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La Iglesia sandinista: lejos del Papa y cerca de Ortega

Pese al ataque frontal de Daniel Ortega contra la Iglesia Católica de Nicaragua y el ensañamiento contra algunos de sus miembros, como el obispo Rolando Álvarez, otros sacerdotes siguen siendo fieles admiradores y defensores del régimen. Incluso de la prohibición de las procesiones de Semana Santa

Abril 04, 2023 10:00 AM
la iglesia catolica de nicaragua dividida

Este año, miles de católicos nicaragüenses tendrán que hacer el tradicional Vía Crucis encerrados en una iglesia o, con la fuerza de la imaginación, desde un sofá en su propia casa.

El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo prohibió realizar esta y otras importantes procesiones católicas en las calles, una medida más dentro de la serie de ataques que el gobierno sandinista ha lanzado contra la Iglesia (el líder sandinista hasta la tildó de “mafia”) y, en general —como lo hizo en su momento Cuba— contra la fe católica.

Pero contra lo que el mundo podría pensar, en esta guerra política (y espiritual) la jerarquía católica nicaragüense no enfrenta unida esta escalada represiva. Entre sus miembros hay algunos que han optado por el bando orteguista, avalando sus doctrinas y hasta pronunciando desde el púlpito arengas en favor de Ortega.

La Iglesia de Nicaragua está así más dividida que nunca. Entre sus filas están algunas de las voces más críticas del régimen, como los obispos Rolando Álvarez (encarcelado) y Silvio Báez (exiliado); y el padre Edwin Román, pariente del general Augusto Sandino y también expatriado. 

También están los “prudentes” que, siguiendo el ejemplo del arzobispo de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, prefieren callar. Opción que, en medio de la radicalización del régimen contra la Iglesia, ha sido adoptada por muchos sacerdotes, laicos y creyentes. 

Pero dentro de las filas del catolicismo están además los fieles aduladores de Ortega. Y aunque es un sector más pequeño y menos visible, incluye tanto a obispos como a sacerdotes y sus respectivos feligreses; y de la misma forma que ocurrió en los 80, algunos de ellos son más mediáticos y el régimen los utiliza para demostrar el apoyo de la Iglesia hacia el gobierno sandinista.

En la década del 80 la hostilidad de Ortega hacia la Iglesia Católica incluyó persecución, destierro, escándalos e insultos públicos. En la etapa actual, a todo esto le sumó el encarcelamiento y condena de sacerdotes, entre ellos Rolando Álvarez, el obispo de la diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la de Estelí. Encarcelado desde agosto de 2022, fue condenado en febrero pasado a 26 años de cárcel por negarse a abordar un avión que el 9 de febrero lo llevaría al destierro junto a otros 222 presos políticos. 

Pero el encarcelamiento y condena de monseñor Álvarez no ha generado el rechazo unánime de la Iglesia nicaragüense. CONNECTAS intentó hablar con algunos de los sacerdotes que a pesar de éste y otros abusos recientes siguen respaldando al régimen sandinista, pero la negativa a brindar declaraciones se ha vuelto una práctica común en ellos. La excusa que esgrimen es el temor a la represión, ya que esta se sufre en todos los bandos.

“Monseñor René Sándigo, por ejemplo, en la homilía (de 2022) de la Virgen de la Merced, patrona de León, hizo una reflexión legitimadora de la doctrina de la vicepresidenta Rosario Murillo”, explica un reconocido teólogo y sacerdote europeo que, por décadas, ha analizado la relación entre el sandinismo y la Iglesia Católica, y a quien recientemente las amenazas de muerte por parte de sandinistas lo obligaron a salir del país. Por eso, solicita no ser citado con nombre y apellido en este artículo.

Cuando el régimen prohibió a los feligreses católicos salir a las calles para las procesiones tradicionales de este Viernes Santo, el obispo de León avaló la decisión a través de un mensaje de audio a los sacerdotes de su diócesis. “A muchos les ha dicho la autoridad que el Vía Crucis solo se puede hacer a lo interno de la iglesia, a otros todavía no. Por lo tanto es preferible que todos lo hagamos dentro del templo o en el atrio”, dijo Sándigo, sin cuestionar la disposición del Gobierno sobre una de las tradiciones más importantes de la fe católica. Además, fue el primer obispo del país en anunciar la suspensión de la tradicional procesión de las palmas, en la que la imagen de Jesús montado en un burro recorre las calles el Domingo de Ramos, para marcar el inicio de las celebraciones de Semana Santa.

