Oscar René Vargas: La salida del régimen Ortega-Murillo: la implosión o la “sorpresa de octubre”
Estamos ante otro fallo masivo y colosal del régimen Ortega-Murillo en su manejo de la crisis sanitaria. La devastación infligida por el coronavirus tendrá unas consecuencias tan drásticas como la revolución de 1979 o la rebelión de abril de 2018. El coronavirus es un parteaguas de la política nacional y abre una nueva coyuntura. La crisis sociopolítica de abril 2018 fue un evento que puso en máxima tensión todos los recursos y fuerzas del país. Esto quiere decir que la organización política, el desarrollo institucional, la coherencia ideológica del régimen, la fortaleza económica y el respaldo del pueblo al poder autoritario, que son factores vitales para su funcionamiento, entraron en crisis.
Descartada, por el momento, las grandes movilizaciones sociales similares a las realizadas a partir de abril 2018 para provocar la implosión interna del régimen que facilitara la caída de la dictadura. A partir de entonces, la configuración de La creciente fragilidad sociopolítica del régimen, que se ha ido creando durante los últimos años, se ha exacerbado de modo brutal con la crisis sanitaria del coronavirus, el deterioro social (pobreza, desempleo, hambre) y la profundización de la recesión económica, lo que alienta el cuestionamiento de la dictadura.
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Por ejemplo, los precios de los principales productos de exportación de Nicaragua o commodities siguen en niveles inferiores a los registrados al cierre del año 2019. El azúcar cayó de US$ 16 dólares por quintal en febrero a US$ 10 en este mes de mayo. El café se cotizaba en US$ 127 dólares por quintal en diciembre pasado y pasó a US$ 110 dólares en este mes. La carne de bovino tenía un precio por kilogramo de US$ 3.5 dólares aproximadamente al cierre de diciembre y hoy se cotiza está en US$ 2.50 dólares en este mes de mayo 2020.
FUNIDES ha empeorado su pronóstico económico para este año, al pasar de menos 6 por ciento a menos 10 por ciento su estimación de la caída del producto interno bruto. En la historia política se presentan hechos imponderables o circunstancia imprevisible de que sucede de manera inesperada cuyas consecuencias alteran los acontecimientos y cuyas consecuencias no se pueden estimarse, a priori, por su influencia en los diferentes escenarios políticos del país, por lo tanto, es necesario una nueva valoración de todos los acontecimientos.
El régimen ha manejado muy mal la pandemia del coronavirus, un desastre caótico absoluto, por no haber tomado las medidas precautorias teniendo en consideración más la economía que a la salud pública. El coronavirus desnudó la miseria del sistema hospitalario y la incompetencia del régimen. El daño provocado por la pandemia tiende a crecer. La ocupación informal va a aumentar, el empleo formal se contraerá fuertemente, igual que las inversiones.
La crisis sanitaria tiene el rostro de la pobreza y está profundizando la crisis social como consecuencia del problema de salud. La desesperación por conseguir alimentos hará que se presenten protestas y, posiblemente, saqueos. El hambre puede lanzar a centenares de personas a las calles para protestar por el incremento del nivel de insuficiencia alimentaria. Eso es lo que puede pasar cuando el coronavirus se expanda totalmente, entre finales de mayo y comienzos de junio.
El régimen no está ayudando a la población que sufre hambre, mientras siguen cobrando la luz, el agua, mientras mucha gente tiene que comprar el gas y pagar renta, y con qué, si nadie puede trabajar. El problema es la ausencia de un Estado que no se preocupa por su pueblo. Hay un manejo caótico de la crisis sanitaria.
