Miguel Mora: Una dictadura sin Dios, ni ley
Nos acercamos al final de un 2024 lleno de cambios y conflictos. Para los nicaragüenses, tanto dentro como fuera de nuestra patria, este ha sido un año especialmente duro, marcado por más sufrimiento y represión. Hemos sido testigos de un verdadero golpe de Estado que busca transformar a Nicaragua en una dictadura totalitaria, dinástica y constitucional.
En el ámbito internacional, hemos visto grandes transformaciones: dictaduras que caen y otras, particularmente en América Latina, que intentan aferrarse al poder, temerosas de un futuro inmediato e incierto. La caída del dictador en Siria es un ejemplo claro de los cambios que estamos presenciando.
Este colapso fue el acelerado por las acciones de Israel contra grupos terroristas como Hamás y Hezbolá, aliados del régimen iraní. Los ataques fueron tan devastadores que estos grupos no lograron rescatar al carnicero de Siria, como lo hicieron en el pasado. Hasta su aliado Rusia, país desgastado por su fallida guerra con Ucrania, abandonó al régimen sirio a su suerte.
Para regímenes como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, aunque distantes geográficamente, la caída de Siria es una advertencia.
Es una muestra de cómo la traición de “aliados” que se creían poderosos, el desprecio de sus pueblos y la cobardía de ejércitos que abandonan sus armas pueden sellar el destino de dictaduras que parecían invencibles y aunque la lucha por la libertad sea dura y parezca interminable, nunca está perdida. La historia nos enseña que ningún dictador, por poderoso que parezca, está a salvo eternamente.
Los pueblos que resisten con valentía y fe siempre encuentran su momento para romper las cadenas. ¡La libertad llega, y llegará también para quienes hoy sufren bajo regímenes opresores!
Dictaduras mendicantes, como las de Nicaragua, Cuba y la propia Venezuela, son tan patéticas que resulta insufrible escuchar sus discursos llenos de ignorancia, cinismo y un culto enfermizo a figuras que, además de infames, han muerto hace años y que ahora adoran como si fueran dioses. Profesando un verdadero culto a los muertos.
Recientemente, tuve la desdicha de presenciar el espectáculo de la última reunión de lo que ahora parece ser la “alianza de las dictaduras fracasadas”. Me refiero a la reunión del ALBA.
Desde el inicio, el acto fue un despropósito: una canción de entrada hecha a medida, de pésima calidad artística y acústica, afirmaba nada menos que Fidel Castro y Hugo Chávez son “luz divina”.
¿Luz divina?
Castro y Chávez están muertos, y como cristianos sabemos que serán juzgados por el Todopoderoso por sus pecados. Pero esta falacia sacrílega no fue más que el principio.
Luego, tuve que soportar el discurso interminable del dictador chavista, un reflejo claro de su ignorancia en asuntos de estado , falta académica, repleto de retórica vacía, promesas incumplidas, insultos y proyectos que nunca pasan del papel. Maduro, como siempre, no hizo más que quejarse. Al igual que Díaz-Canel, Ortega y el resto de sus satélites, culpa al “imperio” de la ruina de sus sociedades: del hambre, la falta de dinero y la crisis en salud, educación y otros servicios básicos.
Argumentan que las sanciones y los bloqueos son los responsables de sus fracasos, pero convenientemente olvidan su propia ineptitud, corrupción y absoluta incapacidad para gobernar.
A esto se suman los abusos de poder, la represión y los crímenes de lesa humanidad por los que son señalados a nivel internacional. Es evidente que las sanciones no son la causa, sino una consecuencia directa de sus propias acciones y del desprecio hacia los derechos de sus pueblos.
¿Qué pasó entonces con sus “amigos” de Rusia e Irán?
Si son tan poderosos, ¿por qué no los ayudan a salir de la calamidad en la que viven sus pueblos?. La respuesta es simple: Rusia e Irán están atrapados en serios problemas económicos y solo logran hacerse notar con amenazas nucleares y guerras, con dificultad en las fronteras ucranianas o financiando grupos terroristas como Hamás y Hezbolá.
¿Y China?…
Ellos son capitalistas implacables operando bajo un régimen totalitario, que no soltará ni un dólar sin garantías de retorno de inversión. Esto deja fuera a países como Nicaragua, Cuba y Venezuela, que no pueden ofrecer estabilidad ni seguridad económica a largo plazo.
Lo poco que hacen es por beneficio propio: invaden estos países con su comercio y empresas, pero empleando principalmente a su propia gente. Y cuando contratan mano de obra local, lo hacen bajo condiciones de explotación, perpetuando el círculo de dependencia y desigualdad.
Estas dictaduras no solo son un fracaso, sino un retrato del callejón sin salida en el que se han metido por su propia corrupción e incompetencia.