No está claro desde cuándo este encumbrado obispo cambió de discurso, ya que tras el retorno de Ortega al poder en 2007 había sido crítico. Pero hay un hecho que puede ser una señal de esto: a raíz de un asalto perdió su computadora personal. Su cambio fue tan radical que en agosto de 2019 llegó a tomar posesión de la diócesis de León escoltado por el comisionado Ramón Avellán, funcionario policial repudiado por su participación en la masacre que provocó la represión oficial durante las protestas de 2018.

Sándigo sustituyó a monseñor Bosco Vivas cuando este cumplió la edad de retiro. Durante su toma de posesión, cuando le preguntaron sobre las críticas de los fieles por su afinidad con Ortega y Murillo, aseguró que “cuando un árbol no tiene frutos nadie lo vuelve a ver. Pero cuando hay frutos, la gente garrotea para quitar los mangos y las manzanas”.

El obispo Sándigo no es el único clérigo nicaragüense que se muestra cerca del Gobierno y lejos de la posición crítica del Vaticano representada en las últimas declaraciones del papa Francisco. Hay sacerdotes que incluso hacen propaganda a favor de Ortega. 

En 2019, durante la celebración del 40 aniversario de la Revolución Sandinista y en plena crisis política, varios religiosos compartieron la tarima con la pareja presidencial. Entre ellos, monseñor Eddy Montenegro, exsecretario del fallecido cardenal Miguel Obando y ahora en retiro; monseñor Bismark Carballo, recordado porque en los años 80 los medios de comunicación oficialistas lo mostraron desnudo mientras una mujer lo obligaba a salir de una casa; y el padre Antonio Castro, párroco de la Iglesia la Merced de la capital del país.

En aquella ocasión, Murillo presentó a sus invitados como representantes de la Iglesia Católica e invitó a Castro a tomar la palabra. El sacerdote agarró el micrófono y aprovechó para pedir el cese de las sanciones que Estados Unidos ha impuesto a personas y empresas  del círculo de Ortega, por su vinculación a las violaciones a los derechos humanos. “Queremos la paz, claro que sí; la paz no es la ausencia de la guerra, la paz es el fruto del desarrollo, del crecimiento, del progreso, de la vida, del amor”, dijo el padre Castro ante la mirada de aprobación del matrimonio gobernante. 

Se han divulgado varias imágenes de este religioso celebrando misa con fotografías de Fidel Castro y banderas roja y negra del FSLN en el altar. En noviembre de 2017, durante la misa por el primer aniversario de la muerte del líder cubano, pidió que el pueblo de Cuba mantuviera el “espíritu de generosidad, solidaridad y amor” que según él caracterizó a Fidel. Al año siguiente, aseguró que en Nicaragua se siguen viendo “signos de vida” del fallecido líder comunista a través de programas impulsados por la revolución cubana como la “Misión Milagro que devuelve la vista a los ciegos”.

Pese a su cercanía con Ortega y Murillo, el sacerdote Castro también enfrenta este año la prohibición de realizar la tradicional procesión del Vía Crucis y está cumpliendo el mandato de celebrar ese tradicional rito al interior de su iglesia.

Otro sacerdote que no desperdiciaba oportunidad para mostrar su admiración por la pareja presidencial era el padre Nayib Eslaquit, de la parroquia de Dolores, Carazo, aunque desde el estallido de la crisis en 2018 ha tratado de aparecer menos en los medios de comunicación. Sin embargo, en medio del ataque frontal contra la Iglesia, es uno de los pocos párrocos que ha realizado procesiones y actividades públicas durante la cuaresma de 2023.

Obando y Brenes, las dos caras de la Iglesia nicaragüense

No todos los sacerdotes cercanos al régimen lo demuestran con pronunciamientos públicos. También lo pueden ser mediante su silencio. En medio del panorama de represión política en el país, la actitud “prudente” del Arzobispo Metropolitano de la Arquidiócesis de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, que prefiere callar para evitar confrontaciones, despierta suspicacias entre algunos católicos e incluso ha marcado su relación con Ortega. 

