Katrin, la indígena nicaragüense que emigró a Costa Rica sin hablar español
Estar embarazada de su tercer hijo no fue impedimento para que Katrin Salazar Penglas, de 19 años, abandonara Aucamango, una violenta comunidad indígena miskita ubicada en la Costa Caribe de Nicaragua y cruzara la frontera hacia Costa Rica en busca de refugio.
Leonardo Salazar, padre de Katrin le dijo que tenía una hermana llamada Rosa en San José y le encargó a dos hermanos menores para que la acompañaran en su travesía junto a sus dos hijos.
Desde hace dos meses y medios, Katrin vive en suelo tico, allí nació su tercer hijo. “Yo sueño quedarme aquí. Aquí nació un hijo mío. Aquí, en medio de las situaciones, puedo sonreír y nadie me va a quitar la sonrisa”, dice.
“Yo vine aquí a vivir o morir, a perder o ganar. No hablo español, aunque lo entiendo. Aún no tengo trabajo. Pero voy a sacar adelante a mi familia. A veces me siento agotada porque mis niños me piden comida y yo tengo que ver de dónde la saco”, relata Katrin al Servicio Jesuita que recogió su testimonio en el proyecto “Soy una persona migrante en Costa Rica y esta es mi historia".
Katrin vive en Pavas, San José con su tía Rosa quien al igual que ella dejó Nicaragua siendo muy joven para “buscar la vida” y la asesoró para gestionar su carnet de refugiada que le permite trabajar con autorización.
Por ahora, su principal motivación es aprender a hablar el idioma porque solo domina el miskitu y desea trabajar para mejorar la condición de los cinco niños que dependen absolutamente de ella. “Yo quiero trabajar, en limpieza o lo que sea”, afirma.
Katrin confiesa que en Costa Rica no se ha sentido discriminada ni por ser indígena ni por ser migrante, contrario a Nicaragua, que sufrió rechazo por no ser adepta al sandinismo.
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Recuerda que para 2018, miembros del partido sandinista ingresaron a su comunidad con la promesa de llevar alimentos a la población, sin embargo, solo quienes se identificaban como leales del partido fueron beneficiados, los demás indígenas miskitos fueron discriminados. “Ellos mataron personas o dividían a los muchachos en grupos para que se mataran”, denuncia.
Katrin y su familia sufrieron en carne propia la violencia estatal pues dos de sus dos hermanos fueron atacados por sandinistas dentro de su casa y cuando sus padres intentaron defenderlos también fueron golpeados.
Desde su exilio forzado Katrin está convencida que su mayor inspiración para enfrentar la vida con valentía y salir adelante la heredó de sus abuelos Clemente Penlas y Juliana Flores. “Me inspiran mis abuelitos, porque siempre han repartido la comida que han tenido para todos, aunque fuera poquita”, concluye.