Oscar René Vargas: El gobierno de los peores
La permanencia de Ortega-Murillo en el poder significa una fuente persistente de incertidumbre económico, social y política que deprime la inversión productiva
Oscar René Vargas
En política la definición de locura es esperar un resultado diferente, aunque la estrategia y todos los movimientos tácticos sean iguales. Entre el 2024 y el 2026, el crecimiento de la economía nicaragüense tiende a ser débil, menos competitivo y más desigual. Es decir, la economía se enfrenta a un triple escenario de mayor desempleo, bajos salarios e incremento de los precios de la canasta básica que lo afrontarán los ciudadanos de ingresos medios y bajos. Por lo tanto, la permanencia de Ortega-Murillo en el poder significa una fuente persistente de incertidumbre económico, social y política que deprime la inversión productiva, el crecimiento sostenible y aumenta casi con certeza la inseguridad alimentaria.
La política agraria del régimen Ortega-Murillo se puede resumir en los siguientes elementos: menos impuestos a la agroindustria, retroceso sostenido de los derechos de los trabajadores del campo, no protección del medio ambiente, permitir la invasión de los colonos a las tierras comunales de los indígenas de la Costa Caribe, favorecer la expansión de la ganadería extensiva, no cambiar las estructuras fundamentales de la propiedad de la tierra y favorecer la producción del agronegocio. Ortega-Murillo ha apostado a las concesiones a favor de las elites del agronegocio como elemento necesario para avanzar en su proyecto político de la sucesión dinástica.
El agronegocio, especialmente la ganadería, es una de las principales causas de la deforestación. El régimen ha respaldado la ganadería, la minería y el acaparamiento de tierras. El agronegocio recibe los beneficios del Estado de la manera siguiente: subvenciones, exenciones fiscales, las carreteras que son esenciales para que el sector funcione. Con esos beneficios sobre la mesa, a los dueños de las agroindustrias no les cuesta mucho ignorar las violaciones de los derechos humanos en nombre del pragmatismo político.
La condición de Nicaragua como país de alta desigualdad y conflictividad social se hace más que evidente en el sector agrícola. Mientras la concentración de la propiedad de la tierra cultivable se incrementa, más de la mitad de los nicaragüenses que viven en el medio rural son pobres. La gran mayoría de los campesinos carecen totalmente de tierras. Paralelamente, la disconformidad social se va a incrementar con:
a) el proceso de compactación en marcha lo que significa más despidos de funcionarios en las instituciones del Estado y en las Alcaldías; b) la disminución de las indemnizaciones laborales; c) congelamiento de plazas, salarios y pensiones a los jubilados. Todo lo cual generará un mayor descontento social. Es decir, la desigualdad tiende a incrementarse por los intereses de las elites enquistadas tanto en poder, en los bancos como en las empresas agroindustriales.
Partiendo de este breve análisis de la actual coyuntura, octubre de 2024, nos permite enumerar los siguientes factores que están presentes en el país.
1)El régimen ha perdido la confianza de la mayoría. De acuerdo a la última encuesta de CID Gallup, mayo de 2024, el régimen ha perdido la confianza de la mayoría de la población, el 61% de personas cree que el país va por el rumbo equivocado. La capacidad del régimen de imponer sus propias matrices de interpretación de las cosas de que el país ha recuperado la “normalidad”; sin embargo, se ha producido un crecimiento de la inseguridad de vida de la gente. Entre el 2014 al 2022 el régimen ha liberado de las cárceles a 38,540 de reos comunes con sentencia firme involucrados en robos y hechos sangrientos. Son estos elementos que los ciudadanos asocian a la mala gestión del régimen son: desempleo, corrupción, alto costo de la vida e inseguridad ciudadana.
2)La capacidad hegemónica del régimen ha disminuido. La hegemonía de un gobierno se ejerce a través del convencimiento y coerción, lo que le permite articular una sociedad en torno a la orientación del principal anillo de poder. La hegemonía ejercida antes del 2018 ya no existe, solamente el 12% se identifica con el partido de gobierno. Por eso existen posturas de rechazo al “modus operandi” de la dictadura, detalle que se refleja en el 52% de rechazo que nos indica la encuesta de CID Gallup. Existe una reticencia del régimen de aceptar su responsabilidad por los efectos dañinos para clases populares de su propia política económica. Actualmente el régimen transita un proceso acelerado de encerramiento en sí mismo con el consiguiente desarrollo del proceso de implosión.
3)El malestar en contra del régimen se acumula de manera imparable. Poco a poco el régimen comienza a representar el “anti-pueblo”. La represión en contra de las iglesias (católicas y evangélicas), sindicatos independientes, periodistas, líderes afrodescendientes, mujeres, jóvenes muestra que su capacidad de dirigir ha menguado. En la encuesta de CID Gallup, la gran mayoría de la población afirma estar insatisfecha con el estado del país, afirma que la situación económica y social está rota. Es decir, se incrementa el rechazo de la gente hacia el régimen y lo que representa, se crea un vacío de alternativa política producto del proceso de implosión que no ha podido ser llenado por la falta de una oposición real organizada. En resumen, la gente quiere un cambio, pero no hay un liderazgo que capitalice el descontento.