Desde que retornó al poder en 2007, el trato del líder sandinista con el arzobispo de la capital no ha sido hostil. En cambio, durante su primer mandato en los años 80 tuvo que soportar los constantes señalamientos de monseñor Miguel Obando y Bravo, a quien Juan Pablo II nombró cardenal en 1985. Es decir, durante la etapa más dura de las hostilidades.

Sus enfrentamientos con Ortega fueron constantes durante más de dos décadas y quizás por eso, decidió convertirlo en su aliado. Para mala suerte de Ortega, ese respaldo le llegó tarde. El 1 de abril de 2005, es decir un día antes de morir, el papa Juan Pablo II aceptó la renuncia del cardenal Obando, que murió en junio de 2018 y fue enterrado sin ningún tipo de homenaje. 

En su reemplazo, el papa polaco nombró como Arzobispo de Managua a monseñor Brenes, que se caracteriza por evitar el conflicto con el Gobierno, pese a los abusos de éste. “No tengo ninguna opinión al respecto porque esas son cuestiones de Estado y yo no soy experto”, dijo tras la reciente ruptura de relaciones diplomáticas con el Vaticano.

Ortega no insulta a Brenes de manera personal, como ha hecho con otros obispos a quienes llama “golpistas” y los acusa de querer derrocarlo. “No es que vivía en una casita como en la que vive el cardenal Brenes ahí en Altagracia. Esa es una casa humilde, (la de monseñor Rolando Álvarez) es una mansión”, dijo Ortega el pasado 9 de febrero cuando anunció el traslado del obispo detenido a la cárcel Modelo.

La posición discreta de Brenes contrasta con la del obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, monseñor Silvio Báez, quien desde su llegada al país en abril de 2009 fue muy crítico con el Gobierno. Y ante los constantes abusos de poder de Ortega y Murillo, siempre alzó su voz. 

Por ejemplo, en noviembre de 2017, después que el obispo Báez aseguró que no votaría en las elecciones municipales porque el sistema carecía de credibilidad por los constantes señalamientos de fraude, Ortega respondió elogiando la participación de los cardenales Obando y Brenes en el proceso.

Estos enfrentamientos crecieron durante 2018, cuando en su narrativa de disfrazar las protestas sociales como un intento de golpe de Estado, Ortega aseguró que incluso los obispos eran golpistas. Báez respondió: “Me dicen golpista pero jamás he llamado a la violencia y he expuesto mi vida por el diálogo”.

En abril de 2019, el papa Francisco le ordenó a Báez trasladarse a Roma, ya que temía por su vida. Actualmente vive en Miami, Estados Unidos, donde mantiene cercanía con los nicaragüenses exiliados. Además, es una de las voces que más reclama la liberación de su “hermano obispo” Rolando Álvarez.

Monseñor Álvarez, el Papa y la guerra contra la Iglesia

Desde que fue encarcelado el 9 de febrero pasado en el Centro Penitenciario Nacional Jorge Navarro de Tipitapa, conocido como La Modelo, a Rolando Álvarez no le permitieron visitas y sus familiares, la feligresía, gobiernos y diversas organizaciones —tanto nicaragüenses como extranjeras—  demandaron una prueba de vida y su pronta liberación. La presión, especialmente la internacional, obligó a que finalmente el sábado 25 de marzo medios oficialistas informaran que el obispo de 56 años había recibido la visita de sus hermanos Vilma y Manuel Antonio. 

Aunque a través del testimonio de otros reos se ha confirmado que lo mantienen en una celda de máxima seguridad conocida como El Infiernillo, para la visita prepararon un escenario similar al de una sala familiar o un set de televisión. En la noche de ese día, además, los mismo medios oficialistas divulgaron fotografías y un video con breves declaraciones que Álvarez brindó durante el encuentro con sus familiares.

Muchos se preguntan por qué el ensañamiento con monseñor Álvarez y la respuesta puede ser su compromiso con su feligresía y el apoyo que ésta le daba. A él lo nombraron obispo de Matagalpa en marzo de 2010. Su ascenso hizo que muchos lo vieran como el futuro arzobispo de la arquidiócesis de la capital, ya que a los cardenales Obando -en febrero de 1970- y Brenes -en abril del 2005- los eligieron para ese cargo mientras dirigían aquella diócesis.

