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Nicaragua y Venezuela: dos sistemas autoritarios con diferencias “sutiles”, según analistas

Daniel Ortega, en Nicaragua, vive una coyuntura diferente a la de Nicolás Maduro en Venezuela, pero sus gobiernos tienen notorias semejanzas, opinan analistas de cara a las elecciones presidenciales en el país centroamericano.

Noviembre 04, 2021 11:20 AM

El autoritarismo deja sus huellas en los sistemas políticos de Venezuela y Nicaragua, pero con diferencias “sutiles”, opina un grupo de analistas que comparan a los presidentes Daniel Ortega y Nicolás Maduro, e incluso su predecesor, el fallecido Hugo Chávez Frías.

Nicaragua realizará este domingo sus elecciones presidenciales, donde Ortega, líder sandinista que regresó al poder en 2007, buscará su quinto mandato al hilo en un ambiente hostil para sus opositores. Su gobierno mantiene detenidos bajo acusación de traición a la patria a al menos siete precandidatos, entre ellos a la hija de la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro, Cristiana Chamorro.

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La eventual reelección de Ortega en unas elecciones calificadas como “farsa” por varios países, entre ellos Estados Unidos, no tiene comparativos con otros sistemas de la Centroamérica del siglo XXI, pero sí con regímenes como el venezolano, según expertos en análisis de modelos de gobierno en la región.

                                                     

Ortega y Maduro tienen “muchas coincidencias”, pero también “diferencias sutiles” en sus actuales estrategias para gobernar, de acuerdo con el especialista en relaciones internacionales y articulista de opinión Félix Arellano.

Examina que el mandatario nicaragüense fue “muy hábil” en el manejo de sus alianzas políticas y clientelares durante los inicios de esa segunda era del sandinismo, en 2007, sin mayores alertas de autoritarismo por parte de la comunidad regional e internacional. Pero, con relativa lentitud, avanzó hasta desmantelar la institucionalidad democrática de su nación, advierte.

“En 2018, la situación de Nicaragua se agrava y se empiezan a perder las alianzas con los partidos y los empresarios. Exacerbó el autoritarismo competitivo y empezó a ser uno hegemónico, que es lo que se encuentra hoy día”, apunta Arellano en conversación con la Voz de América.

En el caso venezolano, acota, cree que Nicolás Maduro “juega a dar señales de relativo autoritarismo competitivo”, que, sin dejar de serlo, trata de dar gestos de presunta apertura democrática, como la recomposición del poder electoral u otorgar cierta cuota de garantías para los sufragios regionales de este mes.

A su entender, el Ortega contemporáneo se parece más al Chávez de sus primeros tres años de gobierno, el de 2001, cuando aceleró su ruptura de alianzas con empresarios, partidos y organismos regionales.

“El juego hoy es más sutil en Venezuela, menos agresivo, pero sigue siendo autoritarismo. Ahora, hay esa sutileza que tuvo Ortega en sus primeros tiempos. En los dos, hay autoritarismo, pero el de Ortega es más violento”, diagnostica.

Sistemas totalitarios

Daniel Ortega, de 75 años, presidió su país entre 1985 y 1990. Es el gobernante con más años en la presidencia de Nicaragua. Como Maduro, sus opositores y organizaciones internacionales lo han denunciado por arrestar a sus adversarios, perseguir a la prensa, corrupción y de absolutismo en el poder.

El mandatario venezolano, por su lado, está bajo la lupa por la represión de su gobierno, fuerzas policiales y militares contra manifestantes en 2017. Un año luego, su homólogo nicaragüense hizo lo propio ante protestas en su contra.

Luis Angarita, investigador de relaciones internacionales, economía y geopolítica, docente de la Universidad Central de Venezuela, subraya que tanto en Nicaragua como en Venezuela existe la pretensión de desconocer las instituciones de los Estados modernos y el principio de separación de poderes.

“Son sistemas totalitarios que creen tener poderes absolutos, controlando jueces, tribunales, parlamentos. Son modelos todopoderosos para tratar de no ofrecer a la competencia el poder”, comenta el analista venezolano a la VOA.

Como diferencia, considera que Ortega avanza en sus esfuerzos para desmejorar la democracia, de alejarse cada vez más de ella, mientras Maduro, bajo la lupa internacional, trata de enviar señales de que desea ir en sentido contrario.

También, nota que Ortega recibe una pésima valoración internacional por actuaciones contra la oposición con las que, en Venezuela, dice, se conviven desde hace al menos cuatro años.

“Cada día, sus coincidencias son más pragmáticas que ideológicas”, afirmó sobre ambos mandatarios.

Estima, eso sí, que hay un hilo conductor que une a ambos mandatarios: “ninguno de los casos pone en riesgo la tutela del poder”.

El marxismos los une

Los sistemas constitucionales de Nicaragua y Venezuela garantizan en teoría un pluralismo ideológico, político, consagrando un Estado liberal, recuerda Oscar Arnal, exdiputado venezolano experto en relaciones internacionales.

“El tema es que, ideológicamente, Ortega y Maduro tienen una formación que no esconden. Son marxistas y propugnan la destrucción de ese propio Estado liberal, que para ellos no es democrático, propiamente dicho”, indica a VOA.

Arnal comparte la opinión de Arellano y Angarita sobre que los presidentes de Nicaragua y Venezuela viven coyunturas políticas distintas.

“Ortega, bajo ningún concepto, está dispuesto a ceder un ápice en cuanto al control del Estado. Nunca se pone en juego. Es un régimen absolutista. En Venezuela, hay elecciones regionales, que al final no tienen una trascendencia para la permanencia en el poder. Entonces, da el maquillaje político que necesita frente a las instancias internacionales”, evalúa.

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Cree que Ortega y Maduro se asemejan en procurar “la perpetuación del absolutismo” en sus respectivos países, con ellos o sus familiares a la cabeza.

Arellano, por su parte, nota que tanto Maduro como Ortega tienen por delante una “relativa estabilidad en el poder”, sin mayores presiones internas, con una oposición estratégicamente dividida, en el caso de Venezuela, y otra destruida mediante métodos violentos y represivos, como ocurre en Nicaragua, a su juicio.

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