Miguel Mora: La dictadura de Daniel Ortega ha escrito en papel mojado
La dictadura sandinista ha consumado un golpe de estado mediante una reforma total y aberrante a la Constitución de Nicaragua.
Con este golpe constitucional, el panorama político en esencia no cambia simplemente se formaliza por escrito el accionar dictatorial de una pareja que pretende, ahora sin mascaras instaurar una monarquía con sucesión dinástica al mejor estilo de Corea del Norte o China.
Con esta mal llamada reforma parcial, Nicaragua deja de ser una República democrática regida por un modelo de Estado social de derecho para convertirse en una dictadura totalitaria constitucionalista.
El eje central de esta reforma es convertir al sandinismo en una imposición ideológica para todos los ciudadanos, forzándolos a abrazar una ideología sectaria y a rendir pleitesía a un “panteón de infames”.
Pretenden que se adoren figuras históricas que ellos erigen como héroes, pero que para la mayoría, representan los valores más oscuros de la historia.
Esta reforma no es más que un golpe de Estado a plena luz del día.
Daniel Ortega y Rosario MurilloDaniel Ortega y Rosario Murillo se creen eternos, omnipotentes y la fuente absoluta de todo derecho. Creyéndose como Dios. Sin embargo la premura y la radicalización extrema los delata, esta imposición no refleja su poder, sino su inseguridad y desesperación.
¿Cuál habrá sido la mala noticia recibieron en el Carmen para acelerar todo, como si el tiempo no les sobrara?.
Quieren que el sandinismo y los principios caducos del socialismo se conviertan en dogmas fundamentales a la fuerza.
Están imponiendo el centralismo totalitario, una metodología marxista-leninista que otorga a un pequeño grupo la representación total del “pueblo”.
Declarando al sandinismo como ideología oficial y al FSLN como partido único.
Todo aquel que se oponga a esta máxima constitucional será tachado de “traidor a la patria”.
Pero, ¿Qué significa “patria” para Ortega y Murillo?.
Para ellos, Patria, es sinónimo de sus nombres y del sandinismo que ahora buscan elevar al nivel de religión estatal.
Incluso han decidido colocar la bandera de su partido al mismo nivel que los símbolos nacionales, un emblema que, para la inmensa mayoría, representa; división, sangre, muerte y dolor.
Si usted, como muchos nicaragüenses, siente en su conciencia y espíritu que esta imposición es un atropello, que rechaza y repudia, entonces, según ellos, usted ya es un “traidor a la patria”.
Pero, ¿Qué ocurre cuando más de seis millones de nicaragüenses comparten ese mismo sentimiento? Nos enfrentamos a una realidad absurda y grotesca.
El sandinismo es una minoría que pretende proyectarse como hegemónica. Usurpan el Estado y tienen las armas, pero carecen de toda legitimidad.
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Una constitución, en esencia, es un pacto social, un acuerdo entre los ciudadanos sobre cómo organizarse y convivir. Para que sea legítima, debe representar la voluntad de la mayoría, sus principios y sus valores. Y solo una asamblea constituyente electa por voto libre, secreto y soberano del pueblo puede tener la legitimidad para promulgarla, previa amplia consulta con el soberano, con el pueblo.
Si la inmensa mayoría de los nicaragüenses rechaza esta reforma total, esta Constitución es, desde su origen, ilegal, ilícita y es inexistente.
Y como fue impuesta, de la misma forma será derogada. Es solo cuestión de tiempo.
Los nicaragüenses no somos, ni queremos ser; sandinistas, ni orteguistas, ni socialistas, ni comunistas.
Somos un pueblo en su mayoría creyente en Dios por sobre todas las cosas, un pueblo luchador, trabajador que busca como salir adelante con el sudor de su frente, amables, hospitalario, con ferviente amor a su única bandera la Azul y blanco.
Siempre hemos luchado por nuestra libertad, aspirando a vivir en democracia, a desarrollarnos y a garantizar la prosperidad de nuestras familias con plenas libertades públicas.
Lo aprobado hace unos día por la dictadura no nos define , no nos representa y, lejos de doblegarnos, de seguro fortalecerá nuestras aspiraciones democráticas.
Un golpe a la democracia y las libertades en Nicaragua
Los sandinistas pretenden imponer ante la realidad una ficción donde todo accionar; político, empresarial, social e incluso personal de los nicaragüenses gire en torno a la máxima de que los Ortega-Murillo son dioses y dueños de Nicaragua, y el sandinismo, su religión. Nadie puede cuestionar ese dogma, según ellos.
La dictadura, perdida en sus deseos de poder, cree que puede evadir las consecuencias de sus excesos totalitarios. Ha diseñado una reforma constitucional que declara a sus funcionarios como “intocables”, garantizando protección legal para ellos, sus familiares y cómplices. Incluso se proclaman co-dictadores eternos con poderes absolutos.
Borran sin escrúpulos la separación de poderes, reduciendo a órganos lo que antes eran poderes independientes del Estado, ahora venidos a simples instrumentos bajo el mandato del “supremo de dos cabezas”. Aboliendo cualquier posibilidad de balance o contrapeso al poder único.
Pretenden además institucionalizar la persecución religiosa, señalando que ninguna organización cristiana puede “atentar contra el orden público” y que las iglesias deben “mantenerse libres de control extranjero”. Con esto, buscan destruir a la Iglesia Católica y a las iglesias evangélicas que han alzado su voz contra las injusticias desde siempre.
¿Será este el preludio de una nueva iglesia sometida a los dictadores?.
¿Cuántos y quienes besaran la mano de su verdugo?.
¿Los obispos ya no responderán al Papa, sino al régimen?.
Quienes se opongan serán declarados “traidores a la patria”, y como castigo, perderán su nacionalidad, y hasta pueden ser desterrados un acto que ha violado convenios internacionales y constituye un delito de lesa humanidad.
El panorama se agrava con la eliminación de derechos fundamentales: libertad de expresión, propiedad privada, derechos políticos y de organización. Todo lo que no se someta al dogma sandinista será perseguido y erradicado.
Esta constitución totalitaria deroga, suprime y borra todos los derechos adquiridos por los trabajadores al eliminar el articulo 46 que era todo un decálogo de instrumentos internacionales de derechos humanos, entre los que destacan los derechos laborales.
Ya la dictadura había anulado sin asco los derechos laborales de los trabajadores cuando redujo a polvo la indemnizaciones por antigüedad de los trabajadores del sector público.
En la constitución orteguista se quitó el derecho a un salario digno, no discriminativo, y la estabilidad laboral. Obligan a los trabajadores a pertenecer a los sindicatos rojinegros de
FNT para que cotizan millones mensualmente y por supuesto no existe ni la más mínima posibilidad de organizarse en sindicatos independientes.
De paso con el objetivo también de servir en bandeja mano de obra barata para las empresas chinas.
El régimen también decreta un sistema de partido único, prohibiendo cualquier ideología que no sea la socialista totalitaria. La pluralidad política desaparece, y la libertad de prensa queda sometida a los dictados del estado sandinista, que decidirá qué es “verdad” y qué no.
Pero el autoritarismo no se detiene allí. Profesionales de todas las áreas deberán someterse a la ideología del régimen para ejercer sus labores, consolidando un sistema que equivale a la esclavitud del socialismo del siglo XXI.
En un acto sin precedentes, la dictadura eleva a los paramilitares al rango de fuerzas armadas legítimas, otorgándoles licencia para reprimir y asesinar a quienes no se sometan. Lo que se denunció que existía en el 2018 y ellos negaban, hoy lo oficializan abiertamente.
Sobre las comunicaciones. Todas, incluyendo el espectro radio eléctrico, el internet y el espectro satelital, quedan bajo control absoluto del estado.
El sector empresarial en Nicaragua, especialmente el financiero, enfrenta una amenaza directa bajo el régimen sandinista. Los bancos, sus dueños y directivos están atrapados en un dilema crítico: si cumplen con las sanciones internacionales contra violadores de derechos humanos, se arriesgan a ser acusados de “traición a la patria”, lo que conlleva confiscaciones, prisión o incluso destierro.
Daniel Ortega apuesta a la intimidación. Y les cobra favores. Utiliza a los banqueros como escudos y rehenes frente a las sanciones que, según sus propios analistas, están por venir.
Además, los envía como cabilderos ante la administración de Donald Trump para intentar frenar la implementación de medidas más severas. Sin embargo, si los banqueros ceden al chantaje del régimen, perderán sus conexiones internacionales. Esto paralizaría las transacciones, afectaría el envío de remesas, que son el sustento de miles de familias, y pondría en jaque cualquier actividad de comercio exterior. En este escenario, Nicaragua podría enfrentar un aislamiento económico y político similar al de los años 80, con un sistema financiero estatalizado y colapsado.
Además, la dictadura está sembrando miedo entre los nicaragüenses, generando desconfianza en el sistema bancario nacional. Esto podría provocar una estampida de capitales. La pregunta clave es: ¿a quién temen más los banqueros, a Ortega o a los Estados Unidos? Hasta ahora, parece que al dictador, pues las represalias por desobedecer sus caprichos no serían leves.
Por otro lado, si Trump y su administración no ceden ante los cabilderos, los bancos nicaragüenses regionales no saldrán ilesos. Más de la mitad de las remesas que llegan a Nicaragua lo hacen a través de estos bancos. Si son sancionados, el costo de envío aumentará y el flujo de dinero disminuirá, afectando directamente a las familias que dependen de estas remesas.
La dictadura, consciente de la fragilidad del sistema financiero, apuesta al miedo: no hay nada más nervioso que un millón de dólares. Pero este miedo también revela el pánico que comienza a instalarse en el régimen. Tras consolidar su poder con represión y someter al pueblo, Ortega ahora busca protegerse con leyes desesperadas, diseñadas para eludir sanciones internacionales y salvaguardar las fortunas ilícitas de su círculo cercano.
Estas medidas, sin embargo, son tan surrealistas como un rey que decreta lluvia diaria para evitar la sequía. Si evadir sanciones fuera tan sencillo, países como Rusia, Cuba, Venezuela o la propia poderosa China ya habrían resuelto sus conflictos financieros. Ortega, de hecho, no logró salvar su propio banco, el Bancorp, incluso con todo su aparato estatal.
La ley que obliga a bancos a ignorar sanciones internacionales solo profundizará la crisis. Los bancos, atrapados entre las disposiciones locales y las regulaciones internacionales, podrían precipitar un colapso bancario. Esto interrumpiría las remesas, estatizaría aún más la economía y llevaría a un escenario similar al de Cuba: pobreza generalizada y aislamiento internacional.
Los efectos inmediatos se sentirían de inmediato: fuga de capitales, aislamiento del sistema financiero global y una crisis económica en espiral. Además, organismos internacionales como la OFAC tienen mecanismos sofisticados para detectar violaciones a las sanciones, y estas no se anulan con decretos locales.
El trasfondo es claro: el régimen está acorralado, temeroso y consciente de su fragilidad. La presión internacional y el deterioro interno lo han puesto en una posición insostenible. Estas maniobras desesperadas no solo exponen su debilidad, sino que también apuntan a un desenlace inevitable: el colapso económico y político de un régimen que se tambalea cada vez más.
Por la ley de la fuerza de las armas quieren garantizar la sucesión dinástica de los Ortega-Murillo, creando una presidencia bicéfala sin precedentes.
Dos dictadores con poderes absolutos, que podrán nombrar como vicepresidentes a sus hijos para perpetuarse en el poder, extendiendo además el periodo presidencial de cinco a seis años.
Con el golpe constitucional los dictadores se declaran oficialmente enemigos de Estados Unidos y aliados incondicionales de China, Rusia, Irán y Corea del Norte.
Esta misma semana el Presidente Biden particularmente blando con los dictadores extendió la orden ejecutiva que declara a Nicaragua como una amenaza real para la seguridad de los Estados UnidosNicaragua como una amenaza real para la seguridad de los Estados Unidos. Eso es Biden, imagínese que pasara con el Presidente Trump.
Por si fuera poco, los co-dictadores se reservan la potestad de suspender derechos y garantías constitucionales de todos los ciudadanos en cualquier momento y por el tiempo que deseen. De por sí ya llevan casi siete años suspendidos.
Reforma Constitucional y Reducción de Magistrados: Consolidación del Poder Sandinista
En el marco de la reforma total a la Constitución, la dictadura Ortega-Murillo ha decidido reducir la cantidad de magistrados y funcionarios en los principales órganos del Estado.
Esto, lejos de representar una medida de austeridad o eficiencia busca concentrar aún más el poder en manos de la pareja dictatorial, eliminando cualquier atisbo de pluralidad o balance. La cantidad de magistrados en la CSJ se reduce de 16 a 9.
El número de magistrados del CSE se disminuye de 7 a 5, consolidando un organismo electoral al servicio exclusivo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La Contraloría, que en teoría debería velar por la transparencia en el manejo de los recursos públicos, pasa de 5 a 3 contralores, que no tienen más control que el de velar exclusivamente por los intereses de quienes los designaron, a cambio de un jugoso cheque.
En lugar de fortalecer la fiscalización, esta reducción garantiza que los fondos del Estado sigan siendo utilizados discrecionalmente por el régimen y sus allegados, sin ningún tipo de control o rendición de cuentas.
Este ajuste estructural no solo afecta a los órganos mencionados. La dictadura también elimina cualquier margen de acción para los gobiernos locales al suprimir la autonomía municipal.
Ahora se oficializa que las alcaldías estarán subordinadas completamente al Ejecutivo, transformándose en simples oficinas administrativas que ejecutan las órdenes dictadas desde Managua.
Un Estado Centralizado y Totalitario
Estos cambios son coherentes con el objetivo principal de la reforma: transformar a Nicaragua en un estado totalitario donde no exista separación de poderes ni autonomía institucional.
Cada ajuste, cada reducción, busca garantizar que las únicas voces que prevalezcan en el sistema sean las de Daniel Ortega, Rosario Murillo y su círculo de leales.
Este diseño no solo destruye el Estado democrático y plural, sino que establece las bases de una dictadura hereditaria-dinástica, con mecanismos seudo legales que perpetúan la represión, el control y la corrupción como pilares fundamentales del régimen.
A simple vista el panorama se puede ver oscuro, pero Yo, como hombre de Fe, prefiero verlo luminoso.
Veo, desesperación por imponer a la fuerza lo que solo se puede hacer por voluntad popular libre y soberana. Veo desesperación y miedo por un futuro incierto que se les avecina.
Si bien siempre ha sido un sueño de esta pareja tener su propio reinito, el mundo no funciona así. Mucho menos el mundo actual y moderno.
Todo es vanidad de vanidades, se reduce a un papel mojado y como tal va directo a la basura de la historia.
Mi apreciada abuelita siempre me decía que “por lo más ralo se rompe el hilo.”
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El pueblo en su absoluta soberanía en su conciencia y espíritu rechaza este marco de leyes injustas, abusivas y totalitarias.
Usted mismo que me está leyendo siente, sabe que no está bien, que no es correcto. Se resiste a ser esclavo de una familia, un partido, de una casta corrupta y perversa. Aunque lo haga en silencio, en la clandestinidad o en exilio.
La hegemonía es azul y blanco.
Todo eso solo será un papel mojado mientras la inmensa mayoría no lo aceptemos y lo rechacemos de tajo. La inconformidad seguirá creciendo día a día hasta que vuelva a explotar.
Mantengamos la certeza y convicción de un futuro libre y en democracia que potencie el desarrollo económico para la presente y futuras generaciones de nicaragüenses. Tengamos fe.
Siempre vendrán tiempos mejores y las dictaduras como los dictadores no son eternas.
Como cristianos en particular debemos recordar que; “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.” Gálatas 5:1.
Dios nos manda a esforzarnos y a ser valientes.
A los creyentes, a no dejar de orar, allí en lo íntimo de su hogar, para que sea Dios tomando control de Nicaragua y poniendo las cosas en orden, en el orden de Dios. Nunca pierda ni la
Fe, ni la confianza en el Dios el único todopoderoso y el que tiene la última palabra.
Gracias por su valioso tiempo. Por leer mis comentarios que por supuesto son al margen de otros más valiosos y atinados.
Que Dios le bendiga y que Dios bendiga a Nicaragua