La disputa por una nueva hegemonía

Oscar René Vargas
Octubre 29, 2020 09:55 AM

“Si no te importa la política llegará el día que te afecte, porque te robarán tu dinero, tus derechos y tu vida”. Platón.

La lógica del régimen Ortega-Murillo es ganar tiempo; es decir, resistir y esperar un cambio favorable en la correlación de fuerzas tanto a nivel nacional, latinoamericano o estadounidense. Al interior del régimen se encuentra una camarilla dañina que está dispuesta a destruirlo todo con tal de no perder su condición de cortesanos del dictador.

Al mismo tiempo, uno de los ejes estratégicos que implementa es defenderse desestabilizando y/o dividiendo a la oposición. El 50 por ciento de los órganos de inteligencia al servicio del régimen se concentra en la desestabilización de sus enemigos y/o adversarios políticos. Nada ayuda más a la dictadura Ortega-Murillo que tener un competidor estúpido.

Hemos entrado en una nueva fase en la disputa por la hegemonía política entre el gran capital y las fuerzas emergentes de abril 2018. El abandono de la Alianza Cívica, controlada por el gran capital y políticos tradicionales, de la Coalición Nacional se explica por dos factores principales: uno, el objetivo del gran capital es de subordinar tanto a la oposición real y como zancuda a sus intereses; dos, tiene la idea que puede conformar una fuerza política para la negociación de un nuevo pacto público-privado con Ortega-Murillo. Sectores del gran capital quieren recuperar los modos de hacer dinero y seguir usufructuando los privilegios del pacto público-privado.

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El distanciamiento relativo por parte del gran capital en relación a la política económica del régimen Ortega-Murillo no va más allá de la táctica o de la diferenciación en cuestiones de segundo orden. Existe un conglomerado, heredado del pacto público-privado, que pervive en muchas instituciones del régimen. A lo que hay que sumar un sector significativo de la alianza conformada entre viejos y nuevos nombres del empresariado rentista, corrupto y clientelista.

El gran capital no quiere llegar a poner en riesgo algunos temas de los pactos anteriores, pero que sin duda va a elevar el precio del gran capital para garantizar de la gobernabilidad del dictador a medida que se agrave la situación económica y social y estemos más cerca de la confrontación electoral de noviembre de 2021.

Permanentemente el régimen utiliza el odio y la mentira para presentarse de como víctima frente a una oposición incapaz. Ésta no es más que la expresión de la radicalización de las ideas de un sector del orteguismo favorable a mantener una dictadura anacrónica y reaccionaria; por eso el régimen ha llegado a grados inconcebibles de mentir.

La rebelión de abril 2018 permitió el surgimiento de una nueva camada de dirigentes que no han podido desplazar a los viejos o nuevos dirigentes políticos tradicionales, con una visión prebendaria de la política y del Estado.

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La salida del gran capital de la Coalición Nacional nos demuestra que han caído en el síndrome de la ceguera política, estratégicamente son ciegos que quieren conducir la política nacional, ciegos que no toman conciencia de la estrategia del régimen de la “guerra híbrida” que combina el acoso continuo de la represión contra la población y de la política desequilibrante/desestabilizadora contra las fuerzas de oposición para dividirla.

Al salirse de la Coalición Nacional el gran capital buscarán una alianza con el partido CxL buscando una oportunidad para implementar un acuerdo de asociación y un mayor acercamiento con el régimen Ortega-Murillo. Es decir, una renegociación o un nuevo pacto público-privado, rechazando una asociación estratégica integral compleja y de múltiples vectores con el movimiento popular.

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Las elites del gran capital, asesorados por sus intelectuales, no toman conciencia que el régimen está dispuesto a tratarlos bien, se asegura que obtengan beneficios, pero no negocia con ellos de tú a tú sobre el devenir del sistema sociopolítico del país. Ortega no es capaz de llegar a un acuerdo que implique su salida del poder.

No se puede hablar de construir un régimen democrático sin cuestionar el pacto público-privado y sin derrotar/derrocar al régimen dictatorial cuyo legado es imposible erradicar sin ruptura democrática.

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