Rostros de abril: las vidas que en 2018 fueron marcadas con la huella de la dictadura
Madres, profesionales, tías que buscan justicia, todas viven en el exilio, añorando su país y llorando por los suyos, solo por protestar cívicamente
Madres, mujeres profesionales, jóvenes estudiantes, trabajadores, todos dejaron sus casas aquel 18 de abril de 2018 y se sumaron a una lucha, a un ideal para defender a los jubilados a quienes Daniel Ortega quería despojar de un porcentaje de su ya pírrica pensión.
La única bandera que enarbolaron era la azul y blanco, mientras sus armas eran las pancartas. Muchos encontraron la muerte, otros la cárcel y cientos se convirtieron en blanco de asedio. Cinco años después, en muchos de ellos queda la herida de haber perdido un hijo y no encontrar justicia, en otros la añoranza de no poder volver a su patria, mientras otros tantos dejaron de ser profesionales para trabajar en cualquier oficio y sobrevivir lejos de su país.
Hoy presentamos los rostros de algunas mujeres cuya vida dio un vuelco inesperado hace 5 años. Todas comparten la huella de la dictadura y el anhelo de ver justicia.
Josefa Meza perdió a su hijo, un estudiante universitario
Madre y mujer profesional. En abril de 2018, sin ella darse cuenta, empezó a caminar hacia un destino doloroso.
Su hijo, Jonathan Eduardo Morazán Meza, estudiante de Diseño Gráfico, empezó a participar en las protestas cívicas. Primero era porque el gobierno estaba afectando a los jubilados, pero luego se empezó a protestar por la violencia estatal y paraestatal.
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Cinco años han pasado desde que esta madre vio cómo otros jóvenes trataban de auxiliar a su hijo, herido por las balas del dictador. Fue imposible salvarlo. A cinco años de su pérdida, el dolor sigue ahí, y se acrecienta porque no ha habido justicia.
“Toda mi vida he trabajado. Estaba trabajando al momento de que nosotros participábamos en las marchas pacíficas. Desde que asesinaron a mi hijo yo retomé la lucha para poder encontrar justicia, ante un estado que asesinó a tantos jóvenes”, asegura la señora que se integró a la Asociación Madres de Abril (AMA) y junto a otras madres demanda justicia.
Ella junto a otras madres viajó hasta Ginebra para denunciar que la dictadura en Nicaragua estaba cometiendo crímenes de lesa humanidad, sin embargo, quedaron atrapadas por la pandemia de Covid-19.
“En ese momento nos agarró la pandemia pues en ese instante ya nosotros no pudimos regresar y cuando quisimos regresar ya nos cerraron las puertas, ya fue imposible el retorno. Tuvimos que quedarnos exiliadas”, comparte la señora Meza.
Al dolor de perder a su hijo tuvo que sumar el de perder a su patria, sin embargo, tomó el reto y comparte que está estudiando idiomas para poder integrarse en su nueva realidad y asegura que dentro de todo lo malo la gran noticia es que “por lo menos estamos preservando la vida”.
“En esta lucha demandamos justicia, porque como madre nunca voy a descansar hasta que se pueda lograr justicia en Nicaragua. En estos momentos veo más represión en Nicaragua, cada vez se cierran los espacios posibles que habían. Hay mucha criminalización y está más difícil el poder expresar tus ideas de que no está de acuerdo con el sistema dictatorial de ese país”, señala.
A pesar del dolor, “nosotros tenemos ese coraje de poder alcanzar la justicia. Asesinaron a nuestros hijos, callaron las voces de nuestros hijos por querer una patria democrática, libre, entonces eso nos motiva a nosotros en medio del dolor a alzar las voces para exigir justicia. No nos vamos a rendir como madre”, insistió.
“Seguimos en una lucha contra este régimen que no quiere dejar el poder, que cada vez es más sangriento, más sanguinario y más represivo, cada vez hay más violaciones a los derechos humanos, a los derechos ciudadanos”, concluyó Meza.
Una maestra de la Agraria que se sumó a sus estudiantes
Claudia Espinal conoce de cerca el mal sabor del exilio. Tuvo que empacar sus maletas y sacar a su pequeña hija de su entorno social y familiar para huir hacia Europa. Su delito: apoyar a sus estudiantes de la Universidad Agraria y de la UPOLI que protestaban contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Claudia no puede evitar el llanto cuando recuerda la llamada de uno de sus estudiantes que le decía, con el miedo a flor de piel: “profe, nos están matando”. Ella recuerda cómo de fondo escuchaba el ir y venir de las balas, mientras sus estudiantes corrían y gritaban con desesperación.
Cuando los estudiantes de la Agraria se levantaron ella estaba en su casa, pero por la tarde acudió y vio cómo muchos de sus alumnos estaban en la lucha, pese a la bota represora de UNEN.
Ella también impartía clases en la UPOLI y su activismo lo hizo desde redes sociales, recogía comida, medicamentos y agua para llevar en su carro a cada una de las universidades.
Fue detectada en redes sociales y así inició a convertirse en blanco del acecho de la dictadura, hasta que se fue al exilio.
Hoy, anhela el olor a su tierra, el sabor de su comida y el calor del hogar, pero sabe que no hay garantías institucionales para volver.
Hermana de Alvarito Conrado
Rosa Conrado era una pequeña de unos 12 años cuando vio en redes sociales el asesinato de su hermano y ejemplo, Alvarito Conrado. Así que a su corta edad conoció el dolor de la pérdida y desde entonces, junto a su madre, busca justicia.
Su promoción de bachillerato se la dedicó a su hermano y se hizo una sesión fotográfica con una imagen de él y al lado de su papá, sin imaginar que meses después él también partiría.
“Ya son 5 años, como usted dijo, pero el dolor sigue siendo el mismo. Es como el primer día que sucedió, desde que nos dieron la noticia fue un dolor demasiado grande porque era mi hermano, yo crecí con él, duele hasta el alma”, dijo la jovencita Rosa Conrado.
“La verdad es que yo a Álvaro y a mi papá le debo demasiado, por ellos he logrado, porque ellos fueron los que siempre me han apoyado. El trabajo de mi papá era dejarnos a nosotros preparados, eso lo deseaba como todo padre, y como le arrebataron a Álvaro estaba dando todo por mí y lo dio hasta sus últimos días”, resaltó.
Ella, en memoria de ellos, se está preparando, estudia alemán está reforzando su inglés y “la verdad es que para mí es muy importante todo eso porque te abre unas puertas excelentes donde sea que estés los idiomas son importantísimos en cualquier lado del mundo”.
Tía de Brandon Lovo dejó a sus hijos pequeños por “vandálica”
María Soledad se sumó a las protestas contra el gobierno desde Carazo. Ella dice que “al principio fue como todos, asistiendo a la primera marcha en Jinotepe, luego de lo que había pasado con los adultos mayores y así seguí yendo a las marchas que se organizaron en Diriamba y Jinotepe”.
Sin embargo, luego la lucha se volvió personal, pues a su sobrino, Brandon Lovo, lo acusaron del asesinato del periodista Ángel Gahona.
“Después se dio lo de mi sobrino y ya la lucha empezó a ser personal y fue un cambio radical, mi día a día se dividía entre tranques, puestos médicos y el proceso judicial en contra de mi sobrino”, dijo la joven que se desempeñaba como maestra.
“Y ya luego del plan limpieza me tocó salir de mi país para proteger mi vida y en contra de mi voluntad tuve que dejar a mis hijos y a mi familia y emigrar a un país desconocido”, relata quien tuvo que pasar muchas dificultades en Costa Rica, adonde llegó sin conocidos ni dinero.
“Creo que fue un costo muy alto el que me tocó pagar, tener que dejar mi hogar, mi ciudad, mi país por el simple hecho de hacer lo correcto en base a mis valores y principios”, argumenta.
Madre de Alvarito Conrado
Al igual que doña Josefa Meza, doña Lizeth Dávila, la madre de Alvarito Conrado, también llegó a Ginebra a pedir justicia por el asesinato de su pequeño hijo y ahí quedó atrapada por la pandemia, en un país en donde desde el clima es opuesto a Nicaragua.
Sin embargo, afirma que más allá del Covid-19, “se agudizaron las amenazas contra mi persona en Nicaragua y tomé la decisión de solicitar protección internacional, pues tristemente me tocó quedarme aquí y bueno tratando de sobrevivir, ahora, pues gracias a Dios con mis hijos aquí y tratando de comenzar nuevamente, sin perder la línea de la búsqueda de la justicia por el asesinato de Alvarito”.
“Como madre, soy la voz de mi hijo, al que quisieron callar, pero pues se dieron cuenta de que una madre no se calla y siempre en cada espacio donde pueda yo buscaré justicia, solicitaré la justicia que tanto anhelamos. Lo vamos a hacer, así es que considero de que es importante siempre solicitar el apoyo de organismos internacionales y de países también que nos puedan colaborar en la búsqueda en la ruta de la justicia como madres”, resaltó.
Ella trabaja en lo que le sale, pues tiene que sustentar a sus dos hijos, quienes están estudiando, al igual que ella, que debe aprender alemán para poder integrarse laboralmente.
Su vida desde 2018 cambió con el duro golpe de perder a su hijo y por demandar justicia por ese asesinato ahora vive lejos de su país.
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