Estrés, discusiones, cansancio y comercio, en largas filas para vacunarse en Nicaragua
El aire fresco propio de la madrugada sopla con fuerza, mientras cientos de personas mayores de 30 años duermen sentados bajo los toldos que están colocados dentro del hospital Manolo Morales Peralta, ubicado en el Distrito Cinco, en Managua, mientras otro grupo de ciudadanos permanecen en las afueras del centro asistencial esperando ingresar al centro de vacunación para lograr obtener la aplicación de la primera dosis de la vacuna AztraZeneca, la que se aplica en Nicaragua gracias al gobierno de Reino Unido.
El inoculante llegó a Nicaragua gracias al mecanismo Covax, quien se ha encargado de suministrar mediante donaciones varias vacunas de diferentes laboratorios, entre ellos el codiciado fármaco AztraZeneca, producido por la universidad de Oxford.
¡Ahí vienen los vacunadores!, enseguida, los pacientes con un emotivo aplauso dan la bienvenida al personal del Ministerio de Salud (Minsa) que visten de blanco y que han llegado a las 3:30 AM para comenzar a vacunar. Las largas horas de espera están por finalizar.
“¡Buenos días, que Dios les bendiga!”, dicen con emoción los pacientes que se encuentran sentados a la orilla por donde caminan unas cincuenta personas trabajadoras del Ministerio de Salud que a diario llegan en las madrugadas para adelantar la hora de vacunación y sacar a los pacientes, quienes muchos de ellos lucen “impacientes” por las más de 12 horas de espera, y no es para menos, en el Manolo Morales no hay baños sanitarios portátiles para que las personas puedan hacer sus necesidades fisiológicas, sino que usan los baños para pacientes una vez que son inoculados.
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El rostro del personal de vacunación luce cansado, desvelado y agotado por las extensas jornadas de trabajo. Un par de trabajadores con voz baja dicen que solo tres horas han dormido a diario porque es el mismo personal que se encarga de vacunar durante la semana.
“A esta muchacha yo la vi salir anoche como a las once y media que salieron y mire, ya hoy vienen de madrugada a continuar vacunando”, dice una señora de unos 65 años de edad a un joven blanco, recio y alto, cuya edad oscila entre los 30 y 33 años.
En las afueras del hospital, hay quienes llevan hamacas para dormir, los postes de telefonía y de alumbrado público son el punto ideal para que quienes lleguen de primero al sitio, cuelguen su hamaca y dormir por un rato. Otros cargan baldes con gaseosas, mientras que varios ciudadanos portan sillas plásticas para descansar.
“Las personas son agradecidas”
El doctor Líber Solis, del consultorio Solís, ubicado en Managua, quien a diario atiende a pacientes con sospecha de Covid-19, explicó que los aplausos que los ciudadanos brindan al personal de salud es una muestra de “agradecimiento” por las extensas jornadas de trabajo que realizan.
“Esos aplausos me parece un manera empática y agradable por parte de la ciudadanía, de reconocer la labor del personal de Salud porque al igual que ellos, nosotros también somos seres humanos que como ellos tenemos familia y muchas veces abandonamos nuestro hogar y a nuestros seres queridos por amor a nuestra vocación”, expresó Solís.
“Eso es un excelente reconocimiento, aunque sencillo pero con un gran impacto que nos anima a seguir en esta lucha y a honrar aquellos médicos y enfermeros que lamentablemente perdieron la vida en la batalla contra este virus”, añadió el médico.
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Mientras el personal de vacunación toma posesión de sus puestos de trabajo, un grupo de estudiantes de medicina se disponen a llenar la hoja de consentimiento del Minsa y las tarjetas de vacuna para pasar a los primeros pacientes a la sala de vacuna, mientras la doctora Ana Gabriela Morales, directora del centro hospitalario, se encarga de recibir al personal asignado a la jornada de vacunación.
“¡Buenos días compañeros, confiemos en Dios que este va a ser un día lleno de bendiciones para nosotros y nuestra amada Nicaragua!”, dice con entusiasmo la directora del Manolo Morales, quien a diario llega al centro asistencial antes que el personal de vacunación, quienes pertenecen a los centros de salud Pedro Altamirano y Carlos Rugama.
Todo tipo de personas
Al hospital acuden personas con carácter de todo tipo, ciudadanos amables y otros que lanzan improperios contra el personal cuando les chequean la presión arterial.