Las cifras que entrega el Ministerio de Salud esconden una realidad que se enfrenta en el territorio nacional. La pandemia está azotando con mayor fuerza a la población vulnerable y que ello implica que hay más contagios y mayor letalidad, ahí donde se ha segregado a los más vulnerables. Para la prensa internacional los “entierros exprés” ponen en duda las cifras oficiales del coronavirus en Nicaragua.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) instó al régimen Ortega-Murillo a que implemente de manera urgente medidas para contener la pandemia del coronavirus, que hasta ahora ha minimizado su impacto. Las cifras oficiales proporcionadas se hacen cada vez más difíciles de creer y defender porque crece la cantidad de nicaragüenses que aseguran tener familiares o fallecidos por coronavirus. He contemplado los posibles escenarios sociopolíticos que surgen a partir de la profundización de las cinco crisis (sanitaria, económica, regional, internacional y sociopolítica). Para construir los escenarios he tomado en cuenta mis análisis anteriores: Nicaragua: dos años después de la rebelión de abril 2018 / 18 de abril de 2020. ¿Una implosión social será el final del régimen Ortega-Murillo? / 04 de mayo de 2020. Trump, el coronavirus y la “sorpresa de octubre” / 14 de mayo de 2020. La sanción al jefe del Ejército y el mensaje de la Conferencia Episcopal de Nicaragua / 24 de mayo de 2020. El desarrollo de los escenarios posibles puede verse afectado por factores difícilmente previsibles derivados de la gran incertidumbre sobre el comportamiento de la cinco crisis.
El primer escenario es una salida por las buenas a través de “la salida en frío” o la “salida al suave”. Este escenario ha sido puesto en el tapete de las negociaciones desde mayo 2018 por los asesores del gran capital; sin embargo, no fueron capaces de medir las consecuencias negativas de la permanencia de Ortega-Murillo en el poder. Por lo tanto, el desacoplamiento del gran capital con los intereses económicos de la nueva clase, surgida al amparo del régimen, ha sido lento producto del entrelazamiento de sus intereses. El régimen y el gran capital son como las dos orillas del mismo camino, es verdad que no son los mismos, porque no son iguales. Sin embargo, el ala capitalista del régimen predominante en la cúpula del poder comparte la misma lógica del capital y el gran capital se aprovecha del régimen autoritario para enriquecerse. Normalmente, la gente no percibe el manejo oscuro del poder.
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De esa relación de concubinato político y económico siempre quedan lastres y compromisos, y superarlos completamente no ha sido posible para sectores importantes del gran capital. Lo que nos demuestra que ninguna transición al suave con el orteguismo puede desembocar hacia una transición democrática. Pedir democracia dentro de los cánones o reglas del régimen Ortega-Murillo es como pedirle a un tigre que se haga vegetariano. El objetivo de la “salida al suave” es convertirnos a todos en zombies sociales. Los zombies son muertos sociales y/o laborales considerados, por el gobierno, como súbditos del caudillo que ocupa el poder ejecutivo. En esa lógica los zombies sociales nacieron para callar y obedecer y no para discurrir, ni opinar en los asuntos del gobierno y poder conservar la cultura patrimonialista estatal de raíz colonial.
La cúpula política de los poderes fácticos o propietarios del capital, a pesar de la orfandad política parcial en que los mantiene la nueva coyuntura del coronavirus, están trabajando rápido con la convicción de que lo decidido desde mayo 2018, la estrategia de la “salida al suave”, no sea revertido por la combinación de las cinco crisis (sanitaria, económica, regional, internacional y sociopolítica). El régimen y el gran capital tiene dos estilos para alcanzar el mismo objetivo de ablandar a los opositores reales; unos desde la lisonja y prebendas, otros desde la represión frontal. Si la Coalición Nacional cede en el tema de las elecciones, jugará sus últimas cartas y cambiará su destino. En este escenario no habrá reformas creíbles y no se resolverá la crisis sociopolítica. Tarde o temprano ello nos llevará a otra crisis más profunda ya que se ahondaría la pobreza, la recesión económica y la crisis sociopolítica.
La pandemia no es pretexto para que los movimientos sociales con organización y demandas legítimas permanezcan en cuarentena política, mientras el régimen y las cúpulas de los poderes fácticos discuten temas políticos centrales para el destino del país; por ejemplo, las elecciones de 2021. En política hay que salir a ganar. Las organizaciones son instrumentos no reliquias ni fortalezas. Hay que combatir la idiotez que dice que fuera de las elecciones sólo está el abismo. A los movimientos sociales (estudiantes, campesinos, ciudadanos autoconvocados, mujeres, etcétera) nadie les abrirá las puertas si no lo hacen por sí mismos. Hablo de las clases populares, organizaciones sociales y partidos políticos que consideran legítimos y vigentes los propósitos de las demandas básicas de la rebelión de abril 2018; pero aún más allá, quienes piensan en salvar las demandas originales, ese espacio por ahora ambiguo, donde a pesar de todo se resguardan reivindicaciones de abril, mayo, junio y julio de 2018.