4)Se ha incrementado su aislamiento social. La obsesión de reprimir toda expresión crítica ha hecho crecer su aislamiento social. Al convertir la cacería de opositores y la disidencia interna sumado a la incapacidad de gestión de gobierno que se expresa en el 71% de los encuestados que indican que Ortega-Murillo no tienen la capacidad de resolver los problemas de las familias de los ciudadanos. Es decir, el régimen no logra evitar el declive y las fisuras que se presentan al interior de sus pilares de sustentación. El régimen se encuentra como el que está en un pantano, en arenas movedizas y se sigue hundiendo. Por eso no es casual que la idea que se va diseminando en la gente es que para mejorar la situación hay que salir del régimen Ortega-Murillo. Nada dura para siempre.
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5)Se incrementaron las fisuras al interior de los distintos pilares de sustentación del régimen. Se produce “purgas” al interior del aparato de gobierno (ministros, vice ministros magistrados, jueces); “renuncias” de alcaldes de distintas alcaldías; se achica la base social del orteguismo; se conoce la existencia de un “malestar” y ausencia de cohesión en el ejército y la policía; descontento en algunos sectores del capital comercial, cafetalero, productivo; y el encarcelamiento de cuadros miedos del partido de gobierno.
6)El fracaso del modelo de “el capitalismo de amiguetes” para mejorar las condiciones socioeconómicas de “los de abajo”. La mayoría de las personas, incluyendo a los “indecisos”, están en busca de opciones diferentes, aunque no tengan una opción política definida, por el momento. Están a favor de una alternativa diferente al orteguismo y al modelo de enriquecimiento corrupto y mafioso. La corrupción se encuentra enquistada en los diferentes anillos de poder para privilegiar y proteger a los grandes sectores económicos, políticos corruptos y funcionarios viciados. La oligarquía tradicional en alianza con la “Chayoburguesía” no se cansa de ordeñar al país y convertirlo en uno de los más desiguales de América Latina.
Siete de cada 10 nicaragüenses no ven positivo la permanencia de Ortega-Murillo en el poder. La insatisfacción con la labor del régimen es muy alta, hasta el punto que Ortega ha alcanzado un mínimo histórico. Es reseñable que la insatisfacción sea también elevada entre sus propios simpatizantes. La raíz del problema es el malestar socioeconómico de una parte significativa de su propia base social producto de la alta desigualdad y el crecimiento sin freno corrupción a todos los niveles, siendo una de las razones del declive del régimen. El desequilibrio de la distribución de la renta y sus consecuencias ya no se pueden disimular y comienza a ser insostenible.
La política impositiva en lugar de mejorar la distribución de la renta, la empeora. Lo que es muy grave porque la concentración del ingreso y la desigualdad son ya de por sí muy elevadas. El enriquecimiento de unos pocos se hace inevitablemente a costa de la gran mayoría de la población, incluyendo la base social orteguista lo que explica que siete de cada 10 ciudadanos no estén satisfechos con el régimen. Tampoco la economía muestra signos de mejorar las condiciones de vida de la gente.
Y cuanto más insatisfecha está la gente, cuanto más se queja de manera silenciosa, cuanto más se tiene la impresión de que el régimen no resuelve los problemas cotidianos, más se desarrolla el proceso de implosión. Al mismo tiempo, las crisis internas de sus pilares de sustentación no amainan, se fisuran o se fracturan según el caso. Es decir, la dictadura se ha transformado en la causa y el efecto de la implosión. La caída de la dictadura Ortega-Murillo tiene que ser con el rostro enmascarado.
El régimen Ortega-Murillo va de tropiezo en tropiezo y acabará llegando al tropezón final. La mayoría de los movimientos tácticos que hace el régimen parecen condenados al descalabro sin posibilidades de recuperación. Dirán muchos, y yo también, que habida cuenta de los errores de la dictadura en realidad no hay nada que asombrarse. Lo verdaderamente increíble es que no haya caído todavía. El problema es que no existe un liderazgo de la oposición real que pueda capitalizar los errores y el declive de la dictadura. Hasta la fecha el liderazgo actual son construcciones mediáticas y sin base social como lo demuestra la encuesta de CID Gallup.
Los ministros, altos funcionarios, militares, policías y todos los que dependen del dedo del “capo” o de la “capocha” repiten incansablemente que el régimen está fuerte, cohesionado y bla, bla, bla. Tanta insistencia en la perorata que da sospecha que se tiene miedo al desarrollo del proceso soterrado de la implosión. Evidencias de fisuras se producen a cada rato. Cierto es que el régimen utiliza la represión y el miedo para tratar de contrarrestar el desarrollo de las fracturas de sus pilares de sustentación. Sin embargo, sigue dando palos de ciego provocando más descontento que suscita con cada manotazo, aunque parezca que no pasa nada. Pero claro que pasa algo por mínimo que sea. Por ejemplo, el pacto suscrito con “los barones del dinero” lejos de provocar una fuerza centrípeta que aglutina más fuerzas ha generado grietas con los otros capitales que pueden llevar al traste con esa alianza. Ese “acuerdo histórico” está en la cuerda floja.
Estas son algunas variables que definen la actual coyuntura de Nicaragua, que muchos intuyen, porque son cosas que están a flor de piel, imposible de no ver. Pero como siempre los últimos en enterarse será lo miembros de los principales anillos de poder de la dictadura, ya que la creencia de que ellos manejan es que ellos son víctimas de una confabulación en su contra que les impide ver lo que objetivamente pasa y ser auto-críticos ante lo que están haciendo. A estas alturas se puede afirmar que la gestión del país está en manos del “gobierno de los peores”.
A la memoria de mis hermanos fallecidos: Martina, Javier, Gladys, Patricia, Milú y Gustavo-Adolfo.
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