Escenarios desgastados, llenos de amenazas y represión: ese es el patético panorama que ofrecen las dictaduras y sus satélites sin peso agrupados en el ALBA. Un bloque que, lejos de inspirar progreso, se ha convertido en símbolo de opresión y decadencia política en la región.
Presidiendo, ahí estaba Maduro, flanqueado por Díaz-Canel y el aprendiz Luis Arce de Bolivia, mientras, en un lugar claramente disminuido en protocolo y respeto, sentaron al desgastado dictador sandinista. Ortega, relegado incluso a la toma de la palabra, fue dejado casi al final, por detrás de los perfectos desconocidos delegados de las micro islas que orbitan como satélites de estas dictaduras.
Uno tras otro, sus discursos parecían competir en nostalgia por glorias pasadas que nunca fueron, en un culto absurdo a sus infames muertos y, por supuesto, en quejas interminables sobre lo “mal que están” por culpa de los “imperialistas”, “colonialistas” y ahora, con la etiqueta de moda, los “fascistas”.
Esta alianza de dictaduras empobrecidas es, en esencia, un mar de lágrimas, quejas y calamidades.
Solo ofrecen burla, odio y una retórica trasnochada llena de promesas que ni siquiera el papel aguanta, porque nunca cumplen una sola.
Lo más trágico de todo es que mientras los Díaz-Canel, Ortega, Maduro y compañía limitada viven en la opulencia, sus pueblos están condenados a la debacle total producto de políticas fracasadas en todos los sentidos. Con millones de gente que han huido y siguen huyendo de estos países.
Lo único que los sostiene es la fuerza de las armas, y hasta eso tiene un límite. Con la caída estrepitosa del dictador sirio y el abandono total de Rusia, China e Irán, estos regímenes saben que no pueden contar con sus aliados. Si no movieron un dedo en Siria, donde tenían intereses estratégicos importantes, mucho menos lo harán por ellos cuando sus pueblos se levanten y los hagan caer, tarde o temprano.
El discurso del dictador nicaragüense fue, sorprendentemente, breve, pero como ya es costumbre: incoloro e irrelevante. Con evidente dificultad para hilar ideas, pareció más bien una recopilación de recuerdos seniles. En su cinismo y descaro, llegó a comparar de forma sacrílega a Jesús con Fidel Castro y Hugo Chávez, afirmando que por Jesús se convirtió en “revolucionario” porque, según él, es un seguidor de Cristo.
¿Qué clase de seguidor de Cristo puede proclamarse un tirano que ha transformado a Nicaragua en una inmensa cárcel totalitaria? Un hombre señalado por crímenes de lesa humanidad, un verdugo de sacerdotes, monjas y pastores, responsable de innumerables asesinatos durante su gobierno. Un dictador que exilia y destierra a su propio pueblo, encarcela a quienes piensan diferente y ejerce el poder con el propósito de instaurar una dinastía. Un discurso que, lejos de inspirar, solo refleja el vacío moral y la decadencia de quien se aferra al poder a cualquier costo.
El chigüín y los rublos
También tuve la obligada e ingrata tarea de ver una entrevista a “bola pasada” realizada por un propagandista ruso, quien, además de elogiar a la dictadura, intentó destacar las supuestas cualidades de liderazgo del “chigüín” de los Ortega Murillo.
En esa entrevista, Laureano Ortega, con el mismo discurso reciclado de sus padres, aseguró que Rusia lidera un plan para enfrentar al “imperialismo norteamericano”, encabezando el grupo de los BRICS. Sin embargo, convenientemente omitió que Nicaragua fue rechazada de este bloque por exigencia del propio Lula da Silva.
El “chigüín”, igual de trasnochado que sus padres, repite y repite argumentos sin sentido como que el rublo será la moneda que va a imponer en Nicaragua. Incluso informó que ya han obligado a los bancos nicaragüenses a aceptar una red de cajeros MIR y que, en poco tiempo, se emitirán tarjetas de crédito rusas para ser utilizadas en el país.
Impacto de las Sanciones de EE. UU. en el Comercio con Rusia en Nicaragua
Esto llama la Atención, porque lo que está en juego es serio. El gobierno de Estados Unidos ha dejado claro que cualquier banco en Nicaragua que realice negocios con Rusia podría enfrentar consecuencias graves. En palabras sencillas, esos bancos perderían sus corresponsalías y quedarían fuera del sistema financiero internacional.
En el caso de Nicaragua, la aproximación con Rusia podría resultar un problema aún mayor.
No solo estaría perjudicando al régimen, sino también a la población, que vería cómo se limita aún más su acceso a servicios bancarios y al comercio internacional. La pregunta es: ¿vale la pena el costo de estos acuerdos con Rusia para Nicaragua, cuando la economía y las oportunidades de desarrollo podrían salir aún más afectadas?
