamente estigmatizado en estos momentos de la coyuntura política dada su asociación al FSLN o a las disidencias sandinistas.

Dicho lo anterior, es menester reconocer que las marcadas distancias subjetivas entre AUN, ME19A y ME19A- UNA, estos últimos optando la estrategia de AUN luego de su reconfiguración interna, y los movimientos que conforman la CUDJ los alejan de la posibilidad de construir un sola agenda política joven y, con ello, un solo bloque unificado que pueda hacer tambalear el tablero a través de su entrada a la Coalición Nacional de manera independiente de la ACJD y la UNAB.

Sin embargo, aunque sí podría existir la posibilidad de un primer intento de aglomeración entre los movimientos que coinciden en ciertas visiones y estrategias tales como el MU19A y la CUDJ, los cuales, a través de la presión pública podrían empujar a los demás a ser parte de tal empresa, lo cierto es que para que los movimientos estudiantiles y juveniles se “pongan de acuerdo” no bastará solo con “encerronas” que los aproximen físicamente en pro de ponerse manos a la obra. Se tendrá también que negociar de verdad, con madurez y seriedad, los puntos en los que están dispuestos a ceder y aquellos que son innegociables. Pero sobre todo, se tendrá que tener voluntad de que es posible y necesaria una estrategia como la propuesta. Todo dependerá de los extremos: AUN y la CUDJ.

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