Daniel Ortega y su política exterior de Amistades Peligrosas
Recientemente la vice dictadora del régimen de los Ortega Murillo, anunció las intenciones de abrir una embajada de Nicaragua en Corea del Norte. Considero que es una decisión irresponsable, que no solamente aísla más a Nicaragua, pero además involucra al país en conflictos geopolíticos ajenos con un costo innecesario para la ciudadanía.
Corea del Norte es uno de los países más cerrados del mundo. Los países que tienen embajadas en Pyongyang son, por ejemplo, China, Cuba, Laos, Rusia, Siria y otros países más. Además de la apertura en sí de la Embajada, lo verdaderamente preocupante es que la política exterior de mantener relaciones con países peligrosos como Corea del Norte, Rusia e Irán está tomando un rumbo cada vez más desenfrenado e irresponsable. Ya es ampliamente conocido que esas relaciones solo generan un mayor aislamiento para Nicaragua, y que no traen ningún beneficio económico o comercial para los sectores exportadores del país.
Todo lo contrario, más bien nos alejan aún más de los mercados altamente competitivos para nuestros productos, como Europa y Estados Unidos, con quienes aún tenemos acuerdos de libre comercio. Pero además del aislamiento comercial, lo más preocupante son las intenciones de establecer una relación político-militar con los enemigos más fuertes de las democracias occidentales.
Estas relaciones se basan en el profundo antinorteamericanismo de Ortega, y nos acercan peligrosamente a escenarios geopolíticos de conflicto en los cuales no deberíamos estar involucrados. Como decimos en buen nicaragüense, Nicaragua no debería tener “vela en ese entierro”.
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Sin embargo, Ortega ha convertido a Nicaragua en un apéndice diplomático de Rusia y China, al punto de quedar en ridículo cuando países con regímenes dictatoriales de izquierda, como Venezuela y Cuba, tienen la suficiente astucia para saber que alinearse abiertamente con Putin es un problema. Esto sucedió recientemente en la declaración de la cumbre de la CELAC con la Unión Europea, donde el régimen de Ortega fue el único país que no firmó el comunicado de consenso condenando la invasión rusa a Ucrania.
En conclusión, la dictadura está repitiendo los mismos errores que cometió el FSLN durante la Guerra Fría, al alinear a Nicaragua en conflictos geopolíticos que más bien atentan contra los intereses vitales de la nación nicaragüense. En lugar de fortalecer nuestras relaciones exteriores para aumentar nuestras exportaciones de productos más competitivos, la dictadura coloca a nuestro país en el lado equivocado de la historia.
Las implicaciones para la dictadura serán graves, tarde o temprano, pero lo más doloroso de esto es que el inocente pueblo trabajador termina pagando los platos rotos del fanatismo ideológico de la familia dictatorial en el poder.
Por esta razón, he insistido en que la estrategia política de la oposición debe incluir una acción internacional permanente para denunciar el papel de Ortega en lo que he llamado el ecosistema de dictadores. Este llamado de atención está dando resultados, ya que se ha explicado que Ortega no es un problema exclusivo de Nicaragua, sino un riesgo serio para todo el hemisferio. Hoy en día, la dictadura está tan aislada que incluso sus antiguos amigos más cercanos no quieren defenderla.