Régimen de Daniel Ortega traumó niños y niñas al perseguir a sus padres y forzarlos al exilio
El informe "Nadie se va porque quiere: Voces de nicaragüenses en el exilio", evidencia el impacto de la persecución de Daniel Ortega y Rosario Murillo en exiliados y sus hijos e hijas.
“En cuanto a los impactos del exilio en las niñeces, un tercio de los participantes en este proyecto viajaron con niños y niñas, y sus testimonios ofrecen algunas pistas para comprender sus experiencias y necesidades”, indica el informe.
El informe se basa en las entrevistas realizadas de 40 exiliados/as, que se encuentran en diferentes países del mundo y cuyos testimonios fueron estudiados por la Unidad de Registro (UDR), Unidad de Defensa Jurídica (UDJ), Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN), Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más y la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos (IM-Defensoras), quienes contaron con el apoyo y la coordinación de American Jewish World Service (AJWS).
De 40 entrevistas aplicadas aproximadamente, al menos 13 debieron huir de la represión con menores de edad “los niños y las niñas, al igual que las personas adultas, vivieron el contexto de represión y la persecución política en Nicaragua, e incluso el asedio y la vigilancia en contra de sus padres o familias".
Agrega "El terror instaurado en la vida social también ha tenido consecuencias para ellos y ellas, las cuales se expresan a través de síntomas de Estrés Postraumático al estar expuestos a estímulos asociados a dichos eventos, como la presencia de policías o de motos”, se lee en el documento.
Una exiliada anónima comentó sobre el trauma que vivió su hija cuando llegó a Costa Rica y vio a la policía. “Ella los vio y me dijo Mamá, nos encontraron aquí”, y se me orinó. La niña empezó a tenerle un terror absoluto a las motos. Mi cuñado tiene una moto y cuando llegaba a casa de mi mamá, la niña salía corriendo, salía a abrazar a la mamá o salía a abrazarme a mí porque decía que era policía y que los policías en Nicaragua eran malos”, relató.
Según el informe, la experiencia de migración, en algunos casos irregular, también representa un momento de miedo e incertidumbre, seguida de condiciones de precariedad en el país de llegada.
“Prácticamente una vez casi dormimos en la calle. Yo siempre dije que, si yo hubiese venido solo, a mí no me importaría dormir en la calle, dormir en el piso, dormir donde sea. La cosa es los niños, no solo mis dos hijos, sino también mis dos sobrinos. Eran pequeños para pasar todo eso. La travesía del tráiler, 23 horas de pie, con 150 o 200 personas, todas amarradas”, comparte una exiliada la horrible experiencia de exponer la seguridad de sus niños.
En el análisis de datos e historias recopiladas, concluyen que para las niñas y los niños, el exilio representa pérdidas no sólo en términos de sus vínculos y su entorno, o la separación de la familia extensa, “también en cuanto a la capacidad de las personas adultas de referencia para garantizar y transmitir seguridad. También enfrentan la dificultad de adaptarse al nuevo contexto y, en muchos casos, el racismo y la xenofobia”.
El informe "Nadie se va porque quiere", devela vivencias desgarradoras del impacto del exilio en los más pequeños.
“Desgraciadamente, las niñeces no siempre cuentan con espacios para expresar sus miedos, dolores o preocupaciones, pues las personas adultas que generalmente les darían contención se encuentran lidiando con sus propias pérdidas y con la angustia de resolver las necesidades básicas de la familia”, se lee en el documento.
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El informe, que pretende ser una de las evidencias presentadas ante la justicia internacional, también, se refiere a los esfuerzos que hacen las víctimas de todas las edades para reconstruirse.
“Estamos obligados a reconstruirnos de a pedacitos en otro lado y volver a plantar los cimientos de lo que queremos ser y volver a crecer desde otro lado”, dice una de las entrevistadas.
Las personas entrevistadas para el presente informe, hicieron uso de diferentes herramientas para el afrontamiento del “destacan las redes de apoyo ya existentes y la construcción de un tejido social solidario en los países de acogida con otras personas exiliadas y con otras personas solidarias en el país”, comentan.
Según el documento, algunas personas entrevistadas encontraron nuevos colectivos u organizaciones de defensa de derechos humanos y aquellos ya existentes.
“El tejido social conformado en Nicaragua durante décadas por las organizaciones de la sociedad civil y feministas, a pesar de haber sido golpeado por las políticas represivas del Estado, como la cancelación de la personería jurídica y la persecución a sus integrantes, ha logrado sostener redes de apoyo para las personas en el exilio. Además, en los países de acogida se han conformado nuevos tejidos de apoyo y solidaridad, que no solamente brindan soporte emocional frente a la soledad y las pérdidas que implica el exilio, sino apoyo práctico para enfrentar los distintos desafíos que implica el exilio”, reza el informe.