Álvarez pronto se ganó el cariño del pueblo y asumió luchas sociales, entre ellas la de una zona rural ubicada a 120 kilómetros de Managua que se negó a aceptar que su territorio se transformara en una explotación minera. Tras el estallido social de 2018, la notoriedad del obispo creció por su rol de coordinación de comunicaciones en el Diálogo Nacional que el régimen estableció en mayo de 2018, donde la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) fungió como mediadora. 

La instalación de dispensarios médicos para atender a los heridos durante la represión a las protestas de 2018 y su apoyo a los pobladores que mantuvieron paralizado el país durante varias semanas fue una declaratoria de guerra contra Ortega, que no tardó en comenzar a perseguirlo, hasta que finalmente lo detuvo en agosto de 2022. Primero le impusieron casa por cárcel en una vivienda de su familia, hasta que después de negarse a aceptar el destierro, sin realizarle juicio lo condenaron a 26 años de cárcel y lo trasladaron a la Modelo, la más grande y peligrosa del país.

Pero Alvarez no es el único religioso perseguido por el régimen sandinista. Entre los desterrados a los que posteriormente les quitaron la nacionalidad hay seis sacerdotes, cinco de ellos colaboradores cercanos del obispo de Matagalpa: Óscar Danilo Benavidez Dávila, Ramiro Tijerino Chávez, José Luis Díaz Cruz, Sadiel Eugarrios Cano y Raúl Vega. También los seminaristas Darvin Leiva Mendoza y Melkin Centeno Sequeira, además de los periodistas Manuel Antonio Obando, Wilberto Artola y Sergio Cárdenas, trabajadores de los medios de comunicación de la diócesis de Matagalpa. En el grupo también incluyeron al padre Benito Enrique Martínez Gamboa, de la diócesis de León.

Esta escalada represiva contra representantes de la Iglesia hizo que finalmente el papa Francisco se pronunciara abiertamente contra el régimen sandinista. El 10 de marzo pasado, justo cuando cumplió 10 años como pontífice, dijo que Ortega es una persona con desequilibrios y comparó su dictadura con las más sangrientas de la historia. La respuesta fue casi inmediata: Managua rompió relaciones diplomáticas con el Vaticano, algo que no había ocurrido ni en los peores momentos de las relaciones entre ambos Estados en los años 80. Nicaragua se sumó así a la reducida lista de 14 países que no tienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede: es además el único de América.

Las declaraciones del Papa provocaron además ataques generalizados en los medios de comunicación del orteguismo. El representante de Francisco en Managua, monseñor Marcel Diouf, era el encargado de Negocios y desde marzo de 2022 quedó a cargo de la nunciatura tras la expulsión del nuncio Waldemar Stalislaw Sommertag. El 17 de marzo cerró la delegación diplomática y se trasladó a Costa Rica. 

Ya el año pasado Estados Unidos había incluido a Nicaragua en la lista de países que violan la libertad religiosa. Pero además, el país se coló en la lista 2023 de Christianity Today de los 50 países donde es más difícil seguir a Jesús. 

Como consecuencia del incremento de la hostilidad hacia la Iglesia Católica en Nicaragua, también se agudizaron las restricciones. La prohibición de realizar procesiones y eventos masivos fuera de los templos, que en los últimos años afectó especialmente a ciudades como Matagalpa, Masaya, Boaco, Jinotega y Chinandega, ahora se generalizó. De manera especial, en la mayoría de parroquias del país se prohibió realizar el tradicional recorrido del cristo con la cruz a cuestas, típico de los viernes de cuaresma previos a la Semana Santa. Se desconoce si el Viernes Santo la imagen del Nazareno saldrá para recordar a los católicos su sacrificio de hace más de dos mil años. Pero ya se anunció la suspensión de algunas celebraciones propias de la Semana Mayor.

En el caso de las actividades que presidía monseñor Álvarez, el tradicional Vía Crucis que desde los años 60 recorría durante las madrugadas de los viernes de cuaresma las calles de Matagalpa no se realizó. Ya en septiembre del año pasado no se permitió realizar la procesión de La Merced, patrona de la ciudad. Tampoco la de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre, ambas con varias décadas de tradición. 