El problema reside en cómo hacer que esa porción mayoritaria de la sociedad tenga el papel principal en la discusión de la salida de la dictadura. Hay varias tareas inconclusas en las demandas de abril 2018, de obvia visualización, ligadas a los canales de comunicación entre el gran capital y la dictadura. Por ejemplo, el incumplimiento de los acuerdos de marzo de 2019 o la congelación de las demandas como la justicia para los asesinados y heridos. Hasta el momento muchos miembros la oposición formal se han comportado como demócratas de estampilla y va siempre detrás del gran capital o de los partidos políticos zancudos.
El segundo escenario de una transición por la vía del diálogo, el pacto político o por elecciones transparente con o sin reformas electorales. La elección transparente no va a ocurrir, no existe esa posibilidad, no hay que darle más vueltas. Ese escenario solo se puede realizar a través de un pacto con los políticos tradicionales con el apoyo del gran capital. La experiencia debe servir de algo, las dictaduras no ceden el poder por las buenas. Ejemplo, el caso de Somoza. La lógica del “poder o la muerte” siguiendo el eje transversal de la política del régimen. Por su lado, como parte de su arsenal de su estrategia de “el poder o la muerte”, el régimen hace todo para que la pandemia se expanda. Ellos piensan que no importa lo que se haga, todos se van a contagiar de todas formas. El régimen nos quiere llevar al fondo del abismo para desarticular a los movimientos sociales y después aparecer como redentor y legitimarse para seguir en el poder.
El orteguismo filtra que realizará reformas electorales entre julio y octubre 2020 y cambiará magistrados en el Consejo Supremo Electoral (CSE). Lo comunica a través de Alfredo César, para que éste trabaje en una salida “negociada” con la finalidad de atraer a los que estén dispuestos sentarse a negociar con ese tipo de salida. Por supuesto que en este escenario César jugaría un papel protagónico al lograr atraer a esa mesa de negociación se sienten varios zancudos (viejos y nuevos).
No me extrañaría que este anuncio sea también un globo exploratorio con los “partidos políticos de la oposición representados en la Asamblea Nacional”, e incluso, que la jugada sea buscar de esa manera ayudar a los sectores de la Coalición Nacional favorables a unas elecciones a entrar a esa negociación. No hay que olvidar que el mundo de la política real tradicional es un mundo de engaños, de hipocresía calculada y cinismo sin límites. De falsa modestia y oculta prepotencia. Un verdadero teatro. Sin embargo, lo importante de este “anuncio” de César, es que confirma que el régimen está desesperado por una “salida en frío” a la crisis y hacerlo de esa manera tiene la finalidad de expresar que las cosas se harán conforme sus reglas, para hacer sentir que está fuerte, justo en el momento en que está más débil; por lo tanto, Ortega-Murillo lo que busca es sobrevivir.
Ortega necesita llegar a un acuerdo político, no con los pigmeos políticos de la falsa oposición que están en la Asamblea Nacional, sino con la Coalición Nacional, que es la fuerza política que tiene la representación mediática de los intereses de pueblo insurrecto, que aglutina las organizaciones representativas de la oposición no formal, y por tanto la interlocutora para alcanzar una solución a la crisis sociopolítica surgida tras el genocidio desatado desde abril de 2018.}
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Este acuerdo le conviene a Ortega-Murillo que se alcance antes de que implosione su régimen, producto de la maraña de contradicciones en que lo han metido las cinco crisis, o por el temor que Trump decida una acción en el contexto de la “sorpresa de octubre” o antes de que caiga Maduro. Esa es una táctica del régimen a la que están apostando. Ciertos asesores e ideólogos “demócratas”, el brazo pensante de los poderes fácticos, defienden abiertamente una alianza entre los “demócratas del gran capital”, representantes de los partidos tradicionales y el “ala reformadora de la burocracia”, con exclusión de los sectores duros del orteguismo-murillismo. Una tal alianza establecería “un régimen ejecutivo”, libre de control de los caprichos de la dictadura de Ortega-Murillo. Este proyecto se muestra realista para algunos sectores de la clase dominante, dado el naufragio cada vez más evidente del sistema autoritario.
