Trabajo, desvelos y a veces humillaciones: El aporte de los nicaragüenses en el exterior
Las instituciones internacionales especializadas proyectaban que uno de los impactos económicos negativos de la pandemia sería la disminución de las remesas, de las cuales dependen millones de familias en los países más pobres del planeta.
Naturalmente, esa proyección también se extendía a Nicaragua, toda vez que, en nuestro caso, los países de origen de estas corrientes de dinero, fueron y están siendo severamente golpeados en su economía. Como sabemos, Estados Unidos, Costa Rica y España, históricamente han sido los principales pilares en este campo.
Sin embargo, por fortuna para miles de familias nicaragüenses que dependen de estos ingresos, las proyecciones no se están cumpliendo. Al contrario, los reportes del Banco Central muestran que este año, en lugar de disminuir más bien han aumentado.
De acuerdo a las estadísticas oficiales, al mes de octubre habían ingresado más de mil quinientos millones de dólares en remesas: significa que al finalizar el año previsiblemente superen los 1800 millones de dólares. Casi un diez por ciento por encima del año pasado.
El caso más notorio es Estados Unidos. Este año representarán más del 60% del total. También está creciendo el promedio de los envíos mensuales: 250 dólares por cada remesa, es el estimado. El otro caso significativo es España, que este año ocupará el segundo lugar como fuente de remesas, desplazando a Costa Rica, donde la crisis ha repercutido más duro. El promedio de los envíos provenientes de España supera los 300 dólares por mes. Y aquí la mayor proporción son mujeres.
Detrás de estas cifras se encuentra mucho trabajo y sacrificio. Lágrimas, desvelos, sufrimiento, esfuerzo y a veces hasta humillaciones. Solo el sacrificio y la generosidad pueden explicar este comportamiento en medio de tanta adversidad.
Con los niveles de desempleo y subempleo que abaten a la mayoría de los nicaragüenses y con los bajos salarios, muchas familias no podrían satisfacer sus necesidades elementales, comenzando por la comida, sin la contribución de sus parientes en el exterior. Pero no solo las familias se benefician de ese sacrificio. El país entero se sostiene con sus aportes.
Para que tengamos una idea, haremos algunas comparaciones:
Comencemos por la producción nacional. Las remesas ese año representarán casi el 15% del Producto interno bruto, el famoso PIB.
¿Qué significa esto? Es como si dijéramos que de cada 1000 dólares que produce el país en frijoles, café, carne y demás bienes y servicios, lo que aportan los nicaragüenses en el exterior equivale a 150 dólares. Esto es una simplificación, la utilizamos como ejemplo para que nos demos una idea. De cada mil dólares que se producen en Nicaragua, el trabajo de los nicaragüenses en el exterior equivale a 150 dólares.
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Como decíamos, al finalizar el año previsiblemente superen los 1800 millones de dólares. Esta cifra es equivalente al 85% de lo que captará el gobierno en concepto de impuestos en el 2020.
Y representa más del 65% de las exportaciones totales de mercancías. Podemos seguir con las comparaciones, pero con lo dicho, suficiente para damos una idea.
Sin embargo, el impacto de las remesas debemos analizarlo en una perspectiva más amplia. Las remesas contribuyen a evitar que se produzca una mayor caída de la economía. Con la pérdida de empleos y la reducción de salarios, uno de los rubros que más se ha desplomado es el consumo de las familias. Como no hay trabajo, no hay ingresos; por consiguiente caen las ventas, cae el comercio y caen las actividades económicas. Las remesas, como van directamente al consumo, impiden que la crisis sea mayor.
En otras palabras, al tratarse de dólares y euros contantes y sonantes, las remesas son decisivas para mantener la estabilidad macroeconómica que tanto pregonan los paniaguados del régimen dictatorial, como si fuera mérito de ellos. Además, la estabilidad de la moneda y del sistema bancario, las reservas internacionales del banco central, el control de la inflación y del déficit fiscal: Nada de esto podría sostenerse sin el trabajo de los nicaragüenses en el exterior.
Sin embargo, la principal contribución es en la contención de la pobreza. Está demostrado, tanto por el Banco Mundial como por FIDEG, que las remesas familiares contribuyen en mucho mayor medida a contener la pobreza en el país, que las políticas y programas clientelares de los que tanto alardean los paniaguados del régimen.
Esta es precisamente la parte fea de la película: las remesas dan motivo para que la dictadura saque pecho con sombrero ajeno. Mientras el dictador despotrica contra el imperialismo y contra lo que llama países injerencistas, entre los que incluye a Estados Unidos y España, esconde la lengua al momento de reconocer la contribución de nuestros compatriotas residentes en estos y otros países.
Los nicaragüenses en el exterior también contribuyen a la lucha por la libertad. Probablemente esa es la razón por la cual el dictador se sirve del trabajo de los nicas que están fuera del terruño, pero desdeña su aporte.
Por nuestra parte, lo menos que podemos hacer es valorar el sacrificio y la generosidad de nuestros compatriotas.
Un compromiso de las fuerzas democráticas debe ser fijar el Día Nacional del Migrante Nicaragüense, como un reconocimiento moral. Podría ser la fecha en que Rubén Darío, nuestro migrante glorioso, salió de Nicaragua a recorrer mundo, para cubrirnos después de honra y orgullo.
Y en la nueva Nicaragua estamos obligados a asegurar a los nicaragüenses en el exterior el ejercicio efectivo del derecho a votar.
Por ahora, nos toca dejar plasmado nuestro agradecimiento por su sacrificio y generosidad.
Editorial Enrique Saenz