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Edward Lacayo: húmeda, oscura y caliente, así es la celda donde está monseñor Álvarez

El expreso político Edwar Lacayo estuvo en “el infiernillo”, la celda más humillante y caliente del sistema penitenciario, donde ahora monseñor Rolando Álvarez está detenido

Febrero 27, 2023 07:00 AM
edward lacayo la loba

Edward Lacayo, el exreo político desterrado por Daniel Ortega y a quien muchos conocen como la “Loba Feroz”, asegura que en la cárcel conoció a Jesucristo, quien transformó su vida. Asimismo, describe como el lugar más horrible y humillante la celda de castigo “el infiernillo”, donde Daniel Ortega tiene a monseñor Rolando Álvarez.

“Me sacaron a mí y lo metieron a él”, dice Lacayo acerca de la celda de castigo en la que permanece el obispo de la Diócesis de Matagalpa y la cual describe como “un espacio bastante reducido, con poca luz, cerrada la ventana, el calor es insoportable”.

“El calor es lo peor, me llené de llagas”, insiste Lacayo, quien asegura que es un lugar denigrante donde les dan mala alimentación, porque todos los presos tienen ahí su paquetería y al menos a él no le entregaban los alimentos que le llevaba su mamá.

“Ahí hay una gran humedad por el mismo calor, hay mucha condensación y realmente el infiernillo es un lugar de tormento. Yo ya me di cuenta dónde está el padre y está en el mismo lugar donde estaba yo. La humillación de que permanezcas en calzoncillo todo el día y toda la noche y aún así el calor es insoportable, yo soy una persona todavía un poco más joven que el padre y me era difícil de soportar, pero para el pobre padre es complicado”, prosigue.

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“Imaginate para él, solo la humillación para un sacerdote de estar en calzoncillo”, insiste el hombre, quien recuerda que ahí no lo dejaban ni tener una Biblia y cuando un reo común le regaló una no podía leerla por la poca luz.

La voz de Jesucristo le dijo “confía”

Edward Lacayo pasó tres años y diez meses en prisión, con cargos inventados, por el único delito de haber participado en la insurrección de abril 2018 en Masaya. Aunque no quiso ahondar en el tema, dijo que fue traicionado y entregado a manos de la dictadura.

Sufrió golpizas y tenía prohibido hablar, al punto que pensó que  podría perder la voz, pero su hermana le dijo: “¿cómo es que no tenés con quién hablar? Hablá con Jesucristo”.

En esa mazmorra, donde toda esperanza puede perderse, Edwar Lacayo asegura que encontró el principio de todo, pues una voz le dijo dos veces, en aquella celda llamada el infiernillo: “confía”.

Y fue eso lo que hizo, aprendió a confiar y a conocer a Jesucristo. Pedía una Biblia y se la negaban, no le dejaban pasar sus lentes, pero, aun así, conoció el libro sagrado gracias a otro preso.

“Lo que querían era que yo estuviese solo acostado en el camarote, sentado, que no hiciera nada, eso me fue desgastando un poco. Mi mamá me llevó una Biblia pero no me la dieron, pero cuando Dios manda hasta el diablo obedece, ahí tuve un amigo que era otro predicador llamado Erlio Jarquín (Furia y toro), él me envió una Biblia y comencé a leerla en la Biblia, y cada vez que la abría el polvillo, de tan vieja, me provocaba alergia”, recuerda.

“La guardia” se la quitó, pero él ya había leído los Salmos, los libros de los profetas y “comencé a hablar con mi Cristo y eso me llenó mucho”.

Ora por sus enemigos

Este hombre que pasó encerrado casi cuatro años de su vida, ora por sus enemigos, “le pedí a mi Dios que los perdonara, porque dice mi Cristo dice que el que perdona será perdonado, por eso salí sin rencores”.

Lacayo le pidió a Dios que le permitiera poder evangelizar a su familia, hablarles de él y asegura que no esperó a salir de la cárcel para predicar, pues lo hacía desde la prisión. En algunas ocasiones pudo pararse frente a los demás reos y hablar de Dios, pero luego le fue prohibido.

También relata que cuando su mamá, una señora que camina con andarivel, le llevaba pan con mantequilla y otros alimentos que también le enviaban amigos de la familia, los alcaides se los comían frente a él y no le daban nada, y lo único que les decía era que no le robaban solo a él, sino también a las familias humildes que se lo enviaban.

Asegura que Daniel Ortega y Rosario Murillo están muertos en vida y aconseja a los torturadores que se arrepientan y busquen a Dios.

“No se van a escapar de las cárceles eternas, sé que existen y por lo menos que salven su espíritu, que lo tienen podrido, ellos mismos se lo pudrieron”, señaló.

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