El hijo de los dictadores, además, anunció que, junto con los convenios militares y de inteligencia para “atacar y defenderse del imperio”, buscarán incrementar el turismo ruso en Nicaragua y que los nicaragüenses visiten las “bellezas rusas”. Para ello, prometen trabajar en la apertura de un vuelo directo Moscú-Managua. Aunque parezca increíble, esta es la “gran visión” del que aspira a heredar la dictadura familiar de los Ortega Murillo.
Lamentablemente para el “delfín”: tanto Rusia como los BRICS están transitando el mismo sendero que el ALBA, un camino directo al fracaso.
O ¿usted aceptaría cambiar sus dólares por rublos? ¿De verdad está dispuesto a arriesgar sus ahorros a esta farsa?.
En otro tema pero que está en sintonía con la actual coyuntura económica de la dictadura.
Recientemente tuve la oportunidad de conversar con una alta representante diplomática costarricense para preguntarle sobre las amenazas sandinistas de bloquear el comercio con Panamá, República Dominicana, Guatemala y Costa Rica.
La diplomática me confirmó que, aunque las amenazas y presiones son frecuentes, los sandinistas no se atreven a concretarlas debido al sólido bloque regional que se ha consolidado en su contra.
Cualquier represalia antojadiza tendría consecuencias negativas no solo para estos países, sino especialmente para Nicaragua, dada su dependencia económica de la región. Ahora, enfrentarse a este grupo significaría enfrentar la reciprocidad de cuatro economías robustas y coordinadas.
Un ejemplo claro de esta firmeza es la postura del presidente panameño, Raúl Mulino, quien se ha referido con dureza al abuso de la sede diplomática sandinista en Panamá.
Según denunció, allí se permite al expresidente Ricardo Martinelli, asilado en ese país, realizar proselitismo político y todo tipo de reuniones que violan el derecho de asilo y los tratados internacionales.
Mulino no solo reprendió al embajador sandinista en Panamá, advirtiéndole que esta era la primera de varias medidas para poner orden en la embajada rojinegra, sino que además lanzó una declaración contundente: “Nicaragua es un país sin Dios y sin leyes”. Una frase fuerte y categórica. Pero, ¿qué quiso decir realmente el presidente Mulino?.
Lo expresó alto y claro: para él y para Panamá, en Nicaragua Daniel Ortega ha colapsado las normas básicas de convivencia. Es una denuncia directa al caos, la corrupción y la descomposición social bajo el régimen sandinista. Esta expresión, usada de manera figurada, refleja una situación extrema de injusticia y desorden. Es una crítica contundente que pone en duda la legitimidad y la capacidad moral del régimen de Ortega y Murillo.
En esencia, Mulino señala el colapso de las instituciones encargadas de impartir justicia y mantener el orden, evidenciando la arbitrariedad y desesperanza que predominan en la Nicaragua de hoy.
Y aquí surge la pregunta del millón:
¿Por qué la dictadura sandinista no ha roto relaciones con Panamá, pese al bloqueo en el SICA y estas declaraciones tan contundentes del presidente Mulino?
La respuesta podría radicar en el delicado equilibrio que el régimen intenta mantener para no agravar su aislamiento internacional. Saben que perder cualquier vínculo, por mínimo que sea, con países de la región podría empujarlos aún más hacia el abismo económico y político en el que ya se encuentran.
Sin embargo, lo que queda claro es que el cerco contra el régimen sandinista sigue fortaleciéndose, y la presión internacional continúa cerrando espacios para las arbitrariedades y abusos de Ortega y sus aliados.
Tan cierta y lapidaria es la frase del presidente panameño Raúl Mulino:
“Nicaragua es un país sin Dios, ni leyes”. Refiriéndose por supuesto a la arbitrariedad de la dictadura bicéfala
El colmo de la arbitrariedad
Una de las más reciente arbitrariedades la escuchamos con estupor, me refiero al relato del colega periodista y empresario Henry Briceño, quien, como ya habíamos informado en primicia, fue víctima de la barbarie sandinista. Henry y su familia fueron secuestrados por la policía sandinista en el marco de la ola de encarcelamientos que la dictadura ordenó tras consumar su golpe de Estado constitucional.
La arbitrariedad de Ortega y Murillo no tiene límites. En cuestión de horas, bajo las órdenes directas del régimen y ejecutadas por el tristemente célebre Horacio Rocha, confiscaron todas las propiedades de Briceño y su familia. Pero no se detuvieron ahí: los desterraron, llevándolos en patrullas hasta un sector de la frontera con Costa Rica.
Con fusiles apuntándolos, los abandonaron en la oscuridad de los matorrales, obligándolos a cruzar ilegalmente hacia el vecino país del sur. No hubo orden de captura, ni acusación formal, ni juicio alguno, ni siquiera uno espurio de los que acostumbra el régimen.
