Oscar René Vargas: Los errores tácticos de la dictadura
El Estado dictatorial no es un “monstruo frío” ni un “ente autónomo”, sino un campo de batalla abierto de fuerzas que se disputan el poder político a partir de los múltiples intereses de los distintos poderes fácticos. Si este campo colapsa, implosiona la dictadura misma. Al mismo tiempo, el “capitalismo de amiguetes” es el escenario que define las reglas de acción de los distintos capitales (comercial, productivo, bancario, agropecuario, agroindustrial, etcétera).
Para lograr que el “capitalismo de amiguetes” funcione, los poderes fácticos fortalecen a la dictadura, al que sirven y del que se sirven, para favorecer sus intereses. Sin embargo, el “capitalismo de amiguetes” incrementa las contradicciones sociales en detrimento de la dictadura en el corto, mediano y largo plazo debido a que la economía no tiene un anclaje fuerte.
Para cortar todo riesgo de incremento de disidencia la dictadura ha cometido el error de creer que la ampliación de la represión indiscriminada bastaría para eliminarla, sin tomar en cuenta que lo que ha provocado, más bien, ha sido un mayor descontento social, cansancio y hastío de escuchar repetir al dictador/dictadora los mismos argumentos en los cuales sólo un minúsculo grupo “cree”. Es decir, la estrategia de “el poder o la muerte” implementada para conservar el poder de manera “eficiente” después de 2018, ahora, en el 2024, esa misma estrategia debilita a la dictadura por los efectos colaterales en la población.
La baja capacidad de crecer, la alta desigualdad y la baja movilidad social que se agravan por la desigualdad de género, las deficiencias en educación y formación profesional, el bajo dinamismo de creación de empleo, el sistema tributario regresivo, las políticas sociales deficientes, la baja capacidad institucional, la existencia del modelo corrupto del capitalismo de amiguetes y la existencia de la dictadura de Ortega-Murillo son las trampas en las que está apresada Nicaragua que se auto robustecen y generan disgusto, fastidio, enfado, contrariedad en la gran mayoría de la población.
La mayoría de la población considera que se vive una “terrorífica” situación marcada por la inflación, la baja producción de alimentos, el desempleo, la migración, el deterioro de los servicios, demagogia, desquiciamiento en el lenguaje y la falta de tranquilidad ciudadana. Mientras que la mayoría de la gente aspira a vivir mejor, progresar, tener posibilidades de movilidad social, pero con la dictadura Ortega-Murillo ha dejado de suceder para la gran mayoría. Por todo lo anterior, se ha producido un proceso de implosión en la base social del orteguismo.
El incremento del descontento social proviene por la caída del consumo y el incremento de la seguridad alimentaria como resultado directo del bajo nivel de ingreso, de los salarios de los funcionarios que viven en pobreza laboral, jubilaciones miserables y la falta de planes sociales para mitigar la insatisfacción ciudadana. Las remesas amortigua parcialmente el impacto regresivo.
Por otro lado, la arremetida contra el movimiento de mujeres ha sido complementada con la persecución contra los jóvenes universitarios, con la cancelación de las ONG´s que prestaban servicios a la población marginal, el cierre de las universidades privadas y la cancelación de notas y títulos de los estudiantes, etcétera. Todo lo cual ha afectado negativamente de manera directa e indirecta a su propia base alimentando su declive.
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Hasta la fecha el régimen ha desestimado el alcance y profundidad del proceso de implosión, la soberbia los ha llevado a subestimar y/o minimizarlo. Sin embargo, la dictadura se ha estrellado con la realidad de la resistencia interna subterránea, oculta, prudente y silenciosa, saben que no tienen el apoyo del 80% de la población, ya que los principales problemas de los ciudadanos no han sido abordados. Por ejemplo, siguen los problemas de las inundaciones de los barrios en la ciudad de Managua y de otras ciudades desde el 2007 a fecha.
Su mayor riesgo no está en la oposición al exterior, sino en la interna que es invisible a simple vista, ya que no sabe a ciencia cierta quiénes son el incipiente liderazgo opositor interno, así haya sospecha sobre algunos de ellos. Solo cuando eso explote es que finalmente sabrán quienes realmente son.
La política económica de Ortega-Murillo ha abandonado la parte rural del país y esta es la parte que sigue en rebeldía en este momento. La mayoría del campesinado padecen malestares ocasionados por la acumulación de deudas, la incapacidad de mejorar sus condiciones de vida, por temor de perder sus tierras y por la incertidumbre del futuro.
Se han equivocado reprimiendo a la iglesia católica, encarcelando y desterrando a los sacerdotes y obispos, prohibiendo las procesiones religiosas, persiguiendo a pastores evangélicos, etcétera. Todas estas acciones han provocado un malestar silencioso entre los fieles católicos y evangélicos de su propia base social, aumentando su fragilidad.
