Henry Briceño: En Costa Rica, otra vez
Mi primer exilio político fue en mil novecientos setenta y ocho en Costa Rica. hoy, 46 años después, enfrento un destierro junto a mi familia por las mismas causas en este precioso país, también, conocido como la Suiza Centroamericana. Por su excelencia, le llaman así.
El contexto actual es diferente al de la dictadura Somocista (1934, 1979). Los Somozas nos perseguían porque éramos sandinistas y jamás se atrevió a lastimar a nuestras familias. Menos confiscar bienes propios y de familiares.
La victoria del pueblo nicaragüense sobre la dictadura somocista tuvo una profunda y dolorosa cuota de sangre, exilio y desterrados en menor grado, cierto que conocimos cárceles como el Hormiguero y La Aviación sin faltar la tortura propia de la dictadura.
La actual dictadura bicéfala, Ortega-Murillo, es mucho más brutal. Daniel Ortega, paradójico, que combatió a los Somozas ha sido copia fiel de éstos y más allá. Lo anterior apoyado en su núcleo familiar y funcionarios cuya lealtad perruna ha tenido un precio muy alto para la débil economía nicaragüense.
El Orteguismo destrozó al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Lo convirtió es un instrumento de terror para los nicaragüenses. El auténtico sandinismo quedó en algunos libros “ocultos” por la señora Murillo. Rifles Springfield que empuñó el General Sandino contra la intervención norteamericana en el siglo pasado, (1926.1934), han sido confiscados por la vicepresidenta.
Daniel Ortega dividió, nuevamente, a la familia nicaragüense, ha asesinado a centenares de compatriotas que se oponen a sus excesos. Ha superado a la dictadura somociana en saña, odio, mentiras, cinismo, populismo y enriquecimiento ilícito. Ha hecho de nuestro país un infierno en donde el terror deambula por sus calles disfrazado de policías, paramilitares y bastos lambones. Popularmente ´’SAPOS´’.
Te callas, bajas la cabeza y me dejas robar, asesinar, mentir y violar o sos “traidor a la patria” es la filosofía salvaje de la dictadura Ortega-Murillo, la más sangrienta y feroz jamás registrada en la historia nicaragüense.
Ha exiliado y desterrado, desnacionalizado y confiscado a miles de ciudadanos honrados por el hecho de no callar ante el robo, pésima administración pública, tortura, juicios ilegales, testigos falsos, jueces venales, magistrados prebendarios, un ejército y policía con cerviz desdobladas ante riquezas nacionales entregadas a sus altos mandos.
No se puede callar ante la confusión estado-partido-familia. Un eje del mal nacional que trastoca la conciencia del más encumbrado hasta el más vulnerable hogar nicaragüense. En Nicaragua no existe una sola familia que no haya sido afectada por la dictadura Ortega-Murillo.
Hasta la dócil servidumbre tiene país por cárcel ante restricción migratoria, todo el aparato estatal es un estadio de ´’inteligencia´’ y ´’contrainteligencia´’ en donde todos se vigilan entre sí en detrimento de ellos mismos. Es una sociedad altamente enferma que necesita de Sigmund Freud.
Aquí estamos otra vez en Costa Rica. No exiliado como cuando la dictadura somocista, sino desterrado por la autocracia actual junto a los míos, desnacionalizados de facto, confiscados todos nuestros bienes. Estamos renaciendo en este hermano país con la firme certeza que también esta dictadura, más despiadada que la anterior, caerá. Lo dice la historia y ésta nunca miente.
Derrotaremos, cívicamente, este cáncer para reconstruir nuestra nación y nunca más dolor en la familia nicaragüense. La dictadura somocista en el siglo pasado y ésta en el presente más criminal han provocado demasiado dolor. Nicaragua y sus hijos merecen vivir en paz y prosperidad. Esa es mi demanda.