Monseñor Báez: “la Iglesia no puede ser insípida” ni debe haber indiferencia que imponga una normalidad forzada por las armas

Este domingo, monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, dijo en su homilía que la iglesia es la sal que da sabor a la vida y que protege de la corrupción a la sociedad, asimismo, asegura que esta institución debe evitar que el pueblo calle ante la injusticia y no debe ser insípida.

En su reflexión del evangelio que asegura que el cristiano es sal y luz para el mundo, monseñor Báez afirma que “los cristianos, la Iglesia, somos la sal que da sabor a la vida y preserva de la corrupción en la sociedad. La Iglesia debe preservar y cuidar a la gente evitando que el pueblo se vuelva miedoso, pesimista ante la adversidad y pasivo ante la injusticia”.

Además, insiste en que la Iglesia no puede ser “insípida” y asegura que los cristianos se vuelven insípidos cuando dejan que el miedo les haga vivir de espaldas a la realidad, “si callamos la verdad en una sociedad dominada por la mentira, si permitimos que el pesimismo vaya carcomiendo la esperanza del pueblo. Nos volvemos insípidos si permitimos que las ideologías prevalezcan sobre nuestra fe y si colaboramos con nuestra indiferencia para que se siga imponiendo una normalidad forzada impuesta por las armas y el miedo”.

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En cambio, asegura, “los cristianos nos volvemos  sal de la tierra en la sociedad cuando nos liberamos del miedo, optamos por la honestidad y renunciamos a la complicidad con los corruptos”.

También habla de mantenerse libres frente a los ídolos del poder o del dinero, que corrompen y producen marginación. Somos “sal de la tierra” cuando no nos cansamos de ser solidarios con quienes son víctimas del poder injusto y no dejamos de elevar nuestra voz por ellos, prosigue.

“En una sociedad dominada por el canibalismo, la irracionalidad violenta y la crueldad del poder, somos sal de la tierra cuando somos auténticos e incorruptibles, cuando introducimos compasión y bondad, cuando lloramos con quien llora, sembramos esperanza y somos factores de unidad y no de desintegración”.

Llamados a ser luz

Por otro lado, el obispo dijo que Jesús invita a ser reflejo de su luz a través de las buenas obras.

“Iluminamos el mundo cuando vivimos según el espíritu de las bienaventuranzas: cuando vivimos sin pretensiones de grandeza ni ambiciones de poder o de dinero, cuando tenemos un corazón sencillo que es incapaz de agredir o de ofender, cuando buscamos siempre la armonía y la paz, cuando somos compasivos y sabemos perdonar y ayudar a los demás. Entonces nos volvemos luz del mundo”, insiste.

En el aspecto social, considera que hay tinieblas densas y dolorosas que deben iluminar, como la “tiniebla del miedo, que a muchos paraliza y los vuelve cómplices callados de la injusticia, debemos iluminar con la luz de la confianza en Dios, en la verdad y en la justicia. La tiniebla del egoísmo, de quienes piensan solo en sus intereses o viven indiferentes ante el dolor de los demás, hay que iluminar con la solidaridad, la caridad y el servicio humilde. La tiniebla de la mentira, de quienes la usan como arma para dominar y engañar, hay que iluminar con el anuncio humilde de la verdad y la valiente denuncia de las falsedades de los poderosos”.

También llama a iluminar la tiniebla del pesimismo, que inevitablemente llega cuando después de luchar tanto tiempo no se consiguen los frutos esperados, “hay que iluminarla cultivando un espíritu propositivo y sembrando esperanza en los corazones. La tiniebla de la división, que tanto daño hace para no lograr los necesarios cambios sociales, hay que iluminar con nuestra capacidad de escucha, con la renuncia a los propios intereses y fomentando la dinámica del diálogo y la búsqueda del bien común”.