“Vine para que me vacunen, no para que me chequeen la presión. Esto me atrasa, ¿ustedes qué creen, que no ando con sueño?”, dice con voz alta una mujer a la que le detectaron la presión arterial alta y tuvo que ser dejada en observación, mientras le daban pastillas para controlar su padecimiento.
En la silla vecina, la situación era diferente, una adulta mayor compartía un paquete de galletas de avena con la enfermera que le realizaba sus chequeos preventivos.
“¿Si le doy estas galletitas no me le dicen nada?. En esta vida hay que ser agradecidos, diría mi madre que en paz descanse que agrado quiere agrado. No ha ni salido el sol y mire a esa señora todo lo que le dijo a la otra enfermera, la gente se pasa y es mal agradecida”, comenta con voz baja la señora que se identificó como María Vargas.
Presencia policial
En los alrededores y en el interior del centro asistencial, permanecen varios agentes de la sancionada Policía, quienes se encargan de “resguardar el orden” entre las personas que intentan meterse en las filas.
“Los policías han ayudado a las personas a cruzarse la vía y están pendientes de que los ladrones no les roben a las personas que están afuera. También regulan el tráfico vehicular”, expresó un señor al mismo tiempo que avanzaba sobre la fila en el exterior del hospital.
“La verdad que esos policías han ayudado a que la gente no se meta y que las personas vividoras no comercialicen lugares y eso lo vemos correcto”, manifestó otra señora que aguarda sobre la fila y que se queja de dolor en los pies por permanecer parada durante varias horas.
Buenas ventas
Por otro lado, el comercio informal reporta “buenas ventas” durante la jornada de vacunación. En las afueras del hospital a diario varias mujeres, que en su mayoría son cabezas de familia, llegan a vender platanitos con queso, café con pan y mantequilla, mientras otros llegan a vender frescos naturales y bebidas gaseosas. Otros aprovechan la oportunidad para ofrecer suéter de segunda.
“Las ventas han estado más que buenas, el que se queja es porque quiere. En estos días nos ha ido muy bien”, dice una joven madre que ha llegado de los barrios aledaños al hospital Manolo Morales en compañía de sus pequeños hijos de 8 y 10 para comercializar platanitos con queso y café caliente.
“Aquí vendo más de 100 bolsitas de platanitos al día a 20 córdobas y en las noches vendo alrededor de unos 200 vasitos de café a 10 córdobas. La gente compra el café para calentarse de los fríos que hacen en la noche, ¡aaaah, pero eso sí, paso día y noche vendiendo!”, explica la mujer, quien afirmó que con las ganancias ha podido pagar los servicios básicos de su vivienda.
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En los cafetines ubicados dentro del hospital, un desayuno que contiene una pequeña porción de gallopinto, un huevo frito y un pan se vende en 120 córdobas, la mayoría de las personas no portan esa cantidad de dinero y dicen que prefieren pagarlos en taxi para regresar a sus casas.
Mientras unos venden comidas, otros deciden comercializar las frazadas a un costo “moderado”, yo vengo por las noches a vender chaquetas, vendo unas quince a precios que varían entre los 80 y 160 córdobas. Vengo después de las diez de la noche cuando la gente ya no aguanta el frío”, dice otra señora que aparenta ser comerciante de ropa usada del mercado Roberto Huembes.
Filas son por temor al contagio
Un sociólogo que fue consultado por 100% Noticias y quien pidió el anonimato por temor a represalias por parte de la dictadura de Ortega y Murillo, manifestó que las extensas filas en los centros de vacunación es porque la gente tiene temor al contagio del coronavirus.
“La gente hace extensas filas porque sienten seguridad en las vacunas. El gobierno aquí no ha implementado medias preventivas para frenar los contagios, han manejado mal la pandemia y es de esperarse que los ciudadanos acudan a vacunarse para protegerse y sentirse seguros”, añadió el sociólogo.
“Si te fijas, el régimen realiza eventos masivos sin guardar el distanciamiento social entre los ciudadanos. Vas a ver aglomeraciones entre miles de personas en todo el país”, finalizó el experto.
Dentro del hospital, también permanecen varios operarios de la Alcaldía de Managua con sus respectivos carretones, los que salen llenos de la basura que dejan los pacientes que han sido vacunados.
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