Exceso de vigilancia policial y parapolicial en inicio de Semana Santa en Nicaragua
El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo continúa su escalada represiva contra la Iglesia Católica de Nicaragua. Este fin de semana, se desplegaron más de 4 mil agentes policiales para vigilar y asediar a los feligreses que asistieron a las misas dominicales en todo el país, según denunció desde su exilio la abogada e investigadora nicaragüense Martha Patricia Molina.
“Domingo de Ramos con presencia policías y paramilitares a lo interno y externo de las parroquias. Tomaban fotos y videos a los laicos. Un domingo bajo extremo asedio”, expresó Molina a través de su cuenta de X.
En una de las fotografías que circuló este domingo se puede observar en primer plano a sacerdotes, seguido de feligreses y de fondo oficiales uniformados y personal de civil.
En distintas ocasiones, los agentes y paramilitares han sido señalados de también fotografiary grabar a los feligreses que asistían a la misa, generando entre los presentes un ambiente de intimidación y zozobra.
Por su parte, Silvio José Báez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua señaló que las estructuras de poder corruptas, como Judas, saquean la sociedad y aumentan la miseria traicionando la confianza del pueblo, palabras que resuenan en la actualidad especialmente en Semana Santa.
“´Judas esto no lo decía porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón” (Jn 12,6). Como Judas, muchas estructuras de poder en manos de delincuentes saquean nuestros países y, en lugar de interesarse por los pobres, aumentan la miseria de nuestras sociedades’”.
Esta misma apreciación la comparte el sacerdote nicaragüense Edwin Román.
En este sentido, considera que al igual que Judas, estos "ladrones de poder" no se preocupan por los pobres.
“Los regímenes que tienen una agenda oculta e interesada, son incapaces de utilizar el dinero para el compromiso con los pobres. Son los Judas que han empobrecido a nuestros países”, señala Román.
Las relaciones entre el régimen de Daniel Ortega y la Iglesia católica de Nicaragua viven momentos de gran tensión, caracterizadas por la expulsión y encarcelamiento de sacerdotes, la prohibición de actividades religiosas y la suspensión de las relaciones diplomáticas entre ambas partes.