El litigio con la empresa “Riverside Coffee” puede tener repercusiones negativas dentro de los inversionistas extranjeros y nacionales, lo cual influirá negativamente en el futuro de las inversiones productivas de largo plazo.
Sobre estimaron que salirse de la OEA les iba a permitir contrarrestar y/o anular el tema de Nicaragua en la agenda de ese organismo regional, pensaron que iba a desaparecer el seguimiento de los acontecimientos sociopolíticos del radar político latinoamericano. La reunión de la OEA recién pasada, en Paraguay, demostró lo contrario: se produjo un mayor aislamiento, ya no tiene amigo que lo defienda.
El transformar a Nicaragua en un “hub” para la emigración ilegal ha creado un malestar al interior del “Deep State” de Estados Unidos. No importa quien gane las elecciones norteamericanas de noviembre de 2024, lo que estamos claro es que las relaciones se han deteriorado a tal grado que existen pocas posibilidades de mantener el “status quo” anterior. El error de Ortega-Murillo es que quieren negociar con una estrategia de doble filo.
Humberto Ortega, en su entrevista Fabián Medina, advirtió que el “orteguismo con o sin Ortega” solamente puede sobrevivir marginando a la tendencia favorable a la sucesión dinástica, encabezada por Murillo, proponiendo que la estrategia debería ser la negociación para superar la crisis sociopolítica vigente. Esas declaraciones provocaron mucho ruido, un runrún en el ambiente político nacional.
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El hecho de meter preso a Humberto Ortega y declararlo traidor nos indica que la tendencia dura del orteguismo, encabezada por Murillo, logra imponerse. Sin embargo, no garantiza que su encarcelamiento haya anulado el tema de la existencia de fracciones al interior del orteguismo ni eliminaron las repercusiones negativas al interior de los anillos de poder y de las fuerzas militares, policiales y paramilitares alimentando el proceso de implosión. Pienso que ha sido un error político que evidencia la falta de adecuar su estrategia en la nueva coyuntura.
El caso de Humberto Ortega hizo evidente la existencia de dos tendencias al interior del orteguismo: una favorable a una negociación y la otra, la corriente que propicia la sucesión dinástica que no le importa ni la base social ni la opinión de los poderes fácticos internos, sino la ambición y el deseo personal de controlar el Estado para hacerlo a su medida. El proyecto de la sucesión dinástica no goza del aval de los poderes fácticos externos.
Por otro lado, el otro error ha sido el impedir que las personas que trabajan en el Estado puedan viajar al exterior no significa que logren evitar el incremento de las fisuras dentro de los funcionarios que trabajan en los poderes del Estado (judicial, electoral, ejecutivo, alcaldías, etcétera). Es decir, se ha vuelto evidente que el proceso de implosión se desarrolla de uno de los pilares de sustentación de la dictadura y que no saben cómo evitar que se siga incrementando.
Ninguna de esas medidas y actuaciones produjo ninguna ventaja política para el régimen; da la impresión que alguien desde adentro estuviera moviendo los hilos para socavar los pilares de sostenimiento de dictadura. ¿Por qué el régimen se ha ocupado de derribar a muchos funcionarios y acelerar su declive? ¿Quién fue el artífice de esa secuencia de errores? La frecuencia de los errores demuestra que la dictadura ha sufrido una desconexión con la realidad.
¿Por qué lo hicieron? ¿Ha sido una estrategia equivocada del régimen como un todo al mantener la lógica de “el poder o la muerte”? ¿O la cadena de errores tiene un responsable a quién pasarle la factura? El orteguismo corre el riesgo, en el futuro inmediato, que cualquier error no planificado, en un momento político equivocado, puede generar un problema inesperado, un cisne negro.
Es posible que las diferentes personas que conforman el liderazgo opositor no están identificando todos los espacios de oportunidades que le están presentando los errores políticos de Ortega-Murillo, y que, por consiguiente, no estén tomando ventajas de esos errores. Ya sea por falta de malicia, de inexperiencia o de estrategia.
Lo cierto es que, sí se reconoce que se produjo un avance del declive del régimen por sus errores, habría también que reconocer, que se hubiera avanzado aún más, si se hubiera aceptado y aprovechado todas las vulnerabilidades y errores que el régimen ha perpetrado y sigue incurriendo.
Los errores de Ortega, más allá de ser un hombre prendado de sí mismo, es estruendoso porque demuestra cómo puede alejarse de la realidad alguien que debería tener toda la información en la mano. Ello se debe sin duda a razones estructurales, pero también a los comportamientos políticos de los anillos de poder que la rodean y a la crisis interna en la cúpula del poder. Se volvió ciego, que viendo no ve que el régimen se derrumba error tras error.
Dado el cúmulo de los errores tácticos da la sensación que Ortega juega a la ruleta rusa con el tambor del revólver lleno de balas con el peligro que cualquier error táctico futuro se pueda transformar en un cisne negro.