El problema es que la crisis no se resuelve de esa forma, ¿quién está mejor situado entre los burócratas para beneficiarse de una implosión desde adentro? ¿Quién es el miembro de la nomenklatura convertido en portaestandarte del sector “democrático” de los poderes fácticos para establecer el puente perfecto para unir a todos los intereses de los grupos? Esa es la discusión que se desarrolla en la actualidad para analizar las posibles variantes de salida de la dictadura. La Coalición Nacional no ha sido capaz de reconciliarnos con una dimensión de ejercitar la política de manera diferente, no han entendido que la obligación de una organización política que quiere derrotar al régimen es hacer frente común con todos aquellos que trabajan por el mismo objetivo. De tú a tú, carente de altanería y soberbia, y con la clarividencia para anticipar las acciones del régimen por venir.
Ya no estamos solamente batallando contra la injusticia, la desigualdad y la corrupción, sino que luchamos por la vida misma. Tener razón no garantiza la victoria, hay que organizarse desde la base. Ejemplaridad, trabajo, observación y estudio serían los componentes de la receta que es necesario aplicar para vencer al régimen. Hay que sumar gentes de diferentes condiciones sobre la base de diez puntos mínimos para avanzar.
Mi temor es que la política tradicional pactista y electorera se coma a sectores de la Coalición Nacional. Nunca hay que dejar que la política tradicional se coma al espíritu de lucha del movimiento de abril, el régimen y la derecha tradicional no piensa, embiste y agrede. Un tercer escenario de salida de la dictadura pudiera ser a través de un quiebre de los altos mandos del Ejército, lo que no es descartable, pero muy poco probable, a mi criterio menos del 10 por ciento. La pregunta es si queremos o nos conviene un quiebre en el que la cúpula militar lidere la transición. ¿Cuál sería el beneficio de darse este escenario?
El 22 de mayo de 2020, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos sanciona al jefe del Ejército Sandinista, general Julio César Avilés por que “está alineado políticamente con el presidente Ortega, se negó a ordenar el desmantelamiento de las fuerzas paramilitares o `parapolíticas´ durante y después de los levantamientos políticos que comenzaron el 18 de abril de 2018”, cita el comunicado. Además, agrega que “los militares proporcionaron armas a la parapolicía que llevó a cabo actos de violencia contra el pueblo nicaragüense, que resultó en más de 300 muertes, actos de violencia significativos y abuso de los derechos humanos contra personas asociadas con las protestas”.
¿Qué hará el Ejército? ¿Cerrará filas el Ejército de Nicaragua con su jefe desde el 2010, Julio César Avilés?, o ¿protegerán sus millonarias inversiones en Estados Unidos? El general Avilés, que se declaró un “soldado de la patria” cuando rompió la tradición de sucesión de mando en el Ejército, apostó al continuismo, sometió al alto mando y a los soldados y se le cuadró a Daniel Ortega en su proyecto político de mantenerse en el poder a cualquier costo, y paga las consecuencias de su mal cálculo y ambiciones. El Consejo Militar del Ejército de Nicaragua, integrado por generales, coroneles y tenientes coroneles para un total de 39 miembros, debe estar ahora mismo analizando las consecuencias de esa sanción y decidiendo el rumbo que debe tomar ese barco, ya sea con su capitán sancionado, o con la renovación del alto mando militar que debieron de hacer en 2015.
La sanción norteamericana del 22 de mayo de 2020 al jefe del Ejército no se puede analizar de manera aislada. Esta sanción se produce cuando el régimen no ha podido controlar ni superar los efectos y consecuencias de las cinco crisis, al mismo tiempo, que tiene la derivación de acortar los tiempos políticos a todos los poderes fácticos para encontrar una salida del régimen Ortega-Murillo.
La sanción al jefe del Ejército que profundiza la crisis del régimen y cambia el escenario político nacional, ya que todos los poderes fácticos tienen que adecuar sus tácticas al nuevo escenario geopolítico y geoeconómico que puede acelerar la caída del régimen Ortega-Murillo.
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Las fuerzas políticas de oposición tienen que iniciar su unificación por la celeridad de los tiempos y ritmos políticos que impone la disyuntiva al Ejército. No pueden optar por el camino fácil: negociar un pacto con la dictadura, lo cual sería un craso error estratégico por no tomar en cuenta que el significado político de la sanción al jefe del Ejército que debilita aún más al ya desgastado régimen sumergido en las cinco crisis.