Incluso, los feligreses asisten a las misas con cierto temor por la presencia de paramilitares, que se volvió permanente desde el año pasado y se refuerza durante celebraciones masivas como las de Semana Santa. Incluso, en la catedral de Matagalpa el año pasado durante la liturgia del Viernes Santo, golpearon a una colaboradora del templo.

Además, el edificio de la curia donde mantuvieron retenido a monseñor Álvarez durante quince días el año pasado continúa ocupado por la Policía: los agentes entran a él con sus propias llaves. Una patrulla permanece en una de las esquinas del edificio durante las 24 horas del día y grupos de uniformados hacen turnos constantes en otra de las esquinas. En la zona no permiten que ningún vehículo se parquee. Esa prohibición ha afectado a los negocios cercanos: un laboratorio ubicado frente a la curia tuvo que cambiar de local y un negocio de comida cerró sus puertas.

En sustitución de las tradicionales celebraciones católicas de la Semana Santa, algunas alcaldías realizarán recreaciones teatrales de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, conocidas en el país como Judea. Además, Camila Ortega, hija de Ortega y Murillo, anunció que realizará pasarelas de moda en los principales balnearios del país.   

La estrategia de silenciar

El teólogo consultado para este artículo asegura que a pesar de que aún existen sacerdotes y religiosas que apoyan a Ortega, en conjunto la Iglesia sintoniza más con el discurso de la oposición nicaragüense. “Por más que el cardenal de Managua (Leopoldo Brenes) diga que la Iglesia aboga por el diálogo, la divergencia y contraposición de visiones, no favorece esa propuesta. El pensamiento de la Iglesia se articula con la cultura occidental marcada por la presencia cristiana, sobre todo por la Iglesia Católica”, explica el experto.

Además, considera que la estrategia ideológica actual de Ortega y Murillo busca “en primer lugar controlar el liderazgo de la Iglesia católica en todas sus expresiones, sobre todo en sus manifestaciones públicas y sociales como procesiones, encuentros y celebraciones masivas”. Lo hace porque “detrás de esas expresiones religiosas está la cultura dominante de Occidente, que es la que trata de imponer la oposición azul y blanco. También busca controlar a los líderes, poner en la cárcel a los más significativos; e intimidar y restringir cualquier acto que puede transmitir este pensamiento”. 

Para este teólogo, “la idea es hacer creer a sus seguidores que romper con el liderazgo católico no es problema si se promueve una práctica religiosa que respete la visión ancestral de nuestros pueblos, unida a un sincretismo con las tradiciones de la religiosidad popular católica, libres del liderazgo de los obispos, sacerdotes y del papa. Una religión nacional donde ella, la Chayo (Rosario Murillo), vaya dando los criterios de conducta para esa práctica de un esoterismo sincrético”.

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El gran interrogante es si el régimen logrará su objetivo. El teólogo considera que la base de la feligresía a la que el Gobierno apuesta la conforman los sectores más empobrecidos, que se benefician con asistencia del Estado. También un amplio sector evangélico arraigado entre los más abandonados y pobres. 

En este contexto de creciente enfrentamiento con la Iglesia Católica, Ortega ha tenido que conformarse con el apoyo de un puñado de pastores evangélicos que a través de una carta pastoral lamentaron los señalamientos del papa Francisco a Ortega y advirtieron que la solución a los problemas de Nicaragua no puede venir “ni de Washington ni de Roma”. E indirectamente acusaron al pontífice del sufrimiento causado por los “poderes temporales del pecado” al pueblo nicaragüense. 

Al final, lo que está detrás de la embestida frontal de Ortega contra la Iglesia es eso, una lucha de “poderes” representada en el encarcelamiento del obispo Rolando Álvarez, convertido hoy en el preso político más célebre del continente. De si gana el discurso sostenido con hechos por organizaciones sociales y medios de comunicación, y replicado por los pocos sacerdotes valientes que aún se atreven a hablar, donde la causa del sufrimiento terrenal del pueblo nicaragüense apunta a las decisiones del Gobierno; o el que intenta instaurar la familia presidencial y que obliga a los nicaragüenses católicos a hacer las procesiones en su casa en esta Semana Santa.

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