CENIDH reitera demanda de libertad para Monseñor Rolando Álvarez, al cumplirse un mes de visita familiar
Monseñor Rolando Álvarez, Obispo de la Diócesis de Matagalpa y preso político de la dictadura de Daniel Ortega cumple este martes un mes de haber recibido visita familiar en el Sistema Penitenciario Nacional Jorge Navarro, en el municipio de Tipitapa.
“¿Qué ha pasado desde entonces?”, cuestionó el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) en su cuenta de Twitter.
El organismo defensor de derechos humanos publicó un video en donde aparecen una serie de fotografías y videos tomados por periodistas del régimen durante la visita realizada al purpurado, quien fue condenado a 26 años y cuatro meses de prisión por los supuestos delitos de traición a la patria y propagación de noticias falsas.
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“¿Sirvió esa visita para cambiar las condiciones inhumanas de un encarcelamiento injusto?. Demandamos ver en libertad ya”, se lee en el video difundido por el Cenidh.
Durante la visita familiar, Monseñor Rolando Álvarez lucía pálido por la falta de sol y con delgadez, producto de la mala alimentación en el Sistema Penitenciario.
Al momento que fue visitado por sus hermanos, Monseñor Álvarez apareció en una oficina donde había una mesa con abundante comida, facilitada por el Sistema Penitenciario para la visita familiar, tras más de 40 días de incomunicación del purpurado.
Desde que fue condenado el pasado nueve de febrero, al negarse a subir al avión donde sería desterrado a Estados Unidos, junto a 222 presos políticos, a quienes el régimen despojó de la nacionalidad, el obispo de Matagalpa no había recibido visitas, ni su familia sabía de su paradero, por lo que organismos de derechos humanos consideraron que el purpurado se encontraba “desaparecido”.
Antes de ser trasladado al Sistema Penitenciario, Monseñor Rolando Álvarez estuvo detenido en casa de sus padres, en el municipio de Ticuantepe y el nueve de febrero, fue trasladado a las celdas del penal.
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La condena de Monseñor Rolando llega en momentos en que la dictadura de Daniel Ortega mantiene una férrea persecución contra la Iglesia Católica, a tal punto de prohibir las procesiones y llamar a los obispos “hijos del demonio” y “diabólicos”.