Con la sanción, la presión norteamericana contra el régimen Ortega-Murillo adquiere mayores niveles. Hay que estar claro que la sanción al jefe del Ejército, aliado al régimen, es un golpe directo a la gobernabilidad de Ortega-Murillo. Al mismo tiempo, obliga a la institución militar -a través del Consejo Militar- a tomar una decisión estratégica: ya sea adoptar una mayor autonomía relativa de la política del régimen para preservar la institución o hundirse junto con el régimen, como sucedió con la Guardia Nacional a la caída de Somoza en 1979.
Una variante de ese escenario creado por la sanción al jefe del Ejército sería con una sublevación interna dentro del Ejército, liderada por jóvenes militares, repudiando la política del régimen y favorables a la conformación de un gobierno democrático. ¿Tendría el suficiente poder de disuasión para mantener el orden mientras se estabiliza el país? ¿Podrán neutralizar a los paramilitares y grupos de choques y policías afines al régimen? ¿Cómo se conformarían una junta de gobierno con miembros de la sociedad civil?
En el momento en que el régimen se encuentra en las condiciones de mayor fragilidad desde abril 2018, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) publican dos días después de conocerse la sanción un mensaje, el 24 de mayo de 2020, en donde expresan lo siguiente: “Exhortamos a los gobernantes y a todos los sectores del país a abrirse a las alianzas y consensos para buscar y encontrar alternativas y soluciones conjuntas que nos eviten una mayor catástrofe humana”. Es decir, se declaran favorable a un nuevo diálogo con la dictadura sin pedir el cumplimiento de los acuerdos anteriores ni reparación ni justicia. ¿El mensaje de la CEN pide una pausa para evitar la caída de Ortega-Murillo?
Los Obispos de la CEN no comprenden que Ortega-Murillo quiere la flexibilización política de los movimientos sociales, sin pagar ningún costo político, para establecer un pacto con las fuerzas políticas tradicionales. Con el mensaje los Obispos demuestran que no comprende el cambio del escenario político con la sanción al jefe del Ejército ni sus repercusiones.
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El mensaje de los Obispos da la impresión de que parten de la misma geometría política, o sea del mismo esquema de la política tradicional, lo que favorece a Ortega. La estrategia de Ortega-Murillo es prolongar los tiempos políticos y retrasar cualquier concesión. Cualquier concesión que Ortega se vea obligado a hacer irá de más a lo menos posible. Su idea básica y única es: cómo preservar el poder a cualquier costo.
El cuarto escenario de la salida de la dictadura sería la implosión desde adentro. La crisis del coronavirus, al acelerar las contradicciones de la sociedad, redujo el lapso de los tiempos políticos, los acelera. Razón por la cual, el tiempo político del régimen se acortó, finalizó su validez y su legitimidad por su incapacidad de enfrentar correctamente la crisis sanitaria.
La implosión física o rotura de las paredes de un recipiente es producto que la presión interna es mayor que la externa. Eso sucede en las sociedades o en las instituciones; es decir, que la presión o crisis interna de una institución produce la implosión de dicha institución, implosión que puede generar una explosión social. La implementación de la estrategia sanitaria de la “inmunidad de rebaño” o “contagio colectivo” ante el coronavirus, significa que el régimen decidió que se contagie toda población sobreviviendo los más fuertes, que fallezcan los más vulnerables; también expresa la lógica de salvar la economía para mantener la ganancia al capital y la conservación del poder del dictador. Es decir, aplican la lógica malthusiana y darwinista social que postula que la población debe reducirse a través de la muerte de los menos aptos.
Se están desarrollando tendencias ineluctables hacia la implosión cuando la política de la inmunidad colectiva demostró ser errada para evitar que la curva de los contagios se hiciera exponencial e hiciera perder el control de parte del régimen. La crisis sanitaria del coronavirus está actuando como un motor que todo lo mueve acelerando el proceso de la implosión en desarrollo. El virus no distingue y mientras siga la política criminal de inmunidad colectiva, el coronavirus atacara con violencia exponencial. Cuando le toque de cerca a su base social o miembros de los diferentes círculos de poder es cuando se empezaran a fracturarse los pilares que los sostienen, será el comienzo de la implosión. Habrá más muertes que por la represión armada y serán generalizadas.
