Despacho 505:Discriminación, el “pecado” de enfermar o morir por coronavirus
A las 4:00 p.m. del viernes 22 de mayo murió “Fernando” en su casa en la ciudad de Managua. A sus padecimientos de hipertensión y diabetes, se le sumaron tos seca, pérdida del gusto y cansancio. El hombre de 55 años pasó siete días luchando contra aparentes síntomas de coronavirus hasta que sus pulmones no dieron más; sin embargo, su familia acordó anunciar que un cáncer terminó con él.
“Nosotros no queremos que la gente sepa que mi papá murió de coronavirus, la gente sospecha y nos mira raro, como si no entienden que esto está ocurriendo en todo el mundo”, lamenta la hija de Fernando.
Tras registrarse la muerte, llamaron a los familiares más cercanos e impidieron el ingreso de vecinos a la vivienda con el argumento de que el Ministerio de Salud (Minsa) ha prohibido las velas. Dos horas después el cuerpo fue enterrado en un cementerio privado.
“Hicimos todo muy rápido y nos fuimos de la casa. Recibimos llamadas de personas preguntando si es verdad que mi padre murió de coronavirus”, cuenta su hija.
Fernando vivía con su esposa, una señora de 58 años, que pudo vencer al virus. Sus hijas decidieron trasladarla a otra vivienda en otro barrio de Managua porque en la pulpería de la calle, incluso, le han negado la venta de alimentos. “Uno más bien debería alegrarse cuando escucha historias de personas que sobreviven, pero ocurre lo contrario”, se queja la familiar.
MI PECADO FUE CONTAR QUE TENÍA COVID-19
En otro punto de Managua, a la joven estilista Flor los vecinos la ven como una “apestada” por haberse contagiado de coronavirus. Su pecado, dice, es haberlo contado. Ahora a su pequeño salón ya no llegan clientes y ha escuchado a quienes recomiendan “no asistir porque los pueden contaminar”.
Pero que no lleguen clientes a su salón importa poco. El estigma está dañando sicológicamente a su hijo de 15 años: “Mi hijo está sano, no ha sido infectado, pero la gente lo ve como un bicho raro, como un foco de contagio, lo ven en la calle y (los vecinos) ya llaman a sus hijos para que no jueguen con el mío”.
Lo cuenta al otro lado del teléfono en un tono desesperado y casi al borde del llanto.
Epidemiólogos consultados por Despacho 505 y una amplia bibliografía médica dan cuenta que los pacientes recuperados ya no representan un peligro de contagio para otros.
DESPUÉS DEL VIRUS, EL ESTIGMA
La Organización Mundial de la Salud (OMS) a finales de febrero advirtió que el estigma podía hacer que las personas ocultaran la enfermedad para evitar la discriminación. Flor intentó hacer eso.
“Yo ya viví lo duro de afrontar el coronavirus y hoy enfrento discriminación. Yo no quise infectarme, luché fuerte por mi hijo, cuidé a mi hijo”, cuenta, a 10 días de haber sido dada de alta del hospital Antonio Lenín Fonseca.
“Esteban” estuvo en cuarentena entre el 15 de abril y el 2 de mayo tras contagiarse de coronavirus. Su papá, que murió de virus lo contagió y luego él a sus dos hermanos y a su madre. El fallecimiento trascendió a los medios de comunicación por lo que empezaron a sufrir discriminación.
Al segundo día de la muerte de su padre, su mamá vio cómo vecinos echaban baldes con agua y cloro al muro perimetral que divide las propiedades del residencial.
“Mi mamá estaba sana, yo me contagié después y luego ella y mis hermanos, pero los vecinos la empezaron a tratar como una leprosa”, relata.
Esteban ha recibido mensajes de amigos que le han pedido que no llegue a la localidad de donde es oriundo. La consideran foco de contagio y le advierten que podría poner en riesgo la vida de otras personas.
“Yo me siento triste, es tan doloroso que tu padre muera y no poder llorarlo ni verlo, irte de tu casa, enfermarse de coronavirus, y encima sufrir el estigma. Ni un abrazo podés recibir de tus amigos”, expresa acongojado el joven.
Esteban se mudó a otra ciudad con su familia. Ahora están recuperados, pero no piensan volver a casa.
Con información https://www.despacho505.com/