Simplemente, con la fuerza de las armas, los esbirros del sandinismo expulsaron a esta familia de sus propiedades y los arrojaron a los potreros en altas horas de la noche, sin más pertenencias que lo que llevaban puesto.
Y lo más indignante: no solo desterraron al periodista, sino también a su esposa y a sus hijos, incluyendo a un niño de apenas 12 años. La dictadura sandinista desnacionaliza, confisca y destierra a niños. Una flagrante violación de todos los tratados internacionales de derechos humanos.
Por eso, la frase de Mulino resuena con más fuerza que nunca: “En Nicaragua no hay Dios, ni leyes”.
El impacto y repudio internacional por este acto de barbarie fueron tales que, en el caso de los otros 40 secuestrados en la misma ola represiva, el régimen optó por imponerles casa por cárcel y no destierro forzado. Sin embargo, estos ciudadanos viven bajo amenaza permanente: si no se presentan periódicamente, y de por vida, ante las autoridades sandinistas, correrán con la misma suerte que Henry Briceño y su familia.
Este acto inhumano evidencia, una vez más, que la dictadura de Ortega y Murillo ha dejado a Nicaragua sumida en un estado de total descomposición, donde imperan la arbitrariedad, la represión y el desprecio absoluto por la dignidad humana. Sin la mínima compasión humana
Un movimiento raro
Aunque tardía la reacción del gobierno de Biden deja servido en bandeja de plata el siguiente paso que podría tomar el nuevo gobierno de Trump en contra del gobierno sandinista de Nicaragua
Este 10 de diciembre de 2024, Estados Unidos, a través de la representante comercial Katherine Tai, anunció el inicio de una investigación bajo la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974 sobre las políticas y prácticas de Nicaragua relacionadas con los derechos laborales, los derechos humanos y el estado de derecho.
La investigación se enfoca en las preocupaciones de Estados Unidos sobre los abusos del gobierno de Ortega-Murillo, que incluyen arrestos arbitrarios, represión de la sociedad civil, y violaciones a los derechos laborales. Informes de la ONU y otras organizaciones internacionales documentan una creciente falta de respeto por los derechos humanos en Nicaragua, lo que ha afectado tanto a la población local como a la estabilidad regional.
Katherine Tai destacó el compromiso de la administración Biden-Harris con una política comercial centrada en los derechos de los trabajadores y la competencia leal. A través de esta investigación, Estados Unidos busca abordar estas violaciones y asegurarse de que se respeten los derechos fundamentales en las relaciones comerciales internacionales.
Implicaciones para Nicaragua: Las conclusiones de esta investigación podrían tener repercusiones económicas y diplomáticas para Nicaragua, incluyendo sanciones comerciales que afectarían su economía y su relación con países aliados.
Algunos dicen que podría verse afectado el DR CAFTA otros dicen que no, lo cierto es que esta investigación es la primera de su clase y será punto de partida para la administración del presidente Trump.
Antes de finalizar este comentario al margen. Quiero dejar algo muy claro respecto a la frase del presidente panameño Raúl Mulino:
Si bien entiendo el significado de sus palabras y comparto la indignación ante el caos, la injusticia y la arbitrariedad absoluta que imperan bajo la dictadura sandinista, debo recordar algo fundamental: aunque los dictadores, sus secuaces y lacayos actúen sin temor de Dios, el pueblo nicaragüense, el verdadero pueblo cristiano, sí tiene su fe puesta en el único Dios verdadero, todopoderoso y justo.
Nosotros El pueblo creyente sí tenemos a Dios. Un Dios que está por encima de cualquier tiranía, de cualquier abuso, de cualquier poder humano. Encima de los que se creen dioses menores, que se han erigido en tronos de injusticia y represión,
Para Él, las dictaduras no son nada, y confiamos en Su justicia y en Su palabra, que afirma: “Dios no deja sin castigo al culpable”. Por eso, creemos firmemente que mañana no quedará ni rastro de ellas, ni siquiera sus cenizas.
En estas vísperas de la conmemoración del nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesús el cristo, el mesías, reafirmamos nuestra fe y depositamos toda nuestra confianza en Él.
Porque creemos que para nuestro Dios no hay nada imposible.
Nuestro Dios siempre tiene la última palabra, y nunca ha perdido una sola batalla.
¡Ánimo!
Recordemos que los dictadores caen, y las dictaduras también.
Todas han pasado y pasarán al basurero de la historia.
Serán juzgadas por sus pueblos y por nuestro Dios, quien hace justicia y defiende al oprimido.
Como dice la Escritura: “De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Gracias por tomarse su valioso tiempo para leer mis comentarios que por supuesto son al margen de otros más valiosos y atinados
Que Dios les bendiga, y que Dios bendiga a Nicaragua.