Mal presagio de los sucederá en las próximas dos a tres semanas cuando se incremente el número de contagiados y fallecidos por la epidemia del coronavirus, porque apenas estamos subiendo la curva de contagio, lo que se viene es mucho más grave. El seguir promocionando las aglomeraciones es llevar a la población a un abismo y fomentar la implosión del régimen. Ortega y Murillo no han tomado conciencia que el peor enemigo que tienen, no es un ejército enemigo que lo acosa, sino un ejército de serviles que le dicen lo que quieren oír; que todo va o está bien.
A Ortega-Murillo poco le importa lo que dice la ciencia y reiteran los médicos, que alertan sobre los riesgos de la expansión del virus a causa de la política de inmunización colectiva. El régimen Ortega-Murillo no ha hecho ningún movimiento para intentar coordinar acciones y hacer frente a la pandemia que no cesa de expandirse en el país. Es evidente que navega sin rumbo ni brújula. El régimen no tiene ni asco ni compasión por los que mueran, su preocupación central es preservar el poder. Esa es la lógica que aplica con la crisis sanitaria del coronavirus, ya que temen que perder el poder. Sin embargo, al propiciar el contagio colectivo se incrementará la debilidad del régimen cuando el número de fallecidos desborde la política de esconder a los muertos.
A la salida de los hospitales se parece, cada vez más, a un campo de batalla en el que salen muertos, lo controlan los paramilitares, arrebatan los teléfonos del personal médico y enfermeras, no le dan información a nadie, ni siquiera a los familiares de los infectados por el coronavirus y comienzan el camino de los entierros exprés.
A diario se ven saliendo las ambulancias rumbo a los cementerios de los diferentes departamentos a enterrar cadáveres en la oscuridad de la noche para ocultar a los fallecidos, el dictamen de los médicos, por orden ministerial, es de “neumonía atípica” queriendo engañar a la ciudadanía; todo por órdenes expresa de la pareja presidencial. La dictadura aprieta el control de los hospitales para esconder el número de fallecidos, pero pierde credibilidad nacional e internacional. La posible implosión de las instituciones del estado y del partido (desmoronamiento interno) avanza al galope.
El manejo del coronavirus de parte del régimen paso de la irresponsabilidad a la criminalidad al promover concentraciones masivas exponiendo a la población al contagio. Los familiares relatan: “una vez que te entregan el cadáver, una camioneta del Ministerio de Salud, una patrulla policial y 5 paramilitares en otra camioneta HILUX van detrás del féretro para asegurarse que van directamente al cementerio”.
Cada día el nivel de tensión no cesa de crecer y cada semana se hace más evidente y palpable que Nicaragua vive un ejemplo redondo y perfecto de ausencia de gobierno. Hay consistentes sospechas de acción criminal cometida por la pareja presidencial, pero la oposición formal no empuja, a nivel internacional, un proceso que lo señale como un gobierno ilegitimo.
Se piensa que los que están en el poder participan del “secreto” pues ellos sí conocen “los hilos del poder”, están enterados de lo que “realmente pasa” en el país y conocen los subterfugios (los recursos para sortear dificultades) por no decir los conjuros e instrumentos políticos adecuados para ocultar la realidad y el malestar social.
La conspiración política, la batalla política, es tan cruenta, que muchos personajes han sido eliminados del escenario de la política nacional. Ortega sigue en el poder porque ha sabido triturar al resto de personajes de la política nacional, sigue accionando los resortes del Estado a su favor, no siempre con buenos resultados, muchos errores.
Ortega convirtió a los empresarios en sus socios dependientes de sus favores, la mayor parte de la clase política claudicó o se vendió, surgió el zancudismo con más fuerza. Ortega compró, chantajeó, extorsionó y pervirtió todo un sistema. La calle es la clave. Ortega las perdió en abril 2018, la oposición real las debe recuperar.
Estamos en un momento en el que sectores del establishment ven amenazada su situación. También hay personas perjudicadas, hay daños colaterales, y algunas cabezas políticas y/o asesores pueden rodar. En equis plazo no sé quién va a sobrevivir de la primera línea de la política, quién va a quedar herido grave, leve o con respiración asistida.
Gane uno u otro es posible que el partido o movimiento quede con suficientes heridas como para que no puedan cicatrizar de un día para otro. Los poderes fácticos y el régimen tratan de adormecer a la población mientras prolongan el conflicto y en el ínterin se van enriqueciendo y prolongando el tiempo político del régimen. Mientras tanto, el distanciamiento de los partidos tradicionales de las inquietudes de los ciudadanos se ensancha.
Lo que me jode más es la gran diferencia entre las inquietudes de políticos tradicionales y los poderes fácticos, moviéndose y maquinando por el control de su parcela política, por un lado, y, por otro lado, las demandas e inquietudes de las clases populares que piden “que se vayan”. Es cada vez mayor.
Los poderes fácticos y la sociedad en general tienen que tener conciencia que el país no es igual, a pesar de la incertidumbre de la crisis del coronavirus, hay una certeza: ha fracasado el modelo sociopolítico basado en el consenso de la alianza capital y el régimen Ortega-Murillo. Es verdad, que, para el gran capital, el panorama para Nicaragua luce complicado, pero ningún escenario es mucho mejor con Ortega-Murillo permaneciendo en el poder un día más.
Cuesta mucho ver el final de la dictadura cuando seguimos viendo actuar a los paramilitares y la policía al transformarse en los actores de las caravanas de la muerte ejecutando los entierros exprés. Hay que estar claro que la implosión es un proceso en desarrollo, cuando llega a punto puede transformarse en explosión social. Lo que vengo sosteniendo es que la implosión es la que va posibilitar la explosión social y el final del régimen. Se presentará un proceso de ablandamiento en su base social, lo cual facilita la implosión. Es decir, la explosión desde adentro.
Tomando en cuenta las consecuencias económicas del coronavirus más dos años de recesión hacen al régimen ser sumamente endeble, sumado a que no puede continuar su política clientelar para asegurar su base social a través de prebendas. El régimen se encuentra en vía de colapsar, aunque el tiempo para su caída es indeterminado
En un ambiente caótico, de calamidad sanitaria sin solución a la vista, desastre económico y un proceso de implosión en desarrollo; todo indica que es casi imposible que Ortega-Murillo logre sobrevivir con su gobierno colapsado. Para desviar la atención de su pésimo manejo de la pandemia, Ortega pasa a la contraofensiva atacando a Costa Rica por el cierre de las fronteras.
Los norteamericanos temen una salida en caliente, le temen a una implosión repentina que permita una explosión social, el colapso del régimen. La sanción al jefe del Ejército tiene el objetivo de introducir una contradicción en los miembros del Consejo Militar, entre los que son favorable a mantener una dependencia con el régimen Ortega-Murillo y los que desean que la institución militar sea una mayor independencia de las políticas del gobierno de turno. En su estrategia de facilitar una salida en frío buscan debilitar a la cúpula del poder autoritario y preservar, al mismo tiempo, la institución militar como instrumento garante para evitar el desbordamiento social.
La implosión del régimen Ortega-Murillo puede, también, tomar la forma de una rebelión por arriba, dirigida por una coalición de burócratas, por grupos socialmente heterogéneos de las organizaciones sociales y políticos tradicionales, relegando al papel de ariete a los movimientos populares y a los ciudadanos autoconvocados democráticos. La soberbia del régimen Ortega-Murillo está llevándolo a cavar su propia tumba y no hay que arrebatarle la pala, esa debe ser la estrategia de facto que se debe de implementar para favorecer la implosión.
Hay que estar claro que la implosión no es igual a la explosión social de 2018, ni los actores serán los mismos, ni las circunstancias, ni la correlación de fuerzas, ni las estrategias. El colapso del régimen no tiene fecha predeterminada, es un proceso de implosión del régimen sigue en desarrollo.
El quinto escenario de transición sería por medio de una acción en el marco de la “sorpresa de octubre” que puede tener varias variantes; por ejemplo, una operación quirúrgica o mayores sanciones aprovechando el desprestigio del régimen a nivel regional e internacional.
Con más de 40.0 millones de desempleados y una economía en ruinas, hay cierta desesperación en la retórica de Trump, quien insiste en que todo esto sólo es una interrupción, y culpa de todo a los demás, incluidos Obama, la Organización Mundial de Salud, los chinos, Biden, Pelosi y todos los migrantes, para minimizar sus propias responsabilidades en la forma desastrosa en la que su gobierno ha enfrentado la pandemia.
La relección de un mandatario que ha gobernado sobre la muerte de más de 100 mil estadunidenses por el coronavirus y la peor crisis económica en 90 años no debería de ser nada fácil, y algunos temen que para lograrlo, Trump y su equipo tendrán que estar dispuestos a usar tácticas aún más extremas que las de 2016, incluyendo la intimidación, una polarización social más aguda y la supresión del voto; algunos están alertando de que incluso podría usar la “sorpresa de octubre” si no está confiado en ganar. La “sorpresa de octubre” consiste en una acción imprevista que utiliza el presidente que va perdiendo en las encuestas al inicio del mes de octubre previo a las elecciones de noviembre.
Sectores del Partido Republicano, Ted Cruz y Marco Rubio, presionan a Trump para que ejecute un golpe de timón, similar al que dio Reagan cuando invadió la diminuta isla de Grenada en 1983. Estados Unidos se puede aprovechar la caótica situación epidemiológica en Nicaragua, la profundización de las cinco crisis y el descontento social para ejecutar una operación para destituir al régimen Ortega-Murillo.
Estados Unidos, con demócratas o republicanos por igual, ha ido recuperando la política del Gran Caribe, “el mar Mediterráneo de Estados Unidos, donde nació históricamente el poder geopolítico de Estados Unidos. Las invasiones de Estados Unidos a Nicaragua no son nuevas. A partir de 1909, Nicaragua vive en una “jaula geopolítica” dependiente de los Estados Unidos.
El senador Marco Rubio, fue nombrado presidente interino del Comité de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos, por el líder de esa Cámara legislativa, Mitch McConnell. Rubio reemplazará al senador de Carolina del Norte Richard Burr, quien dimitió a su cargo luego de que agentes federales abrieran una investigación en su contra por presunto tráfico de información privilegiada para evitar pérdidas ante el desplome de la Bolsa, a causa del coronavirus. Rubio ahora tendrá acceso a algunos de los secretos de más alto nivel en el Congreso, será parte de un pequeño "equipo de ocho" que recibe la información más confidencial.
En este quinto escenario será crucial el papel de los Estados Unidos y la decisión de Trump de querer utilizar la “sorpresa de octubre” para tratar de asegurarse su reelección. Siempre cabe la posibilidad de que se ejecute una operación militar de precisión. ¿El Ejército tiene la capacidad de rechazar operaciones en el aire, en el mar y en el ciberespacio? ¿El Ejército se mantendrá cohesionado ante una operación quirúrgica? ¿Una operación quirúrgica provocará deserciones de soldados, de la policía y de los paramilitares? Mi impresión es que, ante una operación quirúrgica, el Ejército no opondría mayor resistencia con el objetivo de transformarse en garantes de una transición.
Para los Estados Unidos el inconveniente más fuerte de una remota acción militar radica en la acción tiene que ser rápida, con las menores bajas posibles y exitosa para que tenga una repercusión favorable a su favor en las elecciones norteamericanas, asegurando el voto más radical del voto latino de los estados de la Florida y Texas.
Quizás otra manera de hacer la “sorpresa de octubre” pueda ser la acusación contra Ortega venga por un decreto ejecutivo de Trump aplicando la Ley Magnitsky Act que posibilite la habilitación de los tribunales norteamericanos para conocer y juzgar crímenes graves contra los derechos humanos cometidos por Ortega-Murillo y sus acólitos en Nicaragua.
También, otra forma de expresar la “sorpresa de octubre” sería presionar por parte del gobierno norteamericano para que la Organización de Estados Americanos (OEA) se pronuncie sobre el rompimiento del orden constitucional y en consecuencia del orden democrático siendo la iniciación de la ilegitimidad de origen del régimen.
Por último, la “sorpresa de octubre” pudiera ser aplicar más sanciones a los altos miembros del ejército si optan por el inmovilismo para mantener al general Avilés en la jefatura del Ejército o sanciones a miembros del poder judicial incluyendo a los jueces que han condenado a los presos políticos sin pruebas.
Toda propuesta política o sanitaria que no coincida con la visión o agenda política de Ortega-Murillo es pasada por la guillotina, a pesar de los pesares, el régimen mantiene su expectativa de tener un papel relevante más allá del 2021. Sin embargo, las crisis son aceleradoras de cambio. Si a los poderes fácticos políticos y económicos no los enfrentamos con el poder fáctico de los ciudadanos